Sí, está que cruje, gruñe, se retuerce y, claro, me causa muchos dolores.
El médico diagnosticó una gastroenteritis severa y los síntomas sin inequívocos: diarrea -casi más de dos deposiciones cada hora-, náusea, vómito, algo de fiebre o, por lo menos escalofríos y mucha debilidad. Claro está, tensión arterial baja y una absoluta falta de apetito.
Dicen que es un virus. Que es recurrente en épocas de mucho calor, durante las canículas, cuando comienza el verano. No hay otra explicación. e hecho, si se han dado cuenta, a los virus les achacamos todo cuando nos ocurre y para lo cual no encontramos explicación lógica...
Pero volvamos a la gastroenteritis. Con frecuencia, el virus va acompañado de una intoxicación alimentaria, lo que agrava el cuadro y acrecienta el riesgo de complicaciones.
Con frecuencia también, esos malestares se presentan cuando se comienza un viaje, se cambia de ambiente y de clima, se comen alimentos nuevos y distintos. En este caso, por lo general, se habla de la diarrea del turista.
¿Qué hacer en estos casos?
Es fundamental: evitar la deshidratación. Y, si la situación se pone más seria, que a la diarrea se suma el vómito recurrente, se aconseja acudir a un centro hospitalario de urgencias. Es muy posible que, a ese momento, el médico tratante ordene conectar un suero para rehidratar a la persona mientras se le practican otros exámenes y se le formulan medicamentos. No es de extrañar que, entre éstos, sean incluidos antibióticos.
De todos estos episodios, el estómago se resiente bastante. Se pone delicado y muy sensible. En gran parte porque ha sido alterada, cuando no destruida, la mucosa intestinal. La digestión se hace pesada, se trastorna, hay dolores abdominales y cualquier alimento, por liviano que sea, es mal digerido.
Veamos entonces qué camino tomar. La primera etapa, por supuesto, es tratar la gastroenteritis y/o la intoxicación alimentaria. Seguir las instrucciones del médico, asumir durante unos días una dieta muy liviana, eliminar frutas y verduras así como carnes rojas y pimientas, comer papas cocinadas y arroz, un poco de pollo y algo de pescado, ambos asados o sancochados. Claro está, nada de fritos ni de grasas ni de azúcares.
Cuando la crisis ha pasado, y la persona se siente recuperada, llega el momento de cuidar la mucosa intestinal. Para ello, están los probióticos y los prebióticos.
Hablemos de ambos.
Los probióticos enriquecen la mucosa intestinal y la ayudan a recuperarse. Pero esto no es todo:
- Inhiben la proliferación de microbios patógenos y de micosis
- Mejoran el metabolismo del colesterol
- Sintetizan las vitaminas B2, B8, B9 y K
- Optimizan las funciones inmunitarias
- Mejoran el estreñimiento crónico y previenen las diarreas (tales como la del viajero)
- Mejoran la tolerancia de la lactosa
- Y ayudan a la desintoxicación causada por medicamentos, polución, hormonas y metales pesados.
Los probióticos se encuentran en algunos yogures enriquecidos y en pastillas que se venden en las droguerías.
Los prebióticos son fibras que estimulan en el colon la actividad y multiplicación de las bacterias "amigas", susceptibles de enriquecer la mucosa intestinal. De hecho, los prebióticos son el alimentos preferido de esas bacterias.
Entre los efectos de los prebióticos se incluyen:
- Mejoran el tránsito intestinal
- Ayudan contra la inflamación de los intestinos
- Disminuyen la permeabilidad de la pared intestinal
- Ayudan a la absorción del calcio y del magnesio
- Contribuyen a regularizar los niveles de glicemia en la sangre y a reducir los lípidos sanguíneos (colesterol y triglicéridos).
Algunos alimentos en donde se encuentran los prebióticos:
- Bananos poco maduros
- Espárragos
- Ajo
- Corazones de alcachofas
- Puerros
- Cebolla
- Centeno
Existen, de otra parte, algunos alimentos y especies que fortalecen las paredes internas del intestino y ayudan a mejorar la digestión, sobre todo en personas que son delicadas del estómago. Por supuesto, estos alimentos solo podrán ser incluidos en la dieta una vez que haya sido superadas tanto la gastroenteritis como la infección intestinal y la intoxicación.
Entre las especies, se citan: el comino, la nuez moscada, el cardamomo, los clavos, el jengibre fresco, el hinojo y la canela, el ajo, orégano, curry, albahaca, tomillo, cilantro, salvia. Todas estas hierbas aromáticas son muy eficientes para combatir los gérmenes patógenos en el intestino. El ajo, por ejemplo, posee propiedades extraordinarias contra las micosis, y se aconseja consumir todos los días dos dientes machacados.
Por demás, estas hierbas le ayudarán a reducir la sal, y le aportarán antioxidantes y potasio.
En cambio, le conviene limitar o evitar el exceso de pimientas, páprika y especies fuertes. Pueden generar inflamación perjudicial para la mucosa intestinal.
Para enriquecer aún más la mucosa intestinal, es aconsejable consumir alimentos ricos en glutamina. Tales como:
Carne, pescado, huevos, productos de mar, oleaginosos (nueces, avellanas, almendras), leguminosas, espinacas, perejil crudo, jalea real, polen, miso.
En las siguientes proporciones:
- 2 porciones diarias de carne, pescado, productos de mar, huevos
- Un puñado de oleaginosas
- 3 veces a la semana leguminosas.
Alimentos ricos en poliaminas, sustancias que también enriquecen la flora intestinal y ayudan a reparar y cicatrizar la mucosa intestinal:
- Arvejas, lentejas, champiñones y pollo.
Entre los productos recomendados para la mucosa intestinal se incluyen los almidones resistentes. Estos permiten mejorar la permeabilidad del intestino y reducir la inflamación. Tendrían igualmente la capacidad de reducir los niveles de glicemia en la sangre y la sensibilidad a la insulina.
Se encuentran en: Plátanos o bananos crudos poco maduros, fríjoles blancos, garbanzos, pan de centeno, papas cocinadas frías, arroz y espaguetis fríos, champiñones, castañas, centeno y trigo sarraceno.
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