Hay momentos en que se aconseja consumir azúcar. Hay circunstancias, por el contrario, en que se recomienda limitarlo. ¿De qué se trata?
Aquí se exponen dos temas, ambos relacionados con el azúcar. El primero es el determinar si es cierto que el azúcar es culpable de agresividad e hiperactividad en niños y adolescentes. El segundo, comprender por qué el exceso de azúcar puede estar al origen de un trastorno conocido como hipoglicemia, opuesto a la diabetes, bastante complejo por cuanto puede, en el extremo, llevar a un coma diabético.
Aunque son dos tópicos completamente ajenos el uno al otro, los reúno acá porque tienen como punto de enlace los carbohidratos y azúcares. Así mismo para recordar que en el Buen Comer un mismo producto puede ser protagonista de reacciones muy diversas según las circunstancias en las que se ubica y de acuerdo con muchas otras variantes.
Existe la creencia generalizada de que el consumo excesivo de azúcar despierta la agresividad y convierte a niños tranquilos en pequeños casi monstruos, hiperactivos e incontrolables, batalladores y agresivos. Esa misma creencia se aplica para las personas privadas de libertad, habitantes de cárceles y centros de reclusión.
Resulta que las conclusiones científicas contradicen la creencia popular. Incontables investigaciones se han ido adelantando a través de varios países y continentes, y todas son concluyentes: tanto los carbohidratos como el azúcar y los almidones ayudan a reducir la agresividad y hasta producen somnolencia.
Los resultados de estos estudios sorprenden y van en contra de la opinión de padres de familia que aseguran que sus hijos reaccionan con violencia y son indomables cuando se les dan alimentos azucarados u otros productos, como carbohidratos que se metabolizan en el cuerpo como azúcares. Entre las investigaciones se cita una realizada con un grupo de 30 niños, de 2 a 6 años de edad, a quienes se suministraron bebidas dulces, Un primer grupo las recibió endulzadas con azúcar normal mientras que el segundo grupo las tomó con edulcorantes artificiales.
La conclusión, aceptada además por los padres presentes en el experimento, fue que no se encontraron diferencias en las reacciones o el comportamiento de ninguno de los niños. Ambos grupos demostraron la misma actitud en el juego, no hubo niveles de actividad exacerbada en ninguno de los grupos, ni agresiones ni siquiera gestos bruscos. Esto comprobó que el azúcar no desató malos comportamientos ni cambios en los estados de ánimo de los pequeños.
Las conclusiones son compartidas por otros estudios realizados con niños mayores, normales e hiperactivos. Una de estas investigaciones, adelantada en una universidad de Hawai, llevó a los científicos a afirmar que los padres que privan a sus hijos de azúcares e carbohidratos para evitar problemas en su comportamiento podrían estar cometiendo un error. Se determina más bien que la falta de azúcares podría llevar a efectos contrarios por cuanto éstos junto con los carbohidratos tienden a calmar el cerebro en vez de excitarlo. En este caso, reducirían la hiperactividad y la agresividad. Se ha llegado a pensar inclusive que los niños hiperactivos buscan con avidez los carbohidratos como una reacción instintiva para obtener un efecto calmante.
Los estudiosos no solo se limitaron a la población infantil sino que incursionaron en ambientes cerrados y cárceles. Así se adelantó, en la Universidad de Wisconsin (Madison, E.U.), un estudio con 115 adolescentes encarcelados junto con 39 estudiantes de secundaria La primera etapa consistió en darles un desayuno a base de cereales endulzados con azúcar artificial. En la segunda fase, se les ofrecieron los mismos cereales pero con azúcar natural. Luego se les sometió a pruebas neurosicológicas para medir distintos factores como la concentración, el estado de ánimo, la hiperactividad y las alteraciones del comportamiento.
Las conclusiones fueron decisivas: no hubo prueba alguna de que el azúcar hubiera producido efectos nocivos. Por el contrario, se apreció que podría inclusive ayudar a controlar el comportamiento agresivo y la hiperactividad. Es más: los estudiantes demostraron mejor comportamiento y mejor estado de ánimo después de consumir los cereales con azúcar natural. Además, se registraron mejores rendimientos en las pruebas mentales después de consumir el azúcar natural.
Se reafirmó también que tanto el azúcar como los carbohidratos tienden a producir efectos sedantes, de somnolencia y desaceleran la actividad mental.
Esta, sin embargo, no es una invitación para atiborrarnos de azúcar y de carbohidratos para modificar nuestro comportamiento o nuestro estado de ánimo. Además de llevar al sobrepeso y la obesidad, tiene otros inconvenientes tales como el de elevar los niveles de glicemia en la sangre y, para quienes tienen predisposición, despertar una diabetes.
Hay otro aspecto del que poco se habla y que tiene que ver igualmente con el exceso de azúcar. Y es la hipoglicemia. Sin saberse muy bien por qué, algunas personas que se exceden con los carbohidratos de rápida absorción, de los llamados alimentos basura (junk food), de los mismos azúcares, sufren del trastorno de la hipoglicemia. Este consiste en un descenso severo de los niveles de glicemia en la sangre. Efecto contradictorio pues, como se sabe, el exceso de azúcar eleva los niveles de glicemia de manera inmediata y a veces peligrosa.
Esto puede producirse dos o tres horas después del consumo de cualquier alimento dulce: no importa si es azúcar blanco o moreno, miel o jaleas, postres o helados. Ocurre igualmente con los alimentos refinados y con las bebidas dulces como las gaseosas. Podría inclusive presentarse cuando se excede en el consumo de ciertas frutas especialmente dulces.
Los síntomas son bastante dramáticos: comienzan con una fuerte sudoración acompañada con manos y pies muy fríos, temblor, confusión mental, trastornos en la visión, ansiedad y posible pérdida de conocimiento. Algunos los confunden con los síntomas de una baja severa de la tensión arterial.
Este trastorno puede controlarse de inmediato si la persona toma una bebida dulce o come un caramelo, un poco de azúcar o una fruta. Su gravedad reside en el hecho de que puede ser la antesala para una diabetes y/o llevar a un coma diabético. En este sentido, no debe descuidarse y es aconsejable consultar con un médico.
El tratamiento no se hace con medicamentos. Consiste en general en emprender una dieta pobre en azúcares de rápida absorción y remplazarlos por aquellos lentos, alimentos no refinados, cereales integrales no endulzados, leguminosas y tubérculos. Se reduce el consumo de frutas a dos diarias mientras se incrementan las verduras. Para comer entre las comidas, se aconsejan productos como las semillas y nueces, pan o galletas integrales, yogur natural, queso. Esta dieta debe mantenerse en permanencia para evitar nuevas manifestaciones.
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