Haga la prueba: sobre una bandeja un poco honda, vierta un poco de tierra de buena calidad y siembre allí unas semillas. Pueden ser granos de trigo o de cebada o centeno, lentejas o garbanzos y hasta fríjoles, o unas semillas frescas de ahuyama o de ajonjolí. Rocíe la tierra de vez en cuando para que permanezca húmeda, deje la bandeja en un lugar ventilado y con luz, y espere a que germinen. Una vez que hayan crecido a una altura de entre 15 y 18 centímetros, córtelos, píquelos y agréguelos a su ensalada. Tendrá frente a usted uno de los más poderosos guerreros contra el cáncer.
Conviene mantener sembrados permanentes con el fin de incluir todos los días retoños y brotes en sus alimentos.
El germen de trigo o de cualquier cereal, o leguminosa o de semillas es un gran portador de fibras y una reserva inmensa de enzimas, vitaminas, clorofila y minerales. Todos ellos, micronutrientes, llamados a reforzar sus sistema inmunitario para que se encuentre apto y capaz de luchar contra la proliferación de las células que conduzca a la aparición de un tumor.
Pero estos retoños no son los únicos capaces de construir una barrera sólida contra el cáncer. Los investigadores han comprobado que una dieta completa y saludable, natural, contribuye a alejar en entre un 30 y un 50 por ciento el riesgo de sufrir de enfermedades malignas. Esa dieta debe ser ajena a productos artificiales, a los cereales y azúcares refinados, a los excesos de grasas, de sal y de carnes rojas. Por supuesto, estas son estadísticas globales que dan luces de esperanza pero que, de todos modos, no contemplan circunstancias adversas como lo son la predisposición genética, la polución, el cigarrillo y el contacto permanente con químicos.
De todos modos, no son despreciables las opiniones de los investigadores. Al contrario. Se comprueban cuando se observa lo que ocurre en distintos pueblos a nivel mundial. Se citan casos como el de los japoneses que, en su alimentación cotidiana incluyen productos como soya, leguminosas, algas, arroz y miso, todos ellos poseedores de poderes contra el cáncer. Otros casos son los de los indígenas Vilcamba de Ecuador, o los Hunza del Himalaya, famosos por su longevidad y por la ausencia casi total de casos de cáncer, todos ellos acostumbrados a dietas naturales de raíces y cereales completos, algunas nueces, frutas y verduras.
Una teoría adicional que no deja de ser interesante, es la influencia positiva de los antioxidantes en la lucha contra el cáncer. Se ha llegado a sugerir que la ausencia de estos antioxidantes podría significar un riesgo adicional para la aparición de tumores. Para ello, los nutrientes clave son ricos en betacaroteno y en vitaminas A, C, D y E, en co-enzima Q10, y en minerales como el selenio, manganeso, zinc, cobre, hierro, cromo y licopeno.
Acá se incluye un compendio del análisis hecho por los investigadores en torno a los distintos alimentos que integran la dieta cotidiana.
Frutas y Vegetales. Elementos primordiales en la lucha contra el cáncer. Se recomienda consumir entre 5 y 7 porciones diarias. Además de ser ricos en la gama de vitaminas, aportan fitoquímicos, sustancias que inhiben el crecimiento de los tumores, ayudan a reparar los daños que sufren las células y fortalecen el sistema inmunitario. Entre los más poderosos se incluyen la patilla y el melón cantaloup, los cítricos, frutos rojos, brócoli, tomates, repollitas de Bruselas, zanahoria, ajo, jengibre y linaza.
Pescados. Son fuente importante de proteínas pero su gran mérito es el de aportar ácidos grasos esenciales como el Omega 3. Se recomienda consumirlos no menos de dos y tres veces por semana. Son igualmente ricos en vitamina D, capaz de disminuir el crecimiento de las células cancerosas. Lo ideal, por supuesto, sería de encontrar pescados que han crecido en aguas libres de toxinas y químicos. A cambio de ello, se recomienda desechar la piel de los pescados, primera en absorber los productos contaminantes.
Carne y Pollo. Las últimas investigaciones llevan a comprobar que el consumo excesivo de carnes rojas es un aliciente para la aparición de cánceres. Las proteínas son vitales para fortalecer el sistema de defensas y cimentar la integridad del organismo. Se recomienda consumir pollo y pavo, que son de todos modos menos grasos que la carne roja, e incluir dos o tres veces por semana proteínas vegetales (leguminosas) y cereales, productos lácteos bajos en grasa y huevos.
Aceites. Es importante para su organismo recibir ácidos grasos esenciales, que vengan con una combinación de Omega 3 y Omega 6, privilegiando en cantidad al primero. Por lo cual el consejo es el de restringir el uso de aceites que contengan Omega 6, entre los cuales el de maíz y girasol. En cambio, se puede consumir los aceites de oliva, linaza y canola. Estos dos últimos ofrecen el más equilibrado aporte entre los ácidos grasos esenciales mientras que el aceite de oliva tiene gran poder contra el cáncer. Se ha confirmado que el incluirlo junto con las grasas de los pescados es una clave contra el cáncer de seno.
Nueces y semillas. Son buenas proveedoras tanto de fibras como de proteínas. Aportan nutrientes vitales para fortalecer el sistema de defensas y el ajonjolí, además, es generoso en calcio.
Nueces y almendras contienen un antioxidante, ácido oleico, que ayuda contra el cáncer. Por su parte, la nuez del Brasil es rica en selenio, poderoso antioxidante.
Leguminosas y cereales. Son proteínas ricas en carbohidratos de lenta absorción y fibras. Mientras que los cereales, también aptos para fortalecer las defensas, promueven sustancias inhibitorias de las células malignas. Se incluyen el trigo y el millo, el maíz y el arroz lo mismo que la cebada y la avena.
Las bebidas. Comenzando por el consejo de tomar dos litros -8 vasos- de agua al día. Luego se citan por sus cualidades para limpiar la sangre y el organismo el te verde y las bebidas que contengan clorofila. Para la prevención del cáncer se mencionan los jugos frescos de verduras y frutas. Se piensa que el jugo de zanahoria es privilegiado como bebida capaz de alejar el cáncer.
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