lunes, 23 de febrero de 2015

La panza gorda



Es lo que llaman el Síndrome metabólico. Cuando la grasa se acumula alrededor del abdomen y que se presentan otros trastornos como la hipertensión arterial, los triglicéridos altos, la glicemia igualmente elevada y bajos niveles del colesterol bueno HDL.

Es muy frecuente entre los hombres pero se encuentra también en las mujeres.

Ya no se trata de silueta, ni de exceso de kilos, no se habla de estética ni de obesidad. Sino de un trastorno que cobra seriedad por cuanto esa grasa alrededor del abdomen es la más perjudicial. Mucho más que la que se extiende en todo el resto del cuerpo.

Por lo general, cuando se habla de silueta, se dice que los hombres tienen una silueta semejante a la de una manzana mientras que las mujeres la tienen en forma de pera. Ellos son redondos, ellas tienen las caderas prominentes. Ellos se engordan de manera pareja mientras que la grasa, en ellas, se dirige hacia las caderas y los muslos.

Pero cuando sucede que es en la panza que se localiza la grasa, el asunto cobra otras dimensiones. Entre otras razones porque estas personas tienen un riesgo 3.5 veces mayor de desarrollar una enfermedad cardiovascular. 

¿Qué sucede cuando se diagnostica el Síndrome metabólico? Se presenta una tensión arterial superior a los 130 mm Hg., sobrepeso abdominal que se confirma cuando se mide la cintura y las cifras son superiores a los 80 centímetros en las mujeres y a los 94 en los hombres. Hay niveles altos de triglicéridos y de glicemia, mientras que el colesterol bueno HDL se ve bien disminuido frente a un LDL bastante elevado.

¿Por qué es tan perjudicial esa grasa abdominal? La explicación médica lo resume así: cuando una persona normal come, de manera natural el páncreas produce insulina la que tendrá por objetivo reducir los niveles de azúcar en la sangre. Para lograr su misión, la insulina permitirá que el azúcar penetre en los músculos y los ácidos grasos lleguen al interior de las células grasas o adipositos.

Sin embargo, algunas personas presentan una disminución de la sensibilidad a la insulina. Esto ocurre especialmente en las personas que guardan la grasa alrededor del abdomen. En esas personas, el azúcar no llegará correctamente a los músculos lo que dará lugar a una hiperglicemia, mientras que los ácidos grasos en la sangre se irán convirtiendo en un factor de toxicidad los que llevará a enfermedades cardiovasculares.

Es por este motivo que esa grasa en el abdomen adquiere a su vez riesgos de ser tóxica.

Pero esto no será todo por cuanto el colesterol malo entrará también a dejar sus secuelas. Normalmente, este LDL es el encargado de transportar, a través de la sangre, el colesterol que necesitan las células. Sin embargo, cuando las cantidades son superiores a las requeridas, los excedentes se estancan en las arterias. Si no se toman medidas correctivas, ese colesterol atacará las paredes internas de las arterias y conducirá a la formación de ateromas o placas de grasa que acabarán obstruyendo el paso de la sangre hasta producirse el infarto.

Por supuesto, adoptar nuevos hábitos de vida y alimentación será una de las vías más adecuadas para prevenir el accidente cardiovascular y los daños colaterales que dejen la glicemia y el colesterol altos, lo mismo que la hipertensión arterial.

Claro está que el primer paso será el de reconocer que el abdomen ha crecido demasiado con relación al resto del cuerpo. Luego, será indispensable consultar con un médico -puede ser en un primer momento con un internista quien s su vez podrá remitirlo al cardiólogo y al nutricionista.

Pero usted mismo (a), por su parte, podrá comenzar a asumir algunas medidas indispensables, preliminares de un tratamiento médico. 

Y al respecto se recomienda mirar hacia la dieta mediterránea, la que se ha reconocido ser la más saludable y la que mejor protege el organismo. Una dieta en la que abundan toda clase de verduras -mucha berenjena, pimentones, cebolla y ajo- y frutas, con carbohidratos de acción lenta, cereales integrales, grasas no saturadas (entre las cuales el aceite de oliva y el de canola), nueces y semillas. Esta dieta le proporcionará buenas cantidades de antioxidantes, suficientes ácidos grasos esenciales y buenas cantidades de minerales alcalinizantes a la vez que le protegerá sus intestinos. 

Si usted tiene excedente de peso, será indispensable que comience una dieta para consumir menos calorías sin, por lo tanto, llegar a una alimentación pobre en los nutrientes indispensables. Dietas para adelgazar, las hay y muchas. Sin embargo la mejor será la que le dará un nutricionista o un dietista. Con la salud no se juega y por querer perder muchos kilos en poco tiempo se asumen graves riesgos. En cambio, una buena dieta será la que le permitirá perder kilos sin sufrir de hambre mientras usted aprenderá a adoptar nuevos hábitos alimenticios. Un aprendizaje que deberá aplicar durante toda su vida.

A la par, será indispensable emprender una rutina cotidiana de ejercicios. La actividad física mejora la composición corporal, disminuirá las grasas en beneficio de una masa muscular más adecuada. Y, un privilegio adicional bien importante: el ejercicio ayudará a mejorar la sensibilidad a la insulina.

¿Cuál es la actividad física más adecuada?

Depende de cada persona. Sin embargo, lo primero que debe plantearse es el hecho de saber si la persona ha llevado una vida sedentaria, si ha practicado con anterioridad ejercicios y deportes, si tiene algún problema previo de salud. Se deben tener en cuenta así mismo su edad y sexo. Lo mejor entonces es consultar con un médico deportólogo quien se encargará de diseñar un programa adecuado para cada persona.

Sin embargo, y mientras se consulta, usted puede empezar una rutina de caminatas. Es necesario caminar todos los días por lo menos 30 minutos. Comenzando con un ritmo que no lo agote, pudiendo, a medida que se acostumbra, incrementar la velocidad de su marcha. Lo importante es no llegar a agotarse. Si usted siente que se le dificulta la respiración, pare en seguida y retome la marcha a un ritmo menos intenso. 

Otro consejo que se le da es el de aprender a manejar el estrés y las emociones. El ejercicio le ayudará a botar tensiones y si lo complementa con ejercicios para mejor respirar y relajarse, el beneficio será aún mayor.

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