Para hablar de la fertilidad de las mujeres se introduce un elemento adicional, ausente en el terreno de los hombres. El estrés. Según distintas investigaciones, la ovulación puede verse alterada o interrumpida por altos niveles de estrés. Hasta el punto de que hoy, en gran número de los tratamientos para la fertilidad, se incluyen pautas para manejar y bajar el estrés.
No es que en los hombres no influya el estrés. Sí lo hace, pero de manera distinta: no interfiere en el semen ni en su composición sino en la frecuencia y el cumplimiento del acto sexual en sí. El tema se ubica en la síquis. Un hombre estresado tiene dificultades para alcanzar el nivel óptimo para la eyaculación y no siempre culmina su relación con la pareja.
La edad es el segundo elemento del cual se habla con relación a la fertilidad de las mujeres. Lo ideal dicen los médicos, es concebir cuando el organismo ha llegado a su madurez, entre los 20 y 30 años. Sin embargo la edad para concebir hijos se ha ido posponiendo a medida que las mujeres han ido ingresando a las universidades y se han hecho profesionales, en la misma medida en que se han incorporado al campo laboral y han asumido trabajos complejos y de gran responsabilidad. La edad más frecuente se suele ubicar hoy entre los 30 y 35 años. Aún alrededor de los 40 hay mujeres que deciden a concebir un hijo. Son embarazos de mayor riesgo, es cierto, pero la mujer, realizada en el ejercicio de su profesión, se niega a regresar a la casa para asumir el rol de mujer de hogar. Es comprensible.
No caben dudas de que el Buen Comer y un excelente estado nutricional son indispensables para la fertilidad y la facultad de procrear. La secreción de hormonas se ve incentivada por la dieta o, por el contrario, alterada cuando esa dieta es incompleta. Aquí quizá, más que en otros campos, se aplica el adagio de que "se es lo que se come".
La fertilidad comienza a "cultivarse" con seriedad a partir de la primera menstruación. llega entonces el momento de seleccionar los alimentos más saludables y de evitar las dietas absurdas e incongruentes. La mujer debe comer de todo, eliminando los alimentos chatarra y el exceso de grasas saturadas y de azúcares. Debe cuidar de no dejar de lado los principales y más nutritivos alimentos. Entre los cuales las verduras y frutas, cereales integrales, quinoa, proteínas de alta calidad entre las cuales el pollo, el pavo y los productos de mar, nueces, semillas de ahuyama, girasol y ajonjolí. Deben agregarse además los aceites benéficos, no saturados, como los encontrados en el aguacate y los pescados grasos. Estos benefician la misma producción de hormonas.
Comer una dieta equilibrada y también suficiente debe ser la norma. Se hace relevancia en las cantidades las que deben ser adecuadas según la actividad, la conformación física y el estado de salud de cada mujer.
Y cuidar de la extrema delgadez. Una mujer cuyo Indica de Masa Corporal (IMC) no pasa de 20 puede ser infértil. Así puede serlo también la mujer obesa: el exceso de peso puede conducir a la infertilidad. Entre otras razones porque la obesidad puede llevar a una sobreproducción de estrógenos que desequilibra la fecundación del óvulo. Se recuerda que el IMC se calcula dividiendo el peso corporal en kilos por la estatura llevada al cuadrado. El IMC ideal se podría ubicar entre 23 y 24. Claro que la cifra ha de revisarse de acuerdo con las características individuales y con el concepto del médico.
Pero la fertilidad no solo es puesta en peligro por una inadecuada alimentación. Influyen otros factores como el hecho de consumir alcohol, tabaco y demasiada cafeína. Ya se habían señalado estas prevenciones al hablar de la fertilidad en los hombres. Con mayor razón las drogas -incluidos el alcohol y la nicotina- deben ser eliminadas de la vida de una mujer que busca concebir un hijo. El organismo femenino es más vulnerable que el masculino al efecto de las sustancias adictivas.
Hablemos de vitaminas y minerales.
- El ácido fólico o vitamina B9. Desde el momento en que la mujer decide tener un hijo, aún antes de la concepción, debería comenzar a tomar un suplemento de esta vitamina. Además de otros beneficios, ofrece uno esencial y es el de alejar la posibilidad de que el bebé tenga malformaciones. Se encuentra en las verduras de hojas verdes como la espinaca, las repollitas de Bruselas, las arvejas, espárragos, arroz integral, garbanzos.
- Hierro. Presente en huevos, pescado, verduras de hojas oscuras, algas y ciruelas.
- Calcio. Se encuentra en la quinoa, algas marinas, brócoli, yogur natural, pescados (sobre todo los que se comen con las espinas como las sardinas enlatadas), nueces.
- Selenio. Arenque, atún brócoli, ajo y piña lo contienen lo mismo que las nueces del Brasil.
- Zinc. Se encuentra en la comida de mar, semillas de ahuyama, granos integrales, frutas secas.
- Manganeso. Cereales integrales y leguminosas verduras y algas.
- Magnesio. De nuevo se habla de las verduras de hojas grandes oscuras, nueces, arroz integral, semillas de girasol.
- Grasas esenciales. Semillas de girasol y ahuyama lo mismo que en el ajonjolí, nueces, aguacate, aceite de oliva y pescados grasos.
- Complejo de vitaminas B. Arroz integral, lentejas, quinoa, leguminosas, aguacate, sardinas, huevos y algas.
- Vitamina C. Frutas crudas de manera especial los frutos rojos, kiwi, granadilla, guayaba, brócoli, pimentón rojo.
- Vitamina E. Que se encuentra en el germen de trigo, aceitunas, aguacate, nueces y semillas.
- Vitamina A o betacaroteno. Presente en zanahorias, tomates, papaya, repollo, brócoli y espinaca.
- Bacterias benéficas probióticas y prebióticas presentes en el yogur y el miso, en bananos, alcachofa y chicoria.
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