Hay momentos en que el antojo es tal que cualquier noción de parquedad se hace trizas... Y por ello, comenzamos la cacería de cuanto nos cae en el camino y acabamos comiendo una cantidad de cosas que, a decir verdad, ni siquiera calman el antojo.
Sino que, más bien, nos dejan sensación de querer más.
¿Qué hacer entonces?
Depende de cuán frecuentes son sus antojos. Si usted es de los que disfrutan comiendo entre comidas, si es de los que necesitan masticar para calmar ansiedades, si usted es goloso y le encanta comer en desorden, a deshoras y también a buenas horas, dedique un espacio bien grandes en algún cajón de su escritorio para almacenar allí alimentos capaces de sacarle de apuros en el momento del afán.
Por supuesto, no serán cualesquiera los alimentos que llenarán su reserva. Porque muchos de ellos no serán duraderos y sería bien desagradable abrir el cajón y que emanaran de él efluvios poco agradables, de alimentos rancios o fermentados.
Así comienza a variar la selección. Por supuesto, lo primero en lo que pensamos es en los "paqueticos". Papitas fritas, galletas saladas (o dulces), los famosos crakers o saltinas, arepas, pizzas, y siga mirando en el renglón de los salados, como los plátanos fritos, trozos de tocineta bien tostados...
¿Son todos ellos saludables? ¿Valen la pena?
Si usted no sufre de colesterol alto, no desea perder kilos, no lucha tampoco por mantener la línea. Si usted no sufre de diabetes ni de hipotiroidismo, cualquiera de esos paquetes puede calmar sus antojos. Aún si no son del todo saludables y que mejor sería optar por otro tipo de alimentos. Que coma de vez en cuando un paquete de papas fritas, "vaya y venga"... No es grave. Pero si se convierte en una costumbre cotidiana, y a veces bi-cotidiana, mejor evitarlos.
¿Por qué deben limitarse? Este es el concepto de los nutricionistas:
- Porque son muy salados
- Son ricos en azúcares rápidos: para que sean crujientes, la alimentación natural del alimento se ve trastornada lo que la hace que se convierta en azúcares de rápida absorción mientras pierde sus nutrientes.
- El proceso de industrialización puede igualmente conducir a la formación de sustancias cancerígenas, entre las cuales la acrilamida, frecuente en las papas fritas.
- Son igualmente demasiado ricos en grasas saturadas, perjudiciales para el corazón, el seno y el colon.
- Tienen demasiadas calorías que desfavorecen cualquier intento de no ganar peso.
Usted dirá que, a pesar de todo son tan sabrosos... Es cierto, pero...
Busquemos opciones. Porque bien vale la pena comer un algo entre las comidas. Pero que sea un algo que le aporte más que energías y algo que cumpla otras funciones que apaciguar gulas y antojos...
¿Algunos ejemplos?
- Aceitunas verdes o negras
- Frutos secos y nueces tales como maní, almendras, avellanas, pistachos, marañones... A veces son salados pero son llenos de minerales muy saludables. Entre otros, son excelentes para el cerebro!
- Entre las galletas y las papas fritas hay versiones light, con poca sal y doradas, no fritas.
- Pequeños cubos de queso que vienen empacados lo que facilita su conservación en el cajón de las reservas.
- Puede encontrar así mismo paquetes que contienen tajadas delgadas de frutas o de verduras deshidratadas. Son excelentes para distraer los antojos.
- Hay galletas dulces que también acaban siendo saludables: preparadas con harina integral o con avena, con aceite vegetal no hidrogenado, y poco azúcar o edulcorante artificial.
¿Una bebida?
Sí, por qué no. Quizá sea más apropiada a la hora del aperitivo. Sin embargo, si usted dispone en su lugar de trabajo de una nevera, puede guardar allí jugos y yogur. Hasta podría mantener unas tajadas o cubos de jamón de pavo o de pollo o de salchichas también de aves. Existen igualmente jamones de cerdo con muy baja cantidad de grasa.
Otra sugerencia puede estar en buscar encurtidos que mantendrá en la nevera una vez el frasco abierto.
Por supuesto, una vez en casa, podrá servirse una copa de vino, un whisky o un martini. Evite sin embargo las gaseosas y las bebidas dulces mezcladas con licor que pueden alterar los niveles de azúcar y colesterol en la sangre, además de ser ricas en calorías. Y tan fáciles de consumir, tan amables, que se hace muy fácil excederse en las cantidades...
Así queda claro que los pecadillos de gula y los antojos pueden muy bien encausarse sin perjudicar. Los nutricionistas aconsejan hacer cinco comidas al día. Las tres principales, por supuesto, y las dos adicionales a media mañana y media tarde. Valer la pena seguir el consejo: el hambre reprimida no es una amiga leal de su salud.
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