Esa es una campaña que se debería llevar a cabo. Que las personas sonrían. Una sonrisa abre puertas y, como dirían las novelas rosa, conquista corazones. Pero a nosotros se nos ha olvidado sonreír.
Para comprobarlo, haga el siguiente ejercicio: usted se dirige en su carro o en cualquier otro medio de transporte, público o privado. Mire a su alrededor, detalle los rostros de las personas que se encuentran a su lado, adelante o atrás. Lo más probable es que verá caras serias, de personas ensimismadas, estresadas y muy tensas. Que van rumiando sus preocupaciones. Y si de casualidad alguien suelta una carcajada, ésta será bien disonante en semejante ambiente, y se voltearán a ver quién fue el osado que se rió. Y si alguien sonríe, más de uno pensará que se trata de una persona loquita o, mejor aún, que busca coqueteos!
Como es obvio, hablar de sonrisa nos lleva a hablar de dientes. Pensamos en la salud de la boca, dientes y encías. Y, por supuesto, llegamos al tema de la alimentación.
Desde el nacimiento se comienza a labrar la salud dental. Cuidando las encías del bebé, procurando limpiar los restos de leche, se comienza a labrar el terreno para una futura dentadura sana. Luego, por supuesto, comienzan los cuidados cuando van naciendo los primeros dientes. Cuidados que serán para toda la vida.
A la par con la higiene, se encuentra la alimentación. Hay productos que protegen los dientes y otros que los dañan. Entre éstos, por supuesto, se menciona al principal culpable: el azúcar. Pero se ha de distinguir: un caramelo que usted chupa sin masticar, que se derrite solo en la boca, no le hará el daño que pueden producir otros dulces como las llamadas melcochas, los caramelos blandos y las galletas y tortas. Todos ellos dejan residuos en la superficie de sus dientes, en los intersticios entre un diente y otro, y son estos residuos los que van a atacar, dañar y producir caries. A los productos hechos a base de azúcar se han de agregar los carbohidratos que también, una vez masticados, dejan residuos adheridos a los dientes.
Claro está que, el principal consejo, el más elemental para evitar los daños es el cepillado. De allí que no sean únicamente los azúcares los culpables sino otros muchos factores. Ponemos en primera fila la mala higiene dental, el uso deficiente de los productos destinados a esa higiene (hilo dental y enjuagues entre otros). Debemos incluir además la falta de calcio y la alimentación deficiente.
En el reverso de la medalla se encuentran los alimentos capaces de proteger los dientes contra la caries. Se incluyen entre ellos los quesos, carnes, frutos secos, zanahorias y frutas frescas. Con una advertencia: se han de comer los frutos secos con prudencia en el sentido de que pueden dejar adherencias que hagan daño. Claro está que es bien distinto comer uvas pasas que uvas frescas.
Entre ellos, han recibido especial atención los quesos y las manzanas. Mientras éstas ayudan a limpiar los dientes de los restos de comida, los quesos contribuyen a neutralizar el daño causado por los ácidos presentes en la boca y productores de caries. No se necesitan grandes cantidades de quesos para que surtan su efecto: con una tajada de apenas 15 ó 20 gramos es suficiente protección.
Las encías
No caben dudas de que las enfermedades periodontales, o de encías, pertenecen más a la edad adulta que a la infancia. Las caries, en cambio, son mucho más frecuentes en niños, adolescentes y adultos jóvenes que en los mayores.
Esto se explica por la presencia de un proceso conocido como mineralización. A medida que se avanza en edad, el cuerpo deposita cada vez mayores cantidades de minerales en los dientes y esto los capacita para defenderse mejor de los ácidos que originan las caries.
Problema bien distintos es el de las encías. Gingivitis, periodontitis y piorrea son tres de las enfermedades más frecuentes. Dos de sus síntomas iniciales que requieren inmediata atención, son la inflamación y el sangrado de las encías. El daño se agrava cuando se presenta la pérdida del hueso de la mandíbula lo que puede conducir a la pérdida de los dientes.
En este punto, la alimentación entra igualmente a jugar un papel primordial. Y lo hace de distintas maneras entre las cuales está la de proporcionar un aporte suficiente de vitaminas y minerales.
Dos elementos deben destacarse para detener las enfermedades periodontales: la vitamina C y el calcio. Por una parte, la C es considerada como vital para la salud de las encías. Por otra parte, la pérdida del hueso obliga a adoptar el tratamiento recomendado para la osteoporosis: suplementos de calcio junto con vitamina D. Se recuerda que la osteoporosis es la descalcificación de los huesos. Éstos, que se vuelven frágiles y quebradizos, conducen a fracturas diversas.
En ese proceso de incluir calcio y vitamina D, se recomienda igualmente consumir productos ricos en fósforo. Un ejemplo de alimento que combina ambos minerales es el requesón. Las alcachofas igualmente son ricas en fósforo.
El esmalte
No menos importante es el cuidado del esmalte de los dientes. Se habla de erosión dental y si bien no suele llevar a la aparición de caries, sí se convierte en un problema serio tanto para la estética como para el bolsillo. Todo tratamiento acaba siendo oneroso y complicado.
Aquí, la alimentación también interviene pero lo hace, sobre todo, porque varios productos alimenticios ocasionan el desgaste de la superficie dentaria. Pero, a la par, se han de mencionar otros factores culpables: medicamentos y trabajos pueden igualmente dañar el esmalte.
Los alimentos ácidos y bebidas como los jugos de cítricos, las gaseosas y algunos refrescos aparecen como muy unidos a la erosión de los dientes. Otro elemento que puede perjudicar también es la vitamina C en su presentación como masticable. Si bien la misma vitamina ayuda -como dicho- a la salud de la boca, cuando se le mastica puede, a la larga, perjudicar el esmalte.
Para evitar estos daños, conviene conocer el grado de acidez de los alimentos. Para su ilustración, a continuación se incluyen las tres categorías establecidas por las nutricionistas Patricia Hausman y Judith Ben Hurley, en su libro "Los alimentos que curan", editorial Urano:
- Muy ácidos: colas dietéticas o no, refrescos de naranja, gaseosas como el 7-Up, jugos de arándanos ácidos, manzana, naranjas, piña, pomelo y uva
- Moderados: Café de filtro, néctar de albaricoque, melocotón y pera, soda, jugos de ciruelas y tomates
- Poco ácidos: Cacao instantáneo, leche descremada y entera, té instantáneo.
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