Hagamos una pausa en nuestra acostumbrada charla en torno a los alimentos y la nutrición para dedicarnos, unos minutos, a un tema inusual y poco conocido.
Hablemos de las enfermedades renales en los niños. Mucho más frecuentes de lo que se querría. Con un agravante: tantas veces silenciosas y solo aparentes cuando ya es demasiado tarde.
El mundo dedicó el mes de marzo a las enfermedades renales de niños y adultos. Porque las autoridades de salud de ese mundo están preocupadas: no existen estadísticas relacionadas con la población infantil. Pero, entre los adultos, se calcula que el 10 por ciento de ellos sufre de problemas serios en los riñones. Cifra que tiende a aumentar debido al incremento, también en el mundo, de casos de diabetes, hipertensión y de obesidad.
¡Como vemos, ni siquiera los riñones pueden escaparse del yugo de una alimentación desequilibrada!
Un niño puede verse afectado por un trastorno o una enfermedad renal a cualquier edad. Por lo general, se trata de problemas de índole hereditaria o congenital. Desafortunadamente, estas enfermedades suelen pasar desapercibidas, muchas veces sin siquiera la manifestación de un síntoma que pudiera llevar a una sospecha.
De todos modos, y este es el llamado de las autoridades de salud del mundo, sí, de todos modos los adultos no solemos pensar que un niño pueda sufrir de los riñones por lo cual posibles síntomas pasarían desapercibidos. O atribuidos a otros malestares.
Se sabe que los riñones tienen varias funciones. Una de ellas es la de filtrar la sangre. Otras son la de mantener el equilibrio hidráulico en el cuerpo, fabricar la eritropoyetina, hormona que estimula la formación y desarrollo de los glóbulos rojos, regularizar la tensión arterial y mantener la fortaleza de los huesos.
Cuando el riñón no logra cumplir una o más de estas funciones, se instala la enfermedad renal.
En los niños, ésta es atribuida. en el 40 por ciento de los casos, a malformaciones en los riñones o en las vías urinarias. En un 20 por ciento, la causa es hereditaria. En los casos restantes, la falla renal es consecuencia de distintas enfermedades entre las cuales se incluyen infecciones urinarias repetidas y frecuentes, enfermedades sistémicas como el reumatismo o el lupus, cálculos renales y trastornos metabólicos como la obesidad y la hipertensión arterial.
Una aclaración: los niños también pueden sufrir de hipertensión arterial y se recomienda que, a partir de los 3 años, los pediatras miden la tensión arterial como práctica incluida en los controles mensuales que siguen los niños en sus consultorios.
Y la segunda aclaración: en efecto, al igual que la hipertensión arterial, la obesidad puede conducir a daños renales. Y bien es sabido que la obesidad se ha convertido en una epidemia mundial de graves consecuencias. En la actualidad, y según la Organización Mundial de la Salud, 42 millones de niños en el mundo, menores de 5 años, sufren de un serio excedente en su peso corporal.
Un temas bastante serio y preocupante. Para los padres de familia, es preciso darles a conocer las principales señales de alerta. Estas pueden aparecer con los primeros síntomas de la enfermedad. Son ellas:
- Infecciones urinarias frecuentes y repetidas. Estas causan daños severos y a veces irreversibles a los riñones
- Sangre en la orina
- Edemas en las piernas y pies sin que se hayan dado golpes o caídas
- Párpados hinchados al despertar
- Atraso en el crecimiento
- Dolores de cabeza frecuentes.
La vigilancia de los padres debe agudizarse cuando se han presentado en la familia enfermedades renales. Otra razón para estar alertas es cuando se diagnosticó, a edad temprana, diabetes o hipertensión arterial en algún miembro de la familia. También debe haber estricta vigilancia si el niño sufrió -o sufre- de una enfermedad adquirida como el lupus o el reumatismo.
Además de la vigilancia por parte de los padres hacia sus hijos, varios otros son los consejos que dan los especialistas para cuidar de los riñones de sus hijos. Entre los cuales:
- Mantener un ambiente saludable en el hogar, con una dieta equilibrada y completa
- Evitar darles al máximo "junk food", excesos de grasas saturadas, comida comprada en restaurantes rápidos de cadena
- Evitarles los excesos de sal y azúcar
- Recordarles de tomar suficiente cantidad de agua
- Aconsejarles que orinen cada vez que sientan ganas en vez de retenerse y dejarlo para más tarde
- Incentivarlos al ejercicio físico y al deporte. Un ejemplo: regalarles una bicicleta en vez de un juego electrónico
- Eliminar por completo la costumbre de automedicar a sus hijos. En caso de un trastorno o una enfermedad es imprescindible consultar con el pediatra antes de formularles un tratamiento improvisado o aconsejado por el vendedor de la droguería, o un vecino, o un amigo.
Quien dice que no hay nada nuevo bajo el sol tiene en gran parte razón. Entre otras razones, porque en la Antigüedad se dieron muchas de las que hoy llamamos -con casi osadía o por lo menos bastante pretensión- como innovaciones de nuestra era moderna.
Uno de los capítulos que tomaron raíces entre griegos y romanos es el de la mostaza. Fueron ellos quizá los primeros en utilizar las semillas de esos árboles para confeccionar especies y también medicamentos.
Especies que, por supuesto, son muy utilizadas hoy a través del mundo, y medicamentos que muchos aún aplican tanto en ungüentos y cremas de uso tópico como en aceites y otros preparados.
Porque la mostaza que acostumbramos considerar como un simple ingrediente para realzar el sabor de carnes y aves, tiene propiedades medicinales. Antisépticas y digestivas, antiinflamatorias y desintoxicantes. Aunque su uso puede igualmente inducir a reacciones adversas.
La mostaza es un condimento con varias características y cualidades. Es baja en calorías, no tiene colesterol, entre otras razones porque las grasas de tipo animal no entran en su composición, es rica en minerales -selenio y magnesio-, y sus semillas ofrecen un alto contenido proteico así como cualidades digestivas y antisépticas.
Existen 40 especies de mostazas. Sin embargo, las que se utilizan para uso culinario y con fines médicos son las mostazas blanca, negra y salvaje. Con la negra, por ejemplo, se elabora la gran mayoría de las mostazas que se encuentran en el mercado. Aunque el árbol de mostaza se cultiva en distintos países del mundo, el 90 por ciento de las semillas que circulan en el mercado mundial provienen del Canadá.
Bien sabemos que la mostaza se ha convertido en un ingrediente indispensable en los restaurantes de comidas rápidas. Para las hamburguesas y los perros calientes, por ejemplo. Para el pollo frito al que se le adiciona la mostaza mezclada con miel. Para el repollo macerado en vinagre o vino que los alemanes y franceses utilizan para preparar la choucroute. Para una multiplicidad de preparaciones culinarias, entre las cuales el muy conocido gigot francés.
En cambio, lo que no estamos acostumbrados a considerar es el aspecto medicinal de la misma mostaza. De hecho, rara vez pensamos en el uso que se les da a las semillas y a las hojas de las matas. Sin embargo, son aspectos que acaban siendo interesantes por sus bondades, de una parte, y por sus inconvenientes de otra.
Ya sabemos que el uso medicinal nació en la Antigüedad. De acuerdo con las investigaciones, los romanos habrían sido los primeros en desarrollar una preparación a base de mostaza. La utilizaban como condimento gastronómico y con él adobaban numerosos alimentos. Entre éstos, elaboraban un queso. Varias eran sus fórmulas y recetas. Se conoce, por ejemplo, la que se lograba tras la mezcla de las semillas de mostaza con el jugo de las uvas.
Entre los usos medicinales que les dieron a las semillas de mostaza se incluía el tratamiento de los dolores de cabeza. Las consideraban así mismo como ayudas digestivas.
A los griegos se les deben cualidades adicionales atribuidas a la mostaza. Para ellos, ésta ayudaba a aumentar la memoria y a alegrar los ánimos. Ellos también utilizaron os granos de mostaza para tratar artritis y reumatismos. Se sabe hoy que, entre sus propiedades, están las de ser antiinflamatorias. En algunas circunstancias, los ungüentos y el aceite ayudan a calmar dolores.
Es cierto que pequeñas cantidades de mostaza -el condimento- ayudan a abrir el apetito y a una mejor digestión. Pero quienes sufren de úlceras estomacales, colon irritable y otras afecciones gástricas deben mejor limitar su consumo por cuanto puede acabar irritando la mucosa estomacal.
Existen distintas preparaciones para uso médico. Están, por ejemplo, los cataplasmas que se hacen a base de harina de mostaza y que se pueden aplicar en el pecho para tratar afecciones respiratorias leves, congestiones pulmonares poco serias y resfriados. Deben usarse con cautela porque pueden irritar la piel y ser causa de alergias dérmicas.
Así mismo se usan preparados de mostaza que se diluyen en agua y con los cuales se hacen baños de pies. Tienen diversos usos:
- Para combatir hongos en las uñas y el llamado pie de atleta. Las investigaciones científicas permitieron detectar en la planta ocho componentes esenciales con propiedades para combatir los hongos.
- Por sus propiedades para aumentar la irrigación sanguínea, la mostaza en los baños de pies puede ayudar a combatir la hipertensión arterial y los dolores de cabeza.
- Podría eventualmente ayudar a corregir trastornos en los ciclos menstruales.
Es importante insistir en la precaución que debe observarse antes y durante el uso de la mostaza en aplicaciones tópicas y baños de pies.
Es así como no se recomienda ningún tratamiento para:
- Quienes sufren de hipotiroidismo
- Quienes sufren de dispepsia, gastritis y úlceras digestivas
- Quienes sufren de várices, flebitis, trombosis y otros problemas circulatorios.
- Deben evitar el uso de las hojas y semillas ricas en oxalatos y potasio los que sufren de insuficiencia renal
- Así mismo deben evitar la mostaza los que presentan alergias a las plantas o verduras de la familia de las crucíferas como la rúcula, los repollos, el brócoli y otros ya que la mostaza pertenece a la misma familia.
¿Se siente usted cansado, de mal humor, sin energías? ¿Le cuesta esfuerzos enormes emprender cualquier actividad y sólo quisiera echarse a dormir o, por lo menos, mantenerse recostado?
Si estos síntomas le acosan, sin que existan causas aparentes, comience a sospechar de que le hace falta hierro. No hablamos todavía de que tiene anemia pero sí se puede pensar que son escasas las reservas del mineral en su organismo. ¿Por qué? Existen muchas razones. Pero una de ellas puede ser que mantiene una alimentación poco balanceada. En la que faltan verduras y frutas frescas.
Pero también puede surgir una inquietud: si su dieta es completa, ¿habría alguna razón para que su cuerpo no absorba el hierro?
Sí, es bastante frecuente. Porque, así como existen amigos del hierro, también se encuentran enemigos del mismo que pueden originar una anemia.
De hecho, ésta, la anemia, es vista por los nutricionistas como el enemigo número uno de la nutrición.
La anemia por falta de hierro es una enfermedad más frecuente entre los jóvenes que entre los adultos mayores. Mucho más frecuente entre mujeres que entre hombres, de manera especial cuando sufren de menstruaciones muy abundantes y/o cuando se encuentran en gestación.
Pero es igualmente una enfermedad que se encuentra tanto en países ricos como entre los pobres. Aún si la situación parece haber evolucionado, hay países en desarrollo, y -tan de actualidad- países azotados por guerras y violencia en donde el 50 por ciento de los niños y mujeres gestantes padecen de anemia. En estos casos, por supuesto, ésta se deriva de una alimentación deficiente.
Cuando se dice anemia vienen a la mente situaciones de fatiga y pérdida de energías. Estas son señales clásicas aunque no únicas. Porque pueden igualmente presentarse la depresión, irritabilidad, pesimismo. La falta de hierro es así mismo una de las causas de fracasos escolares por cuanto afecta el cerebro y su funcionamiento, impide la concentración y altera el aprendizaje.
¿Qué debe hacerse?
Por supuesto, el primer paso es el de consultar con un médico. Este, seguramente, le ordenará un examen de sangre para medir los niveles de hemoglobina glóbulos rojos. Con ello, confirmará que usted tiene deficiencia de hierro o, en dado caso, que sufre anemia.
Hablamos de la alimentación. Pero se presenta acá un detalle interesante que vale la pena tener en cuenta a la hora de tomar correctivos ante la carencia de hierro. Investigaciones adelantadas por especialistas franceses llevaron a la conclusión de que las posibilidades de sufrir de deficiencia de hierro no siempre están ligadas con la dieta. El estudio demostró que existen numerosos factores que aumentan la absorción del hierro y otros muchos que la frenan o disminuyen. Y estos factores se hacen más importantes que la cantidad de hierro que se ha recibido a través de la alimentación.
Están, en primer lugar, los mejores amigos del hierro.
Se encuentran tanto entre los alimentos animales como en los vegetales. Entre éstos, el amigo del hierro más leal y eficiente es la vitamina C. No significa esto que los alimentos ricos en vitamina C aporten hierro sino que, en presencia de esta vitamina, el organismo absorbe bien el mineral. Basta con 75 miligramos de vitamina C para que se logre el objetivo.
Otro amigo del hierro es la carne: res, ave o pescado. No son necesarias grandes cantidades: con una porción de apenas 80 gramos, el organismo recibe y absorbe el hierro. Las carnes aportan hierro hemático que no solo es muy bien absorbido sino que, a su vez, contribuye a la absorción del mineral que pudiera encontrarse en otros alimentos.
Aquí va una lista de alimentos que pueden proporcionarle un mínimo de 75 miligramos de vitamina C. La medida es la de una taza de: brócoli, repollitas de Bruselas, coliflor, cogollos verdes, jugo de arándano, de pomelo o de naranja o de piña, una taza con trozos de papaya, de fresas frescas o congeladas, medio melón.
Miremos ahora los enemigos del hierro.
Los que inhiben parcial o totalmente la absorción del mineral. Entre los principales se incluyen:
- El té. Tomado junto con la comida puede absorber las dos terceras partes del hierro que contengan los alimentos.
- El café. En menor proporción que el té pero también influye de manera negativa. Se recomienda en este caso tomarlo como mínimo una hora antes de la comida. Es aconsejable esperar aún más tiempo después de la comida.
- La harina de soya. Aunque es portadora de hierro, contiene en sí sustancias que lo inhiben.
- También existen sustancias en 5 leguminosas que convierten éstas en enemigas de la absorción del hierro. Son estas leguminosas las habas de soya, fríjoles negros, lentejas, guisantes y judías mung.
- Los productos lácteos y la yema de huevo reducen la absorción del hierro no hemático contenido en todos los alimentos.
- Existen sospechas de que los cereales integrales también impiden la adecuada absorción del hierro. Sin embargo estas sospechas no han podido confirmarse en estudios adelantados con personas que se alimentan de muchas fibras y de salvado.
Si usted necesita de un suplemento, su médico se lo formulará. Es, de hecho, la alternativa más segura para suplir la deficiencia de hierro. Tiene el inconveniente de que puede producir pesadez estomacal, dificultades para digerir y hasta estreñimiento cuando las dosis son altas. Sin embargo, en este campo los laboratorios han logrado poner sobre el mercado fórmulas mucho más fáciles de digerir y con menores efectos secundarios. Lo importante es no dejar avanzar la deficiencia. Mejor atajarla a tiempo.
Hoy no vamos a conversar acerca de los alimentos ni de los nutrientes. Se presenta un tema que, si bien es ajeno a nuestras usuales charlas, adquiere una importancia fundamental por su incidencia en la salud.
Se trata de los traumas auditivos. Del ruido ensordecedor que nos rodea en todas las instancias de nuestra vida. De las consecuencias tanto físicas como mentales que se genera.
Y si bien la obesidad se ha convertido en una epidemia mundial, las dificultades auditivas, y aún la sordera se están convirtiendo en otro de los puntos frágiles del bienestar humano. Como lo piensan los especialistas, está tomando el perfil de otra epidemia que afecta a grandes pero sobre todo a jóvenes y pequeños de todos los países.
Hace pocos meses, la Organización Mundial de la Salud lo advirtió: los traumas auditivos amenazan a más de 500 millones de jóvenes en el mundo porque se han acostumbrado a escuchar música en volúmenes demasiado elevados.
El tema cobró relevancia esta semana en desarrollo de la Jornada Nacional Francesa de la Audición. De acuerdo con las investigaciones dadas a conocer los resultados son alarmantes: una de cada dos personas se siente agredida por el ruido bien sea en su lugar de trabajo como en los lugares públicos y, específicamente, en los transportes públicos, cuando se desplaza por la ciudad. Nueve de cada diez personas concluyen que el ruido afecta de manera directa su salud.
Si bien estas informaciones se desprenden de estudios hechos en la población francesa, de acuerdo con los investigadores, los mismos efectos puede extrapolarse a otras naciones, sin temor a equívocos. El ruido, dicen, es un fenómeno mundial. Permanentemente, la población está expuesta a la presión sonora y esta deteriora tanto la integridad de los oídos como el bienestar físico y mental de las personas.
De hecho, al ruido se le considera hoy como una fuente de polución. Polución sonora: las pausas silenciosas ya no existen en el cotidiano. "Hace unos años, el ruido no violaba la esfera de lo privado", dicen los investigadores. Hoy, en cambio, lo invade todo.
Basta con mirar alrededor: los jóvenes viven día y noche con los audífonos o cascos para escuchar música, mirar videos o simplemente para sentirse acompañados y camuflar el ruido ambiental.
Todos, grandes y pequeños andan a toda hora con el teléfono inalámbrico conversando o escuchando música. Adonde van -restaurantes de comidas rápidas incluidos- el volumen de la música es ensordecedor -valga la oportunidad del término-. Y ni hablar de los bares, clubes, salas de baile, etcétera.
"El ruido ejerce una acción directa sobre la parte más sensible: la región auditiva del oído interno". Por supuesto, los efectos tienen una relación directa tanto con la intensidad como con la duración de la exposición al ruido. A largo plazo, el sistema auditivo sufre. Los traumas aparecen y se instalan. Son, por lo general, lesiones irreversibles. Hablamos de ruidos que alcanzan o sobrepasan los 85 u 87 decibeles.
¿Qué significan estos decibeles? Estos son dos ejemplos: en una calle donde circulan automóviles, a la hora pico, y donde hay congestión, el ruido varía entre 75 y 90 decibeles. Los deportes con equipos generan un ruido que se sitúa entre 90 y 110 decibeles.
Mientras que las lesiones se presentan de manera insidiosa y pueden demorar un tiempo no definido en manifestarse, hay circunstancias en las que el daño es casi inmediato. Este es un ejemplo, situación bastante frecuente: en las discotecas, en donde el ruido suele llegar y hasta sobrepasar los 110 decibeles, las lesiones auditivas pueden darse en pocos minutos, y son considerables.
El ruido tiene además efectos más generales sobre la salud. Alteran también el sistema emocional lo que, en no pocas oportunidades, se traduce en trastornos y lesiones orgánicos. Se ha demostrado que personas que se encuentran sometidas a diario a ruidos de distinta intensidad presentan con mayor frecuencia enfermedades cardiovasculares, hipertensión arterial y/o traumas síquicos como ansiedad y hasta depresión. Es el caso de las personas que residen en las áreas cercanas de los aeropuertos.
Otro ejemplo es el de los funcionarios y otros empleados que laboran en espacios abiertos, oficinas amplias sin divisiones. Allí, el ruido que generan las conversaciones, el timbre de los teléfonos, los desplazamientos de personas y equipos genera mayor agotamiento. En esos ambientes, las personas deben desplegar una concentración extrema para mantenerse eficaces y cumplir con sus obligaciones.
En los lugares de estudio, el ruido genera inatención y falta de concentración. De allí a fracasos escolares y dificultades de socialización, hay pocos pasos.
Los principales problemas denunciado por las personas como consecuencia del ruido incluyen:
- Cansancio: 74 por ciento de las personas
- Trastornos del sueño: 67 por ciento
- Migrañas: 53 por ciento
- Ansiedad: 49 por ciento
- Sordera definitiva: 45 por ciento en los adultos, 30 por ciento en jóvenes de 15 a 17 años
- Dificultades para oír: 42 por ciento.
¿Es posible pensar que un aguacate y la canela son primos? ¿Y que la berenjena y los tomates son de la misma familia que los pimentones y las papas?
Aunque sea difícil creerlo, así es. Tanto las verduras como las frutas pertenecen a familia. Tienen hermanos y primos. A veces no se parecen ni siquiera en su color, lo que llevaría a pensar que son de distintas razas. Otras veces difieren en el tamaño -una semilla de ahuyama frente a una alcachofa-, otras veces no tienen en común nada: ni el color ni la forma -remolacha y espinaca-.
Si usted comienza a inspeccionar en los libros de botánica, o si le pide información a un botanista, muchas sorpresas le estarán esperando.
Puede hacerlo, si quiere, por curiosidad. O puede investigar por necesidad. Es lo que les ocurre a las personas que sufren de alergias alimenticias. Porque, si le diagnostican alergia a un alimento, es muy probable que la reacción se extienda a otros alimentos. Estos, se supone, pertenecerán a la misma familia botánica lo que explicará la sensibilidad que usted exprese frente a ellos.
Cuando usted investigue, podrá descubrir muchos alimentos conflictivos que usted jamás habría sospechado que le pudieran desatar una alergia. Simplemente porque a nadie -o casi nadie- se le ocurriría pensar que las habichuelas verdes y los fríjoles son familiares del maní. En cambio, sí puede sospecharse que la cebolla, el puerro, el cebollín pertenecen a un mismo clan familiar. Porque, finalmente, entre ellos, hay un parecido que los hace sospechosos.
De todos modos, estos comentarios no deben abrir puertas a la preocupación. Porque la reacción alérgica no necesariamente, no obligatoriamente se desata frente a todos los miembros de la familia. Pero sí es importante conocer esa posibilidad porque le puede evitar desconcierto. El alergólogo le habló de los mangos, ¿por qué entonces también los pistachos le causan hipersensibilidad y reacciones inesperadas? Simplemente porque pertenecen a una misma familia botánica!
Hablamos de familia botánica porque es allí, en general, donde se dan las reacciones en cadena frente a los distintos componentes del grupo. Rara vez ocurre lo mismo en el reino animal aunque, debe advertirse, que sí pueden presentarse.
A manera de ilustración, se incluye a continuación una lista de algunas de las familias del reino vegetal y de sus miembros correspondientes. A continuación, se anotarán las familias del reino animal.
- Anacardo: el mismo anacardo, mango y pistacho
- Arándanos: parecen ser huérfanos pues no tienen familiares botánicos
- Áster: Achicoria, alcachofas, diente de león, endibia, escarola, estragón, lechuga, semillas de girasol y ahuyama
- Cebollas: ajo, cebollas, espárragos, puerro, zarzaparrilla
- Ciruelas: albaricoques, almendras, cerezas cultivadas y silvestres, ciruelas, melocotones, nectarinas
- Cítricos: cidra, lima, limón, mandarina, naranja, pomelo
- Cereales y brotes: arroz, avena, brotes de bambú, caña de azúcar, cebada, centeno, maíz, mijo, sorgo, trigo
- Grosella: kiwi (conocida también como grosella espinosa), grosella negra, uvas pasas de Corinto (negras)
- Guisantes o habichuelas: acacia, maní, judías verdes y secas, regaliz, tragacanto
- Hongos: champiñones y levaduras
- Jengibre: cúrcuma, cardamomo, jengibre
- Laurel: aguacate, azafrán, canela, laurel
- Malva: semillas de algodón y okra
- Manzanas: además de éstas, peras y membrillo
- Melón: ahuyama, melón blanco, cantalupo, pepino, patilla
- Menta: albahaca, hierbabuena, mejorana, melisa, menta, romero, salvia, tomillo
- Mirto: clavo, guayaba, pimientos
- Mostaza: berros, col en sus distintas variedades (brócoli, cogollo, repollo, repollitas de Bruselas, coliflor, colinabo), mostaza, rábanos, nabos
- Nueces: todos los tipos
- Palma: cocos y dátiles
- Patata: berenjena, cayena, papas, pimentones (rojos, amarillos, verdes, picantes, chile), tomate
- Perejil: alcaravea, angélica, anís, apio, comino, chirivía, eneldo, hinojo, perejil, cilantro
- Remolacha: acelga, espinaca, remolacha
- Rosa: mora y todo tipo de bayas, incluidas las fresas, frambuesas y moras.
Reino animal:
- Aves: todas las aves de corral y de caza
- Crustáceos: cangrejo, gambas o camarones, langostino y langosta
- Mamíferos: ardilla, cerdo, conejo, cordero, vacunos, venado. Las personas que son sensibles a la leche suelen serlo a la carne bovina. Así mismo, la alergia a la leche de vaca puede extenderse a la de cabra y/o oveja
- Moluscos: almejas, mejillones, ostras
- Pescados: todos los peces de agua dulce y de mar, entre los cuales el atún, bagre, salmón, sardina, trucha.
No, los aditivos no son en sí peligrosos ni necesariamente hacen daño. Pero, en personas sensibles, sí producen reacciones de intolerancia y alergias. Y, en algunos casos, llegan a causar daños severos.
Por lo general, las autoridades sanitarias han prohibido el uso de los que sí hacen daño. Algunos de los cuales pueden ser cancerígenos. Sin embargo, esto no impide que, en países en donde no existen controles serios, industriales poco serios los sigan utilizando.
Pero este es otro aspecto que, en este momento, no nos ocupa. Porque de los que queramos conversar es de los que desatan posibles reacciones adversas. Productos que en sí no son dañinos, ni peligrosos pero que, para algunas personas, acaban siendo negativos y a veces sí, perjudiciales.
Aditivos que se agregan a los productos alimenticios, los hay y muchos. Algunos de ellos son naturales y estos no suelen ocasionar frecuentes reacciones adversas. Otros, por el contrario, son producto de sustancias mezcladas o derivaciones de otras sustancias, a veces químicas, y estos sí son citados a menudo como adversos. No necesariamente tóxicos a pesar de que, en algunos casos, las reacciones que despiertan sí llegan a ser motivo de consultas y casos de urgencia.
Los aditivos alimentarios han llegado a ocupar un lugar primordial en la industria del comer. La mayoría de ellos son imprescindibles para mejorar la calidad de la comida, su aspecto, color y/o sabor. Son igualmente muy útiles para preservar los alimentos de larga duración.
Hay sustancias, por ejemplo, que actúan para la protección de la integridad de los alimentos y su calidad durante su transporte y comercialización. Otros aditivos contribuyen a incrementar el valor nutritivo (se habla, por ejemplo, de las vitaminas y minerales que son agregados a productos como los cereales del desayuno o algunas galletas y panes).
Pero, como suele ocurrir cuando se agregan sustancias ajenas al alimento en sí, cualquier aditivo encierra un riesgo potencial de desarrollar reacciones adversas. Estas reacciones son muy variadas. Se les puede clasificar en dos categorías: intolerancias y alergias. Ambas pueden tener consecuencias graves o severas aunque, también, pueden ser fácilmente superadas.
En cualquier caso, las personas con tendencia de sufrir alergias deben estar atentas a lo que consumen y a los ingredientes de lo que incluyen en sus dietas.
Veamos un poco el poder que tienen los aditivos.
Emulsionantes y estabilizantes:
Su finalidad es la de retrasar el deterioro de alimentos ocasionado por reacciones enzimáticas catalizadas por metales. Si se utilizan en pequeñas cantidades, tienen poca toxicidad. Pero, en cantidades mayores, pueden llegar a producir déficit de minerales como el zinc y el calcio.
Espesantes:
Son gomas vegetales -arábica y de tragacanto- que se utilizan con frecuencia en helados, cremas de queso y otros. Son productos naturales pero pueden desatar reacciones adversas como eccemas, asma, rinitis y urticaria.
Suplementos nutricionales:
Incluyen vitaminas, minerales, proteína de soya y de leche. Algunos pueden producir reacciones adversas.
Antioxidantes:
Se les conoce por sus siglas: BHA y BHT. Son utilizados con frecuencia para evitar el deterioro de aceites y grasas. Son incluidos en numerosos alimentos entre los cuales los cereales del desayuno. Podrían estar vinculados con el desarrollo de urticaria crónica.
Conservantes:
Son, entre otros, los benzoatos, utilizados con frecuencia tanto en comidas como en bebidas. Pueden despertar reacciones en personas que sufren de asma o en quienes son alérgicos a la aspirina.
Entre los conservantes se incluyen los citratos. Pueden causar dermatitis exacerbada y síntomas gastrointestinales.
Así mismo se cuenta entre los conservantes los nitratos y los nitritos. Se agregan a las carnes para evitar su deterioro pero se encuentran igualmente en otros alimentos como salchichas y jamones. No se conocen frecuentes reacciones adversas aunque, en dosis altas, pueden provocar dolores de cabeza u enrojecimiento facial.
Vienen igualmente los parabenes, muy temidos hoy en la industria europea, especialmente en la de jabones y cremas faciales y corporales. Tienen propiedades para combatir los hongos y las bacterias pero, en aplicaciones externas a largo plazo pueden inducir a la aparición de cáncer dérmico.
Y se citan los sulfitos. Muy frecuentes tanto en alimentos como en bebidas, los sulfitos ayudan a blanquear los productos y a evitar que asuman un color oscuro. Ayudan a impedir el crecimiento de las bacterias y la contaminación. Los sulfitos, que pueden aparecer en las etiquetas como E220 hasta E228, se encuentran de manera especial en los alimentos que contienen vinagre y en las mostazas. Son utilizados para detener la fermentación de los vinos pero su utilización es prohibida cuando se trata de agregarla a alimentos destinados a ser consumidos frescos como las frutas y las verduras.
Los sulfitos pueden ser bien tolerados pero, así mismo, llegan a desatar reacciones adversas como urticaria y prurito y otras más severas como dificultades para respirar en asmáticos, dolores de cabeza fuertes, palpitaciones y taquicardia o aceleración del pulso, angioedema.
Otro grupo de aditivos incluye los que modifican las propiedades físicas de los alimentos. Se incluyen entre ellos los colorantes, los aromatizantes, edulcorantes y potenciadores del sabor.
Entre estos últimos, se incluye el glutamato monosódico, agregado con mucha frecuencia en la culinaria china y que, de hecho, puede dar lugar al llamado síndrome del restaurante chino que se traduce en dolor de cabeza, quemazón en la parte posterior del cuello, opresión en el pecho, sudoración y náuseas. Los síntomas aparecen varias horas después de haber consumido el plato. Se han descrito igualmente reacciones severas provocadas por el mismo aditivo, como reacciones asmáticas y angioedema.