lunes, 9 de diciembre de 2013

Adolescencia y Bien-Estar




Etapa difícil tanto para los adolescentes como para sus padres. Ellos, que no son todavía adultos pero dejaron de ser niños, andan un poco a la deriva, en busca de su nueva identidad, haciéndoles frente a todas las novedades que se presentan en sus cuerpos y en el entorno. Los padres, que temen perder su autoridad y por ello peligran con caer en el autoritarismo y la poca comprensión.

La adolescencia se caracteriza por un crecimiento abrupto y acelerado. De hecho, hay dos momentos en la vida durante los cuales se observa el mayor desarrollo y los más notables cambios físicos: los doce primeros meses de vida, y luego el lapso comprendido entre la preadolescencia y la adolescencia misma. Es además cuando se registran mayores necesidades y exigencias nutricionales.

Hablemos de la adolescencia. Aún si las situaciones se han venido acelerando y los niños son más precoces, usualmente se comienza a hablar de preadolescencia cuando cumplen 9. 10 años, y adolescencia a partir de los 12 ó 13 años. Lo que sucede en jóvenes y muchachos es distinto: ellas viven un crecimiento fuerte a partir de los 9 años y hasta los 12, edades durante las cuales se suelen presentar las primeras menstruaciones (menarquia). Después de los 13 y hasta los 18, su crecimiento sigue pero es pausado. En ellas, en vez de ganar en altura, los cuerpos se van conformando con la silueta de casi mujeres, Es así como se presenta un aumento en el volumen de grasa subcutánea y un ensanchamiento de las caderas a a vez que crecen los senos.

En los muchachos el crecimiento es inverso: crecen poco en la preadolescencia pero de pronto, entre los 12 y los 18 años, a veces hasta los 20, se estiran en forma sorprendente. De la noche a la mañana todo les queda pequeño y los pantalones apenas alcanzan el tobillo! Es en ese momento cuando aparecen los primeros cambios morfológicos significativos: hay indicios de barba, vello en el cuerpo, cambios en la voz, formación de musculatura y definición más acentuada de los órganos sexuales.

Si hablamos de necesidades nutricionales, surge el problema de que no existe realmente una definición concreta adaptada a ese margen de edades. Muchos creen que pueden alimentarse como adultos, otros piensan que no les es necesario cambiar la dieta.

De todos modos, ellos mismos, los adolescentes, se encargan de asumir nuevos hábitos alimenticios. No siempre muy adecuados lo que pone sobre el tapete el riesgo de la malnutrición. Entre los cambios, el primero en presentarse suele ser la suspensión del desayuno. Bien sea porque prefieren dormir un poco más y no les queda tiempo, o porque gustan de desayunar con los amigos. Y esa primera comida dista mucho de ser nutritiva: más bien conformada por "paquetes" y gaseosa, o perro caliente, pasteles... Rica en calorías vacías más con pocos nutrientes.

El mal comer tiene varios inconvenientes: un aporte insuficiente de energías o de nutrientes afecta la secreción de hormonas sexuales y/o retrasa el desarrollo puberal. Puede alterar el mismo crecimiento. En términos generales, los varones necesitan un promedio diario de entre 2.500 y 3.000 calorías mientras que las jóvenes requieren de un promedio de 2.400 calorías.

El aspecto más complicado es que, a esa edad, pocos consejos suelen aceptar. Vale más la presencia e influencia de los compañeros o amigos. De todos modos, para los padres es importante conocer cuáles son las exigencias de la edad y las consecuencias de faltantes en la dieta. Por ello incluimos algunos consejos que lleven al desarrollo pleno del hijo (a):

Proteínas: Durante esta época de desarrollo y crecimiento se hace relevancia al papel que tienen en la renovación de los tejidos. No se aconseja un incremento de las proteínas en la dieta, lo que sí se desea es que sean de óptima calidad. Para los muchachos se recomiendan entre 45 y 60 gramos diarios, para ellas bastan 45 gramos. Esta cantidad se encuentra en 100 gramos de carne de res.

Carbohidratos: Las cantidades son similares a las recomendadas para los adultos: entre 4 y 6 porciones diarias. Dato importante sobre todo porque la adolescencia es el momento en que se incentiva el cuidado del cuerpo y la búsqueda de la esbeltez. Y por supuesto, el primer producto que se elimina porque "engorda" es el carbohidrato. Al igual que con las proteínas, ojalá los que consuman sean de buena calidad. Sin embargo, poco es el joven que pide alimentos integrales. Prefieren más bien los productos industrializados hechos con harina refinada y azúcares blancos.

Grasas: Este punto es similar al anterior y lo que se debería buscar es que consuman aceites no saturados. Los adolescentes no deberían nunca tener colesterol alto. Pero la situación ha cambiado como consecuencia, lógica, de su alimentación. El riesgo cada vez más frecuente de sufrir de accidentes cardíacos y cerebrales en los adultos jóvenes se deriva de la equivocada nutrición en la adolescencia. Pero qué difícil es convencer a un (a) adolescente de que es mejor comer una carne asada con verduras y una papa cocinada que una hamburguesa llena de mayonesa y más salsas acompañada de papas fritas y una malteada...

Vitaminas: Vale la pena recordar que no engordan. Si la dieta incluye verduras y frutas el riesgo de una deficiencia vitamínica es inexistente. Pero ya sabemos que la dieta de los adolescentes suele carecer de esos alimentos. Las carencias de vitaminas se manifiestan en forma soslayada pero con síntomas como trastornos de sueño, irritabilidad, bajo rendimiento intelectual, disminución de la resistencia a las infecciones, apatía y cansancio.

Las vitaminas que más suelen faltar son las de la familia B, indispensables para el metabolismo de carbohidratos y proteínas y para el sistema nervioso central.

Minerales: Se citan dos prioritarios: el calcio y el hierro. Este consejo es válido para ambos sexos: deberían consumir por lo menos 4 vasos de leche al día o su equivalente en productos lácteos. Parece demasiado pero no lo es. Durante la pubertad, el crecimiento va acompañado por el proceso de calcificación de la estructura ósea. Durante los muy primeros años de vida se cumple el 50 por ciento de la mineralización del esqueleto; un 30 por ciento adicional se da durante la preadolescencia, y el 20 por ciento restante durante la adolescencia. Las consecuencias de una inadecuada mineralización se harán sentir en la edad adulta y sobre todo en los adultos mayores.

En referencia al hierro, necesario en cualquier época de la vida, pero indispensable para los adolescentes. Durante esta edad se produce una expansión en el volumen de la sangre y tanto el incremento de la masa muscular como las menstruaciones exigen de cantidades suficientes del mineral. Sin éste, existe el riesgo de sufrir de anemia o, cuanto menos, de resentirse con fatiga, falta de energías, poca concentración, cambios de humor.

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