Leer las etiquetas impresas en los empaques de los alimentos es indispensable.
Porque le informan todo -o casi todo- lo que contiene ese alimento, incluidos la sal, las grasas y los azúcares.
Y es indispensable por cuanto le orientan acerca de lo que le aportarán los productos que incluye en su dieta cotidiana. Si usted sufre de diabetes, tensión arterial alta, niveles elevados de colesterol, sabrá si ese alimento le conviene o no, si le puede perjudicar y si, de pronto, debe remplazarlo por otro. Con menores índices de grasa, o menos sal, o sin azúcares.
Otra información bien útil si usted quiere mantener su línea o, de pronto, perder unos kilos, serán las calorías que ese alimento le aportará. Generalmente anotadas por cada 100 gramos del producto, le será fácil hacer la cuenta en relación con la cantidad que se puede permitir comer.
Y una información adicional: la fecha de caducidad. Para evitar intoxicaciones o, por lo menos, trastornos digestivos. Este dato es de suma importancia cuando se trata de carnes, pollo, productos de mar y lácteos.
Así como la mayoría de los países del mundo tienen legislación respecto a la obligación de incluir información en todos los productos alimenticios, así mismo se han emitido normas relacionadas con la información que debe acompañar todo medicamento.
Por supuesto, leer esos folletos es de enorme utilidad e importancia. De pronto, como simples ciudadanos ignorantes de los términos científicos, no comprenderemos las informaciones que nos hablen del contenido, ingredientes y principios químicos de los medicamentos. Pero sí sabremos qué efectos secundarios pueden derivarse de un tratamiento, cuáles dosis deberemos respetar, qué inconvenientes y restricciones pueden derivarse del medicamento. Estos, y muchos otros indicativos igualmente importantes.
Porque, bien lo sabemos, cada medicamento tiene efectos secundarios o indeseados. Así sea el más simple de los analgésicos. Cualquiera de nosotros puede reaccionar mal y esto también figura en los folletos adjuntos a los remedios.
Por supuesto, el médico que ha formulado el tratamiento le informará acerca de sus posibles reacciones o efectos adversos. Si no lo hacen, es oportuno que le solicite dicha información.
Hoy vamos a conversar acerca de un aspecto que no siempre se tiene en cuenta. Y que, además, rara vez aparece en los folletos de instrucciones. Se trata del efecto que pueden tener algunos alimentos frente a uno o más medicamentos o a alguno de sus principios activos o ingredientes.
Es de anotar que las reacciones adversas no se producen en todos los casos ni en todas las personas. Así que esta nota es un indicativo, tómela como orientación y posible medida de precaución. Consulte cualquier duda que le surja al respecto.
Anticoagulantes.-
Los alimentos que contienen atas dosis de vitamina K pueden alterar la eficiencia de los anticoagulantes. Se parte del principio de que esta vitamina ayuda a la coagulación de la sangre.
Entre los alimentos que deberían evitarse o, por lo menos, consumir con moderación, se encuentran el repollo, el brócoli, las repollitas de Bruselas, espinacas, aguacate, perejil, lechuga, menudencias de pollo o de res.
Abusar de ellos cuando se encuentra en tratamiento con anticoagulantes puede llevar a la formación de trombosis.
Colesterol.-
Tomar jugo de toronja junto con un medicamento para reducir los niveles de colesterol en la sangre puede ser contraproducente.
En efecto, el jugo de toronja, consumido en exceso o en dosis permanentes diarias, puede incrementar de manera considerable la acción de varios medicamentos hasta llevar a una sobredosis, aún si se han respetado las cantidades ordenadas.
Precisamente uno de esos medicamentos pertenece a la gama de los que son formulados para reducir los niveles de colesterol. El perjuicio se deriva del hecho de que la potencia de uno de los principios activos del medicamento se ve elevada en 15 veces. Entre los efectos secundarios de esa sobredosis den la absorción se incluyen daños musculares, a veces graves.
Otros medicamentos que reaccionan mal con el jugo de toronja incluyen anticoagulantes tomados por vía oral, tranquilizantes, somníferos, algunos antibióticos, inmunosupresores.
Alcohol.-
Si usted se encuentra bajo tratamiento con antidepresivos es conveniente que se abstenga de consumir bebidas alcohólicas. Lo mismo puede aconsejarse cuando toma pastillas contra el insomnio.
Y si su médico le formula antibióticos, pregúntele si son compatibles o no con el alcohol. Mientras el efecto de los tranquilizantes puede elevarse de manera considerable cuando éstos son combinados con bebidas alcohólicas, el de los antibióticos, por el contrario, puede verse anulado.
El alcohol no siempre tiene buenas relaciones con los analgésicos ni con los antiinflamatorios. Con frecuencia, la combinación lleva a reflujos estomacales y a ardor en la boca del estómago.
Tampoco hacen siempre buena amistad con el alcohol otros medicamentos como los antialérgicos.
Los cítricos.-
Pueden no ser tolerados cuando se hacen tratamientos con antiinflamatorios.
Entre ellos se incluyen las naranjas, limones y la ya citada toronja.
Frente a los antiinflamatorios y algunos analgésicos, como la aspirina, pueden producir dolores en la boca del estómago.
Cafeína.-
Algunos antibióticos reaccionan de manera exagerada en presencia del café o de otras bebidas que contengan cafeína como el té y algunas gaseosas.
Consulte al respecto con su médico. Por lo menos, trate de evitar esas bebidas o de limitar su consumo mientras se encuentre bajo tratamiento.
¿Y el sol?
Sí, algunos medicamentos reaccionan mal cuando usted se encuentra en tratamiento y tiene exposiciones prolongadas a los rayos solares.
En efecto, bajo el efecto de los rayos UV, algunas moléculas pueden producir alergias y, en ciertos casos, ser tóxicas. Son moléculas que se encuentran en distintos medicamentos entre los cuales algunos antibióticos, ansiolíticos (que calman la ansiedad), antidiabéticos, diuréticos. Se incluyen además medicamentos contra los hongos y contra el acné.
Las reacciones pueden ser diversas, entre ellas una excesiva sensibilización a la luz, aparición de vesículas en la piel, urticaria y hasta problemas de pigmentación.
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