De una manera u otra, todos cargamos un grado de toxicidad en nuestro organismo. Unos más que otros, pero es difícil que alguno se escape.
¿Extraño afirmarlo? Pienso que no. Sobre todo si nos detenemos a analizar la vida que llevamos, el ambiente en el que vivimos, los alimentos que consumimos... ¿Acaso las verduras y frutas no fueron rociadas con insecticidas? ¿Son productos orgánicos? Magnífico, pero aún así, no estamos seguros que el restos de nuestros alimentos no contengan sustancias artificiales, colorantes, preservativos, etcétera.
¿Y qué decir del aire que respiramos?
No ahondemos en el tema. Porque, en tantos casos, somos víctimas inocentes de lo que sucede a nuestro alrededor. Inocentes y/o ignorantes, impotentes.
Más bien hablemos hoy de las neurotoxinas. Los efectos que llegan a producir ciertas sustancias en las células de nuestro cerebro.
Por supuesto, son los niños los más afectados por la toxicidad. Porque sus cuerpos no cuentan con sistemas fuertes para combatirla, porque esto los hace más frágiles y porque, en muchos casos, ellos consumen cantidades mayores de alimentos "contaminados".
Hormonas que el mismo cerebro produce regulan las funciones del órgano maestro. Básicamente las hormonas son sustraídas de los aminoácidos que nos llegan a través de los alimentos. Alimentos que son digeridos y absorbidos de manera adecuada para permitir al cerebro su aprovechamiento.
Pero el cerebro es un órgano delicado y su complejo sistema hormonal puede fallar, desequilibrarse o desactivarse. Y esto, debido a múltiples factores y circunstancias.
Aquí llegamos a las neurotoxinas: una clase de químicos que llegan a dañar el sistema nervioso y dar lugar a un sinnúmero de síntomas y trastornos emocionales o del comportamiento. Trastornos que pueden ir desde el insomnio a la depresión, alucinaciones y hasta demencia, pérdida de memoria y sicosis.
Muchas veces los cambios que producen los químicos son tan sutiles que las personas solo se dan cuenta de ellos cuando los síntomas se hacen evidentes Es cuando comienza la búsqueda de las causas, afán que con frecuencia hace omisión del tema de la toxicidad.
Aquí van algunos ejemplos: temblores o adormecimiento de los dedos, calambres, sensación de vértigo, impotencia y pérdida del tacto. Síntomas característicos de una neurotoxicidad. Y que, muchos años más tarde, pueden desarrollarse en enfermedades, o problemas de visión, dolores difusos, pérdida de memoria, aletargamiento, irritabilidad y depresión.
Hay casos que se hacen irreversibles, otros logran superarse. Depende de cómo sean tratados.
¿Cuáles son las sustancias que con más frecuencia se expanden en el ambiente? La lista es interminable. Por lo cual solo anotamos el efecto nocivo de los metales pesados:
- Arsénico: Vértigo y aturdimiento, dolores de cabeza, debilidad generalizada, cansancio, falta de coordinación, agresividad.
- Boro: Falta de coordinación y dificultad para descansar, desorientación, agresividad.
- Cadmio: Fatiga, pérdida del olfato y el gusto, riesgo creciente de trastorno cardíaco.
- Cobre: Irritabilidad, dificultad de concentración, hiperactividad.
- Manganeso: síntomas siquiátricos que podrían asemejarse a reacciones de esquizofrenia.
- Mercurio: Temblores, falta de coordinación, problemas del habla, trastornos siquiátricos.
- Níquel: Dolores de cabeza. insomnio, delirio, irritabilidad.
- Selenio: mareos, fatiga y falta de energías, depresión.
- Pesticidas en general: trastornos neurológicos, metabólicos y siquiátricos.
- Nitratos: Posiblemente cancerígenos.
Breve guía contra la polución:
Una gran parte de los efectos de la polución puede ser eliminada, evitada o al menos contrarrestada mediante una adecuada alimentación y el análisis de circunstancias medioambientales.
- Todos nosotros, y de manera especial las madres gestantes y las que alimentan al pecho a su bebé, debemos eliminar el uso de pesticidas en el hogar. Cuando son indispensables, que no existen soluciones alternas, debemos limitar su uso al máximo. Un experto en el uso de hierbas puede orientarnos para remplazar los productos químicos por plantas, hojas o flores.
- La vitamina C ayuda a neutralizar el efecto de los nitratos en los alimentos. Bloquea la transformación de los nitratos en nitrosaminas, sustancias potencialmente peligrosas y cancerígenas.
- La misma vitamina C junto con el zinc inhiben la absorción del plomo y ayuda al organismo a deshacerse del que ha absorbido. También la vitamina C promueve las respuestas celulares a las hormonas.
- La carencia de calcio o de vitamina D3 predispone a las personas, especialmente a los niños, a afecciones bronquiales y dificultades respiratorias, entre las cuales el asma.
- Entre más natural es su dieta, más saludable resulta. Beneficia las funciones de todo su organismo y le impide sufrir por el estrés que aportan los contaminantes.
- En la medida de lo posible, procure alimentarse, usted y su familia, con productos orgánicos. Asegúrese, de todos modos, que sí son de origen natural y orgánico antes de pagar el precio que, por lo general, es superior al de los demás productos.
- En la medida de lo posible, evite comprar las verduras y frutas tratados con pesticidas químicos. Esto, por supuesto, es bien difícil sobre todo cuando se hacen las compras en los mercados de las ciudades!
- Evite que su familia, de manera especial los niños, consuman productos elaborados con azúcares y harinas refinados. Acostúmbrelos a comer el arroz y la harina integrales, el azúcar moreno, las frutas frescas en vez de las gaseosas o jugos ya listos comercializados, las verduras crudas o apenas cocinadas, la carne y el pollo bien asados.
- Evite incluir en su mercado los productos que contengan colorantes, preservativos, sabores artificiales y otras sustancias químicas. Existen colorantes naturales que no causan daño.
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