Excúsenme si una vez más -por tercera vez en estos últimos días- les propongo conversar sobre el cerebro. Bien se lo merece este órgano supremo, rector y protagonista de primer orden de nuestra vida -mente y cuerpo. Sí, es fuerte, resiste muchos embistes, pero a la vez es frágil se puede dañar.
Así como hablamos de que el chocolate negro, las nueces, el cúrcuma, el tomillo y bien otros alimentos son protectores y benéficos para el cerebro, así mismo vamos a citar otros alimentos capaces de perjudicarlo. Los años, por supuesto, influyen para que las células cerebrales, o neuronas, se vayan transformando, perdiendo a veces de su agilidad, pero bien otras cosas y circunstancias actúan con mayor celeridad y, porqué no decirlo, con severidad implacable sobre el tejido que se alberga en el cráneo.
Entre esas cosas perjudiciales -antes de hablar de los alimentos- bien podemos citar la pereza mental, la ausencia de curiosidad, el no hacer esfuerzos para aprender, memorizar, cuestionar y comprender. El cerebro, ya lo sabemos, es como un músculo: entre más se ejercita, más fuerte se pone, más se desarrolla y mayor diligencia adquiere.
Vayamos a los alimentos y bebidas.
El alcohol.- Es el que primero citan los nutricionistas y neurólogos. El alcohol es un arma de doble filo de la cual hay que protegerse.
Mucho se ha hablado del efecto benéfico y protector para el sistema cardiovascular y el corazón que tiene una copa de vino rojo al día. Ayuda, entre otras, a reducir los niveles de colesterol y a limpiar las arterias. Abre el apetito y produce -en algunos- sensación de bienestar y tranquilidad.
Pero esto no limpia de manera completa la imagen del alcohol. Este es una toxina y, por lo tanto, un enemigo del cerebro. Cuando se le consume en exceso, destruye vitaminas, disuelve los ácidos grasos esenciales que alimentan las neuronas y provoca debilidad en la memoria y pérdida de la concentración.
Cuando el consumo de bebidas alcohólicas es muy esporádico, estos efectos son generalmente reversibles. El organismo demora cerca de 24 horas en deshacerse de los tóxicos que ha dejado el alcohol después de lo cual se recupera sin dejar huellas.
Otra cosa es cuando el consumo se repite. Así sea una o dos veces por semana, con abstinencia durante los días restantes. La capacidad del organismo para metabolizar el alcohol es limitada. Lo es más en las mujeres que en los hombres. De hecho, el umbral de tolerancia a las bebidas alcohólicas varía de una persona a otra, está marcado por enzimas digestivas y también por la capacidad de funcionamiento del hígado. La toxicidad no es únicamente para el cerebro sino también para el hígado que acaba por saturarse de la lucha para derrotar las toxinas.
De manera muy especial se recomienda a las madres gestantes de abstenerse del consumo de alcohol. Sobre todo durante los meses en que se encuentra en formación el sistema nervioso del feto, sistema que es muy frágil y puede sufrir daños irreversibles frente a la presencia frecuente del alcohol.
La cafeína.- En torno al café mucho se ha hablado también. Se le atribuyen bondades pero también se le achacan culpas injustificadas y no comprobadas.
Frente a la cafeína, contenida tanto en el café como en el té y el chocolate así como en algunas gaseosas, se aconseja mantener prudencia. Se habla, de manera especial, en el consumo permanente y excesivo de estas bebidas.
Se considera que, en pequeñas cantidades, la cafeína ayuda a mejorar el rendimiento, levanta el estado de ánimo y contribuye a ahuyentar el letargo propio de ciertas horas como la que le sigue al almuerzo.
Pero en grandes cantidades, acaba creando dependencia por ser un alcaloide sicoactivo que bloquea ciertos receptores del cerebro y con ello genera una descarga de adrenalina. Esto produce una sensación euforizante agradable en ciertas personas al estimular el sistema nervioso central. Pero en otras personas, más sensibles, puede producirles insomnio, taquicardia, palpitaciones y algunos problemas en la boca del estómago.
El café y demás bebidas que contienen cafeína pueden ser remplazados por el té verde que, además de sus propiedades rejuvenecedoras, produce un estímulo suave y progresivo.
Grasas hidrogenadas.- Son las famosas trans de las que tantas veces hemos hablado. Más perjudiciales que el colesterol. Que se fabrican de manera industrial a partir de los aceites vegetales, en un procedimiento mediante el cual pasan del estado líquido al sólido. Estas grasas son muy utilizadas en la confección de lo que son las galletas y alimentos similares así como para la producción de alimentos ya listos para ser consumidos.
Se suele creer que las margarinas obtenidas de este proceso son más saludables que la mantequilla tradicional. Cuando en realidad las grasas trans no solo elevan el colesterol malo (LDL) y los triglicéridos, sino que reducen los niveles del colesterol bueno (HDL), algo que es altamente perjudicial tanto para el corazón como para el cerebro. Cuando las arterias se ven taponadas por el colesterol malo, no solo está en peligro el corazón sino también el cerebro. Si no recibe un flujo suficiente de sangre, éste peligra con sufrir de infarto.
Si bien la industria está buscando alternativas a las grasas hidrogenadas, aún éstas son utilizadas en abundancia. Leer las etiquetas de los productos es un excelente ejercicio para evitarlas. Un producto puede ser presentado como libre de colesterol. Pero si está elaborado con aceites hidrogenados, usted sabrá que éstos son los trans.
El azúcar refinado.- No es necesario asumir actitudes radicales y condenar todo lo que contenga azúcar refinado. Pero sí es conveniente evitar los productos confeccionados con éste, y procurar endulzar las bebidas con productos distintos al azúcar blanco. Empezando por el azúcar no refinado que se consigue hoy con facilidad en los supermercados y con la misma miel que, así sea poco, tiene algo de minerales.
No debe confundirse el azúcar blanco, refinado, o sacarosa, con otros azúcares como la glucosa, la fructosa, la lactosa, el almidón. Los carbohidratos todos se convierten en azúcares y, cuando son complejos -como los cereales integrales- son de alta calidad.
Y es que el azúcar blanco se obtiene mediante la acción de productos químicos que lo convierten en un producto vacío de nutrientes -vitaminas y minerales- pero rico en calorías.
Además, durante su absorción por parte del organismo, produce residuos ácidos que tienen que ser neutralizados por el calcio, mineral que debería ser exclusivamente dedicado a los huesos.
Se sabe por demás que tanto el calcio como el magnesio y las vitaminas hidrosolubles de la familia B son indispensables para el funcionamiento del cerebro.
Otro efecto nocivo del azúcar refinado es que es absorbido con mucha rapidez por el intestino delgado y esto provoca una subida súbita de la glucosa en la sangre. Para compensarlo, el organismo se ve obligado a producir cantidades mayores de glicemia creando un desequilibrio que conduce a la hipoglicemia. Esta condición afecta seriamente las neuronas: de un estado de euforia y excitación producida por el azúcar se pasa con mucha rapidez a una sensación de depresión y falta de energías.
Por otra parte, el azúcar produce la sensación de antojo lo que impulsa a las personas a seguirlo consumiendo con los efectos que ya citamos. Los niños son especialmente vulnerables a estos cambios y varias investigaciones han concluido que el exceso de azúcares refinados lleva a la hiperactividad.
Se recuerda que el azúcar no solo se encuentra en los alimentos dulces. Muchas conservas y productos elaborados lo contienen en cantidades variables pero no despreciables.
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