viernes, 19 de junio de 2015

Cáncer: si usted acabara de nacer...



Es muy fácil especular y trenzar toda clase de conjeturas. Y hablar de hipótesis: si hubiera, su pudiera, si hiciera...

¿Y adónde llevan todos esos "si"? Realmente a una serie de palabras vanas, sin fundamentos. Porque lo actual, lo presente, lo que tenemos al frente, eso sí es real.

Aún así, existen estudios científicos que nos permiten soñar. Uno de ellos es el de saber qué haría a lo largo de su vida cada uno de nosotros si acabara de nacer para evitar las enfermedades.

Es cierto, y lo hemos reiterado tantas veces, que los alimentos no operan milagros. ¿Que tienen una influencia sobre la salud? Sí que la tienen y es enorme, a veces definitiva. Pero ¿que curan enfermedades tan graves como el cáncer? Algunos aseguran que sí.

Aunque en una enfermedad tan seria como lo es el cáncer interviene una multiplicidad de factores y elementos tan importantes unos como otros.

Tenemos en primer lugar, fundamental, la predisposición genética o herencia. Luego, viene la alimentación. Más adelante, presentamos los estilos de vida, el medio ambiente, la confluencia de químicos a nuestro alrededor, hasta en nuestros alimentos, el mismo calentamiento global... Las células malignas se complacen en juguetear con cada uno de estos factores y, si nos descuidamos, es pronta su primacía. por encima de nuestra salud y nuestro organismo, más allá de la vida.

Paremos acá y démonos el permiso de especular. Para preguntarnos: si acabara de nacer, ¿qué haría para evitar el cáncer? 

Partimos de la base irrefutable de que un organismo bien alimentado, lleno de nutrientes, fuerte y con mucha energía, se deja atacar con mucha menor facilidad del organismo débil y malnutrido. Esto, nadie lo discute.

Pero vayamos más adelante.

Si usted acabara de nacer y pudiera escoger para el resto de su vida la dieta perfecta para evitar el cáncer, sería vegetariano o semivegetariano, pero se permitiría de vez en cuando disfrutar de un buen pescado o de algunos crustáceos.

¿Qué evitaría? La carne roja, los alimentos de origen animal ricos en grasa saturada y los productos lácteos como la leche y el queso, ambos con toda su grasa.

Comería en cambio muchas frutas y verduras junto con cereales integrales, en particular salvado de trigo. Más leguminosas como los fríjoles, garbanzos y lentejas.

Bebería té verde, mucha agua y, de vez en cuando, café. Consumiría leche baja en grasas y yogur, en especial el preparado con cultivos de lactobacilina.

Si consumiera alcohol, lo haría con mucha moderación. Y, si acaso, optaría por el vino rojo más que por otras bebidas. No tomaría gaseosas sino frutos de verduras y/o frutas frescos, recién extraídos.

Entre los pescados, le daría prioridad a la anguila, alimento con mayor contenido de vitamina D que, supuestamente, combate el cáncer de seno. Además, siempre escogería pescados grasos como la caballa y el salmón, la sardina y el arenque, en vez de los pescados de carne magra. Los grasos están llenos de ácidos grasos omega 3, con poderes para bloquear el cáncer. 

Uno de los renglones alimenticios que no visitaría sería el de los alimentos curados y salados como los jamones y demás productos de charcutería. Muy de vez en cuando, podría permitirse una o dos tajadas de jamón de cerdo libre en 98 por ciento de grasa, o de jamón de pollo y/o pavo. De hecho, podría comer con frecuencia la pechuga del pavo asada mas no llevaría a su mesa el tocino o el salami.

Por supuesto, los cereales integrales estarían entre los primeros lugares. Pan integral, por ejemplo, pastas elaboradas con harina también integral, arroz integral, mucha avena, centeno y cebada. El pan lo comería sin untarle margarina ni mantequilla.

Y, a este propósito, ¿qué grasas serían permitidas? Las insaturadas, por supuesto, tratando de hacer un balance entre aquellas que aportan omega 6 y las que contienen omega 3. Por eso usaría con moderación el aceite de  maíz, el de cártamo y ajonjolí, y preferiría el de oliva y el de canola. Otro aceite que sería el bienvenido en la mesa y que es muy poco popular, es el aceite de linaza.

La misma linaza, como semilla, haría parte de la dieta cotidiana junto con otras semillas como las de la ahuyama, el girasol y el ajonjolí. Consumidas solas o junto con nueces -almendras, avellanas, nueces del nogal, de Brasil, pistachos, piñones y demás. En efecto, las nueces son muy ricas en vitamina E y en otros agentes anticancerosos y se tendría en cuenta que la nuez del Brasil es rica en selenio, mientras que la del nogal contiene ácido elágico y las almendras ácido oleico. 

Y un detalle muy importante: sería fanático de todas las verduras, crudas y cocinadas o asadas. ¡No faltarían ensaladas en la mesa de todos los días y casi a todas las horas! No se cansaría nunca de comer brócoli, pimentones, zanahoria, repollo, cebolla, tomate, ajo. ¿Adónde quedan las espinacas? Estas tampoco podrán faltar junto con los espárragos, los zucchini y las habichuelas... Lo que nos lleva a hablar, además, de las frutas. Todas ellas, con preferencia por las de mayores y más vivos colores: fresas, frambuesas, patilla -o sandía-, uvas rojas. Sin omitir la importancia del albaricoque, la guayaba, el kiwi, el banano, los higos. Respecto a éstos, se incluyen los frescos y los secos, igual que las uvas pasas, ciruelas pasas, dátiles, cramberris y demás.

Por supuesto, la dieta sería equilibrada, llena de nutrientes, variada y suficiente. En cantidades apropiadas para cada uno, sin excesos de calorías y mucho menos de grasas, así fueran insaturadas... La obesidad está entre los riesgos de contraer un cáncer, especialmente de seno, colon y próstata.

Para concluir: recordar la importancia del ejercicio. Una rutina diaria, permanente, excelente para la mente y el cuerpo, contra la depresión y la misma obesidad. 

Como lo vemos, en este caso la hipótesis nos condujo lejos. Hacia una dieta protectora, amiga de una vida longeva.

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