lunes, 8 de junio de 2015

Frenar el envejecimiento



¿Qué es envejecer?

Muchas son las teorías de cómo y por qué envejecemos. 


Por ejemplo, dicen que existe un programa predeterminado biológicamente que determina la longitud de nuestra vida.


O dicen también que envejecer es el resultado de las agresiones del ambiente.


O quizá es el resultado de un mecanismo interior que lleva a los genes a conectarse y desconectarse hasta que llega el momento en que quedan apagados lo que no permite la renovación de las células.


Cualquiera que sea la teoría acerca del envejecimiento, no existen dudas de que la longevidad está determinada por nuestros genes, por el estilo de vida que llevamos a lo largo de los años, por las alteraciones que se suceden en las proteínas y por los daños que causan los radicales libres.


Como se ve, una multiplicidad de factores intervienen. Pero, si bien no todo el mundo envejece de manera similar, sí existe un común denominador en el proceso que afecta a todos los seres humanos: el daño celular.


Que se manifieste ese daño en nuestra piel y que esto se traduzca en arrugas, que se presente en nuestras arterias y cause aterosclerosis o acumulación de grasa en las mismas, que ataque el páncreas y se transforme en diabetes... Cualquiera que sea el órgano atacado, el resultado del daño de las células siempre conducirá al envejecimiento.


Pero, ¿acaso es éste un proceso irreversible? Habría alguna posibilidad de proteger las células y evitar que se dañen, se podría revertir el proceso de envejecimiento de alguna manera?


Ya lo veremos más adelante. Por lo pronto, aquí se exponen las más comunes y conocidas manifestaciones que acompañan el envejecimiento:

- Daños en la piel. Arrugas, adelgazamiento de la piel, manchas oscuras, pérdida de la elasticidad;
- Obesidad y pérdida de la silueta. Piel menos protegida por la capa de grasa subcutánea;
- Enfermedades cardíacas. Tensión arterial alta, niveles altos de colesterol, aterosclerosis, arteriosclerosis o endurecimiento de las paredes de las arterias, trombosis, infarto;
- Diabetes;
- Artritis, osteoporosis, problemas en las articulaciones;
- La inmunidad se debilita y falla el sistema de defensas, baja la resistencia a las infecciones;
- Trastornos digestivos, divertículos, fallas en el colon, cáncer estomacal;
- Menor agilidad en la función cerebral. Pérdida de memoria, reducción de la función cognitiva;
- Daños en los nervios que conducen a la enfermedad de Parkinson y otros trastornos;
- Problemas oculares, degeneración macular, cataratas, glaucoma.

Aunque estos daños atentan contra distintos órganos, y aparte de los trastornos que pudieran haberse presentado con anterioridad, sí se destaca una causa común al daño de las células que detonaron los daños: y es lo que es conoce como la oxidación causada por los radicales libres.


Los radicales libres, que podrían también llamarse moléculas inestables o átomos, ocurren de manera natural en el organismo. Son producidos por cada una de las células del cuerpo. Nuestro sistema inmunitario los utiliza para matar bacterias. Incluso son utilizados por las células nerviosas.


De hecho, los radicales libres están en todas partes, en nuestros cuerpos, en el ambiente, en algunos de los alimentos que comemos. Así que es preciso protegernos para minimizar los daños. Por supuesto, evitándolos, evitando exponernos a los lugares contaminados y luego, incrementando nuestro consumo de antioxidantes protectores.

Los radicales libres pueden venir de:
- La exposición prolongada a los rayos solares o a las cámaras de bronceo
- La polución
- El tabaco
- Las radiaciones
- Sustancias cancerígenas
- Aceites de cocinar que se utilizan una y otra vez y suya composición química se ve alterada por ese abuso
- Aceites poliinsaturados expuestos a la luz solar o a la luz eléctrica.

El daño comienza cuando se intensifica la afluencia de radicales libres a las células. A menos que el mismo organismo disponga del tiempo suficiente para proceder a reparar las injurias, los radicales libres bombardean las células. Y la consecuencia, ya la vimos, es la enfermedad y/o el envejecimiento.

¿Cómo se logran "desarmar" los radicales libres? ¿Es posible minimizar sus daños?

Sí,  una de las más adecuadas y efectivas formas de hacerlo es a través de la alimentación. Consumir productos llenos de nutrientes que fortalezcan nuestro sistema inmunitario y nos hagan resistentes al uso y, por qué no decirlo, al abuso.

Los radicales libres quedan neutralizados a través del consumo de:
- Vitamina C
- Vitamina E
- Betacarotenos
- Zinc, que es un mineral antioxidante
- Selenio, otro mineral antioxidante.
Algunos alimentos especialmente recomendados:
- Ciruelas, uvas, frutos rojos
- Espinacas, lechuga kale, repollitas de Bruselas, brócoli, coliflor, repollo
- Ajo y cebolla
- Pescado, soya y huevos

Protección.-
Si bien existe un tiempo genético que acelera o hace más lento el envejecimiento, también se presentan medidas adicionales que ayudan a evitar la oxidación de las células. Entre ellas:
- No abuse ni se exceda con la comida
- Consuma una dieta rica en antioxidantes y con alimentos capaces de limitar el daño que hacen los radicales libres
- Evite y suprima las grasas saturadas, hidrogenadas y trans así como el colesterol malo LDL
- Cocine con aceite de oliva
- Proteja contra la exposición a la luz eléctrica o solar el aceite que guarda en casa. Opte por envasarlo en botellas oscuras y guardarlo en la alacena
- Reduzca el consumo de productos refinados (azúcares y carbohidratos)
- Limite el consumo de alcohol. Permítase una copa de vino rojo con las comidas.

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