Gloria Moanack©
Se nos vinieron las fiestas. Con sus carreras desbocadas por terminar las compras de los regalos y preparar la cena navideña. Lo que hasta hace unos años era una apacible fiesta de familia -con Jesús como personaje central- se ha convertido en un desangre para los bolsillos y en compromisos sociales, tantas veces absurdos.
Pero es así: la costumbre se instauró y se le acata. Para no herir susceptibilidades, para cumplir y "quedar bien", y otra veces para complacer de verdad.
Y con las fiestas, por supuesto, vienen las comidas. De ellas no nos vamos a ocupar hoy sino de las bebidas alcohólicas. ¿Acaso se concibe una fiesta sin un brindis?
El alcohol es el prototipo de alimento de doble filo: tomado en exceso se convierte en fuente de numerosas enfermedades, reduce la esperanza de vida, deteriora el intelecto, genera muertes prematuras. En cambio, en cantidades moderadas, protege el organismo.
¿Moderadas? Sí: entre una y tres copas de vino para el hombre, una o dos para la mujer. Ella tiene menos capacidad para metabolizar el alcohol y lo procesa con mayor lentitud. Una copa significa entre 10 y 12 cl. de vino o su equivalente en alcohol que se encuentra en otras bebidas:
- 1 copa de 10 cl de vino rojo o blanco
- 2 copas y media de 10 cl cada una de cidra de 5 grados
- Media cerveza o 25 cl de cerveza de 5 grados
- 1 copa de champaña
- 1 medida de 2.5 cl de whisky
- 1 medida de 2.5 cl de ron.
Más allá de estas medidas comienzan a aparecer los riesgos, y entre éstos:
- El corazón: posible hipertensión arterial, insuficiencia cardíaca, arritmias
- El cerebro: a corto plazo y en las horas siguientes al consumo, se presenta una baja en las capacidades de concentración y atención, de percepción y coordinación síquica y física. De allí se deriva el alto número de accidentes que se registran cuando se maneja un vehículo o una maquinaria. A largo plazo, cuando el consumo es crónico y elevado, se observan demencias seniles y deterioración del intelecto.
- Con relación al cáncer: Cuando el consumo ha sido alto y prolongado, existe el riesgo de sufrir de cirrosis que suele derivarse en cáncer hepático. En cuanto al cáncer de boca, garganta y esófago, los riesgos se quintuplican por cada litro de vino consumido al día. Cáncer de colon y recto, con un riesgo dos o tres veces superior cuando el consumo diario es de un litro y medio de cerveza o 75 cl de vino. Cáncer de seno, y este es un llamado de atención para las mujeres, el incremento del riesgo es de un 50 por ciento a partir de la tercera copa de vino al día.
- En el sistema digestivo: ya se mencionó el riesgo para el esófago derivado de la secreción de ácidos, con posibilidades además de ocasionarse inflamación del mismo esófago y ulceraciones. Al alcohol se le asocia con varias enfermedades digestivas entre las cuales úlceras y gastritis, malabsorción y pérdida del apetito. Este da lugar a frecuentes anemias.
- Como alimentación superflua y de calorías vacías tildan algunos especialistas al alcohol, entendiéndose del consumo crónico. En general, las bebidas alcohólicas proporcionan calorías (7 calorías por cada gramo) y abre las puertas a la obesidad. Siete calorías es casi el doble de lo que aportan azúcares y carbohidratos y un poco menos que las grasas (9 calorías por gramo).
Ahora bien se ha establecido que el consumo moderado, aún cotidiano, no tiene efectos adversos sino que, más bien, brinda beneficios. Lo que no significa sin embargo que, quien no tiene costumbre de tomar una o dos copas con el almuerzo comience el consumo. Se debe tener en cuenta que los beneficios se aplican al vino rojo de manera casi exclusiva. Solo se equipara con los beneficios que aporta el jugo de uvas. De allí que se mencione al vino rojo como el protector y esto debido a su contenido en polifenoles conocido como muy buen antioxidante.
Veamos en qué consiste la protección: en las cantidades ya indicadas para un consumo moderado, el vino rojo se asocia con un reducción en un 35 por ciento de la mortalidad provocada por accidentes cardio y cerebrovasculares, entre los que se incluye el infarto del miocardio y los derrames cerebrales.
Cinco son además las razones que se citan para explicar los beneficios. La primera solo se aplica al vino rojo, las restantes a todas las bebidas alcohólicas:
1) Incremento del colesterol bueno, de alta densidad o HDL
2) En el curso de las 24 horas siguientes al consumo disminuye el peligro de formación de coágulos en la sangre lo que significa protección para las arterias contra el infarto
3) Protección contra los efectos tóxicos de la oxidación del organismo
4) Las pequeñas arterias se distienden y dan lugar a una baja en la tensión arterial
5) Aumenta el calibre de las arterias mayores y de allí se deriva la protección contra la aterosclerosis o engrosamiento de las paredes internas de las arterias.
Otro beneficio que es importante para muchos es el hecho de que, tomado en las horas nocturnas, con la cena, el vino produce un efecto apaciguador y ayuda al sueño.
Pero atención: todas las bondades expuestas no deben hacernos olvidar que el vino rojo, como cualquier otra bebida alcohólica se convierte en veneno cuando su consumo es excesivo.
Acá no se ha querido mencionar el alcoholismo como tal. Definiciones estrictas del mismo indican que es alcohólico quien necesita consumir una o más copas al día y todos los días de la semana. Se considera que esta necesidad se ha convertido en dependencia y ésta se traduce en adicción o alcoholismo. Puede extrañar esta definición y habrá quienes la rechacen: sucede que, a pesar de ser una droga, el alcohol es socialmente aceptado en la inmensa mayoría de las culturas, salvo algunas como las que prevalecen en el mundo árabe y en las que se practica el islamismo.
Vale recordar además que el alcohol es el protagonista central de un altísimo porcentaje de accidentes en las carreteras, riñas y homicidios, violencias sexuales y familiares, fracasos laborales, matrimoniales y económicos. Más sensibles a sus efectos son las mujeres, los niños y los pre y adolescentes.
Y esta última pregunta: ¿ha conversado con sus hijos acerca del alcohol? El diálogo es un arma poderosa para la armonía en la familia y para la amistad entre padres e hijos. Vale la pena ponerla en valor.
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