jueves, 26 de diciembre de 2013

La báscula, un aguafiestas!

Quedé muy disgustada conmigo misma esta mañana cuando me subí a la báscula. Cometo el gravísimo error de pesarme todos los días. Esto es como un vicio, lo reconozco.

Y quedé de mal humor porque debí aceptar que los excesos que se cometen en las fiestas de fin de año no pasan indemnes. Claro, hoy amanecí con un kilo y medio de más. Mejor dicho, el horror, o casi.

Pero luego comencé a serenarme y escarbé en mis libros de consulta hasta que encontré una justificación que me consoló y menguó mi sentimiento de culpabilidad. En efecto, es muy frecuente ganar uno o dos kilos en épocas festivas. Les ocurre a hombres y mujeres y "nos" ocurre porque somos golosos. Y porque tenemos como muletilla la famosa frase: no importa, es una vez al año... No importa, estamos de fiesta... Hoy no importa y más bien mañana comeré muy poco y todo liviano... Etcétera.

Es una realidad: en estos días la fuerza de voluntad parece andar de vacaciones o para decirlo mejor, parece derretirse ante todas las delicias que llegan a nuestras mesas. Es difícil resistir, verdad? Sobre todo porque son platos que no se preparan sino una vez al año. Y una vez pasada esta temporada tendremos tiempo de recuperar la línea y perder lo mal conquistado.

Entre tanto, vamos a tratar de acudir a ciertas argucias o trucos para frenar el ascenso y, de cierta manera, limpiar nuestra consciencia. Como por decir que algo hicimos... Aquí van estas propuestas. Son fáciles de poner en práctica y no implican sacrificios.

No al hambre

Es una medida saludable: sabemos que las cenas se sirven tarde, que los almuerzos de familia demoran más de lo acostumbrado. Por ello es conveniente anticiparse y comer algo liviano mientras llega la hora. De esta manera, no nos precipitamos a la mesa como hambrientos, taladrados por un estómago que cruje. Por lo general pensamos que, como vamos a comer bien y mucho, es mejor "aguantar" y privarnos de comer algo previo. Pero, en este sentido, el hambre es nuestra peor aliada. Nos lleva a comer rápido y más de la cuenta, como si quisiéramos resarcirnos del sacrificio.

Comer algo previo significa escoger algún alimento que nos dé la sensación de saciedad por un buen rato. Por ejemplo, un yogur con o sin frutas, una barra de cereales, un sandwich pequeño de queso, unos frutos secos o unas nueces, fruta o verduras crudas como zanahoria, cocombro, apio.

De todo con mesura

Ya en el momento de comer vale la pena recordar que existen las porciones. Sin abusar, se puede comer de todo, o casi, pero con parquedad. Una buena práctica es comenzar por las verduras o las ensaladas y luego seguir con los platos principales. En general, se prevén muchas variedades en los platos y en ese sentido tampoco es menester comer de todo. Es más oportuna una selección hecha con la cabeza.

Hay dos trucos que ayudan: el primero es servirse en platos de tamaño mediano para no tener la tentación de atiborrarse de grandes cantidades de comida. El segundo es siempre parar antes de sentir "que va a estallar", o que ya no le cabe en el estómago ni siquiera un suspiro!

Endulzar el camino

Aquí es donde se suelen cometer los más graves atentados contra la línea, en favor de la báscula. Frente a las bandejas de los postres. Igual consejo debe seguirse: ni es necesario comer de todo ni tampoco conviene abusar hasta empalagarse. Es mejor seleccionar lo más atractivo, lo que más antojos despierta, lo que realmente comemos de manera muy ocasional.

Ahora bien, si la voluntad es débil y no acepta seleccionar, sea tacaño con las porciones que se sirva. Y si realmente tampoco esto logra hacer, pues coma. Mañana será otro día.

Evitar

Tampoco es indispensable que los alimentos naden en salsas y cremas. Si puede, evítelas y de esta manera se ahorrará unas cuantas calorías adicionales. Si no, trate de buscar las que menos pecaminosas le parezcan. Ya sabe que la vinagreta con aceite de oliva, mostaza y vinagre es mucho más benigna que la mayonesa y la crema de leche. Haga la cuenta (si tiene en ese momento de debilidad la cabeza para hacerla) y actúe en consecuencia.

En cuanto al trago

El alcohol trae muchas calorías que más adelante anotamos. Por ello es preferible limitar su consumo. Estamos alegres, queremos celebrar y brindar pero no por ello debemos hacerlo acumulando copas hasta que la cabeza dé vueltas.

Aquí también van unos consejos:
- Nunca tome alcohol con el estómago vacío
- Antes de volver a llenar su copa, termine la que tiene entre manos
- Entre una copa y la siguiente, trate de tomar alguna bebida que no contenga alcohol: una gaseosa, una soda. Evite los jugos de frutas
- Evite mezclar licores y alcoholes, busque de preferencia tragos como el whisky que tienen poco azúcar
- Evite los famosos cocteles en donde no se sabe qué ingredientes mezclaron. De hecho, el trago azucarado es el más traicionero: el azúcar multiplica el efecto y lleva más rápido a la ebriedad. Al día siguiente, la resaca es más difícil de manejar.

Y a propósito del día siguiente, tome grandes cantidades de líquidos y bebidas hidratantes. Cuando se ha consumido buena cantidad de alcohol, el cuerpo se deshidrata y esto es lo que produce el malestar.

Van las calorías:
- 77 calorías por una copa de vino blanco
- 83 por el vino rosé
- 85 por la copa de vino rojo
- 72 calorías por una medida de whisky
- 90 por copa de champaña
- 130 por un trago de licor

Sí al baile

Aproveche el momento y la alegría para bailar. Es un excelente ejercicio, muy oportuno para ese momento, y placentero. No lo lamentará. Media hora de baile le permiten perder 150 calorías! 

En cambio, evite hacer ejercicio el día siguiente, sobre todo si su objetivo es sudar para "desenguayabar" o matar la resaca. Muchos accidentes cardíacos ocurren así, por culpa de un manejo inadecuado de la deshidratación. Ese día siguiente, descanse y beba cuanto líquido pueda. Pronto se sentirá mejor.

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