Por supuesto, uno de los grandes enemigos del hígado es el alcohol. Una copa de vez en cuando es amigable. Pero el exceso es realmente nocivo.
Pero las bebidas alcohólicas no son las únicas que dañan o pueden dañar el hígado. Son otros hábitos, sustancias, ambientes los que, de manera subrepticia le causan perjuicios. Sin que nos demos cuenta de ello, van carcomiendo este órgano, uno de los más importantes que tenemos.
Lo es, grande en su importancia, por el papel fundamental que juega para nuestra salud, el bienestar y hasta la longevidad. Lo sabemos: el hígado es el filtro que evita que nos envenenen las toxinas que, por miles, ingresan a diario a nuestro cuerpo. Las filtra y las desvía para que otros órganos, como los riñones, las eliminen. Es igualmente el órgano que actúa como jefe de orquesta para armonizar varias funciones. Maneja el tránsito de sustancias como las hormonas. Y es tan noble que es capaz de regenerarse cuando una de sus porciones, a veces grande, es extraída con un escalpelo!
Sí, es resistente. Pero tampoco sus capacidades son ilimitadas. Tantas veces abusamos de él que se acaba cansando.
¿Cuáles son los abusos que cometemos hacia el hígado?
Aquí van unos pocos de ellos.
Demasiados postres.-
Caramelos, tartas, galletas, helados cremosos... Tan sabrosos y tan apetecidos! Nos alegran el momento durante el cual los comemos. Pero...
Si abusamos de ellos, de ser alimentos amigables, amables, se convierten en enemigos feroces. No solo porque contribuyen a la ganancia de peso y nos acercan a la obesidad. Sino porque agotan el hígado.
Porque, entre sus múltiples funciones, el hígado se encarga de regularizar las cantidades de azúcares y grasas que pasan a la sangre. Pero cuando le llegan azúcares en abundancia, se agota su capacidad de despacharlos hacia el conducto sanguíneo, y, a ese momento, comienza a almacenar en sus propias células los excesos remanentes. Excesos que, poco a poco, lo irán lesionando.
Se trata de los azúcares de rápido consumo. Por ejemplo, los que son hechos con azúcar refinado, los mismos que el cuerpo utiliza de inmediato para procurarse energías. Esta es una razón adicional para que la dieta incluya azúcares lentos, o de lenta absorción. Entre los cuales, las frutas frescas, las frutas secas, verduras y leguminosas, huevos, todos los productos integrales -incluidos los cereales. Estos más el pescado, sobre todo el de carne grasa, ayudan a desintoxicar el hígado.
Otros alimentos que actúan con el mismo propósito son aquellos que contienen azufre, tales como el ajo, la cebolla, el repollo, el brócoli y el coliflor.
Dietas severas.-
Adelgazar debe ser una determinación bien pensada. Por supuesto, se requiere de mucho convencimiento para iniciar y mantener una dieta de bajas calorías. Pero se necesita igualmente tener mucha paciencia y sobre todo poco afán.
Porque perder kilos de manera rápida significa un mecanismo complejo. Se pierden grasas mas no todas y las que permanecen en el organismo se acumulan en el hígado y agreden sus células. Con frecuencia, la consecuencia es convertirlo en un órgano graso.
Cabe reiterar que es indispensable acudir adonde un médico nutricionista o dietista para lograr una dieta equilibrada que le ayude a lograr su objetivo de perder kilos son que esto le cause perjuicios. Y sin olvidar que la dieta surtirá un efecto muy superior si se le acompaña con una rutina de ejercicios, a razón de entre 30 a 45 minutos diarios, por lo menos 5 días a la semana.
Caminar, nadar, montar en bicicleta, todos los ejercicios son benéficos para el hígado e impiden que se acumulen las grasas en sus células.
Medicamentos.-
La automedicación: otro de los grandes enemigos del órgano/laboratorio del organismo.
Todos los medicamentos pueden causar algún daño al hígado ya que todos pasan por él antes de circular en el restante del cuerpo. Sin embargo, algunos son más susceptibles de lesionar las células hepáticas. Entre ellos, el exceso de analgésicos y de antiinflamatorios. En las personas mayores de edad, el riesgo es mayor sobre todo cuando están sometidas a tratamientos cotidianos.
La razón por la cual causan daño es porque el hígado, como lo vimos, actúa en calidad de filtro. Pero también descompone las sustancias que llegan con los medicamentos. Algunas de estas sustancias se vuelven tóxicas y, si no son eliminadas rápidamente, se vuelven dañinas para el hígado.
Embutidos.-
Sobre todo aquellos que traen toda su grasa. De hecho, todos los alimentos con altos niveles de cremas y grasas deben ser vistos con desconfianza con respecto al hígado. Quesos, platos preparados con mucha mantequilla y salsas, alimentos fritos, grasas saturadas...
Ya vimos que el hígado regulariza los azúcares y las grasas que van a la sangre. Y, al igual que lo que sucede con el azúcar, el hígado tiene una capacidad limitada para reorientar las grasas. Así, los excedentes quedan almacenados en las células hepáticas y, a la larga, las acaban dañando.
Y el alcohol.-
El exceso de bebidas alcohólicas acaba ocasionando serios daños en el hígado. De allí que se insista en la conveniencia de bien dosificar el consumo. Para los hombres, es conveniente evitar pasar las 21 copas semanales y para las mujeres, 14.
Todos los alcoholes se incluyen. Porque todos ellos son igualmente tóxicos para el hígado. Cuando este busca descomponerlos, se desatan reacciones químicas que no solo lo agotan sino que acaban lesionando sus células.
Otra razón es que descomponer las sustancias que provienen del alcohol es una tarea tan agotadora que el hígado se ve en la incapacidad de dedicarse a desintoxicar otras sustancias.
A largo plazo, el alcoholismo crónica puede dar lugar a una cirrosis y ésta convertirse en cáncer hepático.
Atención para los jóvenes: el llamado "binge drinking", práctica que se está volviendo muy frecuente entre los jóvenes, es seriamente perjudicial para el hígado. Hablamos del consumo excesivo de bebidas alcohólicas en un tiempo muy breve.
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