lunes, 23 de mayo de 2016

¿Hablamos de la memoria?



Cuando estudiaba en el colegio, tenía una compañera con una memoria tan prodigiosa que se había aprendido el anuario telefónico y lo podía recitar una y otra vez. Con todos los detalles: número, dirección y, casi, la página...

Es cierto que, a esa época -muchas décadas atrás- la ciudad era mucho más pequeña y sus habitantes, sobre todo los que tenían teléfono, mucho menos numerosos. Pero, de todos modos... Hay que reconocer que esos son casos excepcionales, es cierto. Pero nos deberían hacer pensar en que todos deberíamos trabajar para fortalecer nuestra memoria. Sin embargo, hoy, el mundo moderno y la tecnología que ha invadido la totalidad de nuestras vidas se han convertido en una casi enemiga de la memoria. 

Y todo lo sabemos: ya ni siquiera nos damos el trabajo de memorizar un número de teléfono ya que queda inscrito en la memoria del celular... No buscamos recordar las citas porque tanto el computador como el celular se encargan de ello. Hasta la lista de las compras queda inscrita en alguno de los artefactos que nos acompañan a toda hora...

Y la memoria, igual que el cerebro, son como músculos: entre menos se trabajan más se anquilosan, más se arrugan, menos ágiles y hábiles son.

De todos modos, a todos nos pasa: olvidamos adónde dejamos la cartera, las llaves o las facturas. Más de una vez confundimos los caminos y nos desorientamos. En tantas ocasiones no logramos recordar el nombre de la persona que cruzamos, así haya sido nuestro vecino de larga data!

Pero esto no nos permite precipitarnos en los brazos de Alzheimer. Sin pretender consolarnos, digamos que son descuidos, andamos distraídos, tenemos la cabeza abarrotada de demasiada información y muchas novedades.  Lo que sí, y ya lo anotamos, nos debe hacer pensar que la memoria necesita, exige, que la trabajemos. No nos perdona que la descuidemos. Porque se aja y se pierde.

Y sí es una lástima no aprovechar un don que la naturaleza nos hace desde aún antes de nacer. Las investigaciones han confirmado que el feto, en el vientre de su madre, tiene la capacidad de memorizar los olores, el tacto, el sabor y el sonido de su madre.

La memoria tiene su sede en el hipocampo, en el cerebro. Pero, ¿sabía usted que el cerebro está compuesto en un 80 por ciento de agua? Lo recordamos porque, en caso de deshidratación o de falta de agua, la memoria también sufre.

Aquí entramos al campo de la nutrición: es imprescindible asegurar una adecuada hidratación del organismo. Para ello, no basta con tomar los aconsejados dos litros diarios de agua sino que se hace preciso, además, consumir los alimentos ricos en agua como las verduras y las frutas. La memoria se beneficia con ello.

Pero no es otro: además del agua, e l cerebro es un tremendo glotón de oxígeno hasta el punto de acapararse el 20 por ciento del oxígeno que ingresa a nuestro organismo. Con el fin de garantizar una óptima oxigenación, existen muchas actividades que se pueden cumplir. Tales como caminatas al aire libre, en ambientes por supuesto no contaminados, paseos al borde del mar o en la montaña, a campo abierto... Sin olvidar que la vía más cercana a nosotros, citadinos, es la de practicar un deporte o mantener una rutina de ejercicios. Además de recibir oxígeno, la actividad física incentiva la liberación de endorfinas, hormonas que favorecen la concentración y, con ésta, la memoria.

Vayamos un poco más lejos. O, para decirlo mejor, devolvámonos al camino de nuestros primeros años de vida. Cuando todavía en los colegios no se encontraban ni calculadoras ni computadores. Cuando se utilizaban el lápiz, el esfero o el estilógrafo -o pluma-, cuando teníamos cuadernos y libretas de apunte. Se ha comprobado que escribir a mano estimula las zonas del cerebro que tienen que ver con la reflexión, el lenguaje y la memoria.

Es cierto que el computador es como un mago. Los aparatos de fotografía también. Ellos se encargan por nosotros de conservar todo lo que nuestra memoria en otros tiempos almacenaba! No significa esto que no los debamos utilizar y a veces abusar de ellos, sin embargo recordemos que la observación de nuestro alrededor, la reflexión, los cuestionamientos, el diálogo siguen siendo útiles para conservar una memoria íntegra. Son como el aceite con el que se lubrican os mecanismos de la memoria.

Y ya que hablamos de aceite, entremos de lleno en la nutrición. Porque ésta también tiene su parte de responsabilidad en cuanto a cerebro y memoria se trata. Muchos alimentos tienen la fama de combatir el envejecimiento. Fama bien merecida a veces.

Estos alimentos están a nuestro alcance. Pueden constituir parte de nuestra dieta cotidiana. Se incluyen entre ellos los frutos secos como las nueces,  y las semillas como las de ahuyama. Otros consejos son:

- Remplazar la carne roja por peces y frutos de mar que son ricos en ácidos grasos poliinsaturados, y proteínas de muy alta calidad. Entre ellos el salmón, el arenque, las sardinas y el atún, la caballa,
- Remplazar la leche de vaca por la de oveja o cabra;
- Privilegiar las verduras y frutas conocidas por su riqueza en fibras y antioxidantes.
- "Abusar" de alimentos ricos en vitamina C y, por ende, en antioxidantes como los frutos rojos, los cítricos, las repollitas de Bruselas y los repollos, el brócoli;
- También "abusar" de alimentos ricos en vitamina E, también antioxidante, como las papas, las semillas de ahuyama y de girasol, sin olvidar el ajo, las almendras, las berenjenas, remolachas, champiñones, limones, espinacas, kiwi y manzana;
- Completar las reservas con una buena dosis de magnesio gracias a las verduras de color verde y de hojas grandes, el chocolate negro. El magnesio contribuye a incrementar las sinopsis o terminaciones nerviosas en el cerebro encargadas de transmitir las informaciones.

Como se ve, los hábitos y el ritmo de vida influyen en la conservación de la memoria. Podemos mantener hábitos sencillos pero que nos ayudan, tales como una breve siesta al mediodía, o una caminata al aire libre durante la pausa del almuerzo.

Así mismo, un consumo moderado de café es benéfico ya que estimula la memoria a largo plazo y mejora la memoria visual. Otro consejo es el de fomentar la alegría y la risa. Y, por supuesto, la lectura. Un buen libro no solo mejora las facultades cognitivas sino que ayuda a imaginar, comprender, memorizar. O sea que pone el cerebro a trabajar.

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