Quien dice que no hay nada nuevo bajo el sol tiene en gran parte razón. Entre otras razones, porque en la Antigüedad se dieron muchas de las que hoy llamamos -con casi osadía o por lo menos bastante pretensión- como innovaciones de nuestra era moderna.
Uno de los capítulos que tomaron raíces entre griegos y romanos es el de la mostaza. Fueron ellos quizá los primeros en utilizar las semillas de esos árboles para confeccionar especies y también medicamentos.
Especies que, por supuesto, son muy utilizadas hoy a través del mundo, y medicamentos que muchos aún aplican tanto en ungüentos y cremas de uso tópico como en aceites y otros preparados.
Porque la mostaza que acostumbramos considerar como un simple ingrediente para realzar el sabor de carnes y aves, tiene propiedades medicinales. Antisépticas y digestivas, antiinflamatorias y desintoxicantes. Aunque su uso puede igualmente inducir a reacciones adversas.
La mostaza es un condimento con varias características y cualidades. Es baja en calorías, no tiene colesterol, entre otras razones porque las grasas de tipo animal no entran en su composición, es rica en minerales -selenio y magnesio-, y sus semillas ofrecen un alto contenido proteico así como cualidades digestivas y antisépticas.
Existen 40 especies de mostazas. Sin embargo, las que se utilizan para uso culinario y con fines médicos son las mostazas blanca, negra y salvaje. Con la negra, por ejemplo, se elabora la gran mayoría de las mostazas que se encuentran en el mercado. Aunque el árbol de mostaza se cultiva en distintos países del mundo, el 90 por ciento de las semillas que circulan en el mercado mundial provienen del Canadá.
Bien sabemos que la mostaza se ha convertido en un ingrediente indispensable en los restaurantes de comidas rápidas. Para las hamburguesas y los perros calientes, por ejemplo. Para el pollo frito al que se le adiciona la mostaza mezclada con miel. Para el repollo macerado en vinagre o vino que los alemanes y franceses utilizan para preparar la choucroute. Para una multiplicidad de preparaciones culinarias, entre las cuales el muy conocido gigot francés.
En cambio, lo que no estamos acostumbrados a considerar es el aspecto medicinal de la misma mostaza. De hecho, rara vez pensamos en el uso que se les da a las semillas y a las hojas de las matas. Sin embargo, son aspectos que acaban siendo interesantes por sus bondades, de una parte, y por sus inconvenientes de otra.
Ya sabemos que el uso medicinal nació en la Antigüedad. De acuerdo con las investigaciones, los romanos habrían sido los primeros en desarrollar una preparación a base de mostaza. La utilizaban como condimento gastronómico y con él adobaban numerosos alimentos. Entre éstos, elaboraban un queso. Varias eran sus fórmulas y recetas. Se conoce, por ejemplo, la que se lograba tras la mezcla de las semillas de mostaza con el jugo de las uvas.
Entre los usos medicinales que les dieron a las semillas de mostaza se incluía el tratamiento de los dolores de cabeza. Las consideraban así mismo como ayudas digestivas.
A los griegos se les deben cualidades adicionales atribuidas a la mostaza. Para ellos, ésta ayudaba a aumentar la memoria y a alegrar los ánimos. Ellos también utilizaron os granos de mostaza para tratar artritis y reumatismos. Se sabe hoy que, entre sus propiedades, están las de ser antiinflamatorias. En algunas circunstancias, los ungüentos y el aceite ayudan a calmar dolores.
Es cierto que pequeñas cantidades de mostaza -el condimento- ayudan a abrir el apetito y a una mejor digestión. Pero quienes sufren de úlceras estomacales, colon irritable y otras afecciones gástricas deben mejor limitar su consumo por cuanto puede acabar irritando la mucosa estomacal.
Existen distintas preparaciones para uso médico. Están, por ejemplo, los cataplasmas que se hacen a base de harina de mostaza y que se pueden aplicar en el pecho para tratar afecciones respiratorias leves, congestiones pulmonares poco serias y resfriados. Deben usarse con cautela porque pueden irritar la piel y ser causa de alergias dérmicas.
Así mismo se usan preparados de mostaza que se diluyen en agua y con los cuales se hacen baños de pies. Tienen diversos usos:
- Para combatir hongos en las uñas y el llamado pie de atleta. Las investigaciones científicas permitieron detectar en la planta ocho componentes esenciales con propiedades para combatir los hongos.
- Por sus propiedades para aumentar la irrigación sanguínea, la mostaza en los baños de pies puede ayudar a combatir la hipertensión arterial y los dolores de cabeza.
- Podría eventualmente ayudar a corregir trastornos en los ciclos menstruales.
Es importante insistir en la precaución que debe observarse antes y durante el uso de la mostaza en aplicaciones tópicas y baños de pies.
Es así como no se recomienda ningún tratamiento para:
- Quienes sufren de hipotiroidismo
- Quienes sufren de dispepsia, gastritis y úlceras digestivas
- Quienes sufren de várices, flebitis, trombosis y otros problemas circulatorios.
- Deben evitar el uso de las hojas y semillas ricas en oxalatos y potasio los que sufren de insuficiencia renal
- Así mismo deben evitar la mostaza los que presentan alergias a las plantas o verduras de la familia de las crucíferas como la rúcula, los repollos, el brócoli y otros ya que la mostaza pertenece a la misma familia.
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