lunes, 24 de marzo de 2014

Cebolla y ajo



Mascar unas ramas de perejil u hojas de hierbabuena para purificar el aliento cuando se ha comido cebollas y ajo es más o menos similar a empaparse de perfume cuando se han pasado varios días sin bañarse. Son distracciones mas no muy efectivas, a decir la verdad.

De todos modos, y a pesar del olor, tanto la cebolla como el ajo deben tomarse muy en serio. Si existieran los milagros en la nutrición, ambos serían condecorados como alimentos milagrosos. Digamos entonces que son extraordinarios. Dotados de excepcionales cualidades, estas verduras deberían consumirse todos los días, crudas o cocinadas, como elementos más del Buen Comer, de la dieta saludable y de la prevención de varias y graves enfermedades.

Faraones y reyes de la Antigua Mesopotamia acostumbraban consumirlos y, en ambos casos, estaban convencidos que con ello curaban todas las enfermedades y se aseguraban larga vida. En realidad, no son todas las enfermedades pero sí un buen número de trastornos pueden mejorar pero sobre todo prevenirse con el hábito de comer todos los días cebollas y ajos.

Debe anotarse, de todos modos, que respecto a ambos productos y a sus facultades curativas, las investigaciones siguen su curso. Muchos de los beneficios se han comprobado en el laboratorio, sobre animales mas no siempre sobre humanos. Aún así, existen evidencias que permiten hablar de cebollas y ajos como alimentos excepcionales y altamente protectores. Por supuesto, no se habla de un consumo ocasional sino de un hábito cotidiano, suficiente, que lleve a recibir beneficios.

Comencemos con el ajo. Se ha concluido que es excelente para el corazón. Entre otras razones:
- Puede ayudar a disolver los coágulos
- Reduce la tensión arterial
- Ayuda a bajar las cifras globales del colesterol
- En un cincuenta por ciento de las personas que sufrieron de un infarto, dos o tres dientes de ajo al día contribuyen a evitar un nuevo ataque
- Lo que lo hace tan eficaz en la protección cardíaca es uno de sus componentes, el ajoeno, sustancia que impide la formación de trombos y ayuda a adelgazar la sangre.

Los efectos del ajo, en este capítulo, no varían si se come crudo o cocinado.

Pero esto no es todo: lo califican igualmente como excelente antibiótico. Combate las bacterias y virus así como los parásitos intestinales. Existe la creencia popular que, comiendo en ayunas uno o dos dientes de ajo se acaban las amebas y otros parásitos. 

Hay más: es un buen remedio contra los resfriados, actúa como descongestionante, expectorante, espasmódico y antiinflamatorio. A nivel de las defensas, refuerza la acción de los medicamentos que combaten las infecciones.

Quizá en el terreno en donde más investigación se sigue cumpliendo es en la capacidad del ajo para proteger y prevenir el cáncer. Las conclusiones de los investigadores parecen poner en evidencia sus poderes anticancerosos tanto que ocupa el primer lugar como posible protector en la lista del Instituto Nacional de Cancerología de los Estados Unidos. Sería particularmente efectivo contra el cáncer gástrico.

Se le conoce además como excelente antioxidante que impide la acción destructora de los radicales libres que llevan a la degeneración y el envejecimiento.

Por supuesto, todas esas facultades se hacen reales con un consumo cotidiano alto. Se habla de por lo menos diez o doce dientes al día, crudos o cocinados. Con el inconveniente, sin embargo, que esas cantidades pueden producir molestias y ardor en la boca, el esófago y el estómago. Así mismo puede producirse flatulencia.

El aceite del ajo es su ingrediente activo. Siendo poco estable, la sustancia es fácilmente destruida por lo que se recalca que podría no estar siempre presente, en las dosis requeridas, en las cápsulas que se venden en los almacenes de productos naturistas o de medicina alterna.

Dos detalles prácticos: cuando se sofríe un ajo es indispensable no dejarlo dorar más de la cuenta pues se vuelve amargo. Para el aliento, aconsejan masticar perejil o hierbabuena (efectiva o no, ninguno hace daño) y para quitar el olor de las manos, frotarlas con dentífrico o con champú para el pelo.

Hablemos ahora de la cebolla.

También se le consumía en tiempo de los faraones y de hecho, era uno de los productos esenciales en la dieta de los obreros constructores de las pirámides. Hablamos de cebolla como tal pero también de puerros, cebollín, echalotas y escaloña o escalonia.

La cebolla es un antioxidante de poder excepcional. En especial, se habla de la cebolla roja y amarilla y de los chalotes. La cebolla blanca no queda incluida. Entre los alimentos es la fuente más poderosa de quercetina (antioxidante). Al igual que el ajo, ha demostrado su poder como agente anticanceroso, actuando con más efectividad contra el cáncer gástrico.

Siempre de manera similar al ajo, las cebollas ayudan a bajar las cifras totales del colesterol mientras contribuye a elevar el colesterol bueno (HDL). Impide la formación de coágulos y de ateromas o placas de grasa en las paredes internas de las arterias Por ende, protege el corazón. Media cebolla al día es la medida mínima recomendada para obtener los beneficios.

Acá se enumera una serie de otras virtudes que le son propias (no compartidas con el ajo) y que incluyen:

- Contrarrestar el asma
- Luchar contra la bronquitis crónica
- Contra la fiebre de heno
- La diabetes
- Las infecciones.

Es antibiótica, antiviral, antiinflamatoria. Es además fuente de fibra insoluble, ayuda al tránsito del bolo intestinal y combate el estreñimiento.

Entre sus inconvenientes están el de agravar la acidez y el reflujo y producir flatulencia y gases.

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