martes, 17 de marzo de 2015

Automedicarse



Podrán preguntar qué relación existe entre la nutrición y la compra y toma indiscriminada de medicamentos, conocida como automedicación.

Sí existe una fuerte relación entre ambos y en seguida lo vamos a confirmar.

Cada uno de nosotros reacciona de manera distinta frente a los medicamentos o ante la necesidad de tomarlos y de someterse a tratamientos. Es lógico.

Hay personas, y podríamos pensar que son hipocondríacas, que viven felices tomando pastillas, jarabes, jaleas y otros. Porque, como cada nuevo día sospechan que están afectadas de otra enfermedad, les es indispensable "cubrirse", protegerse contra cualquier virus, bacteria, microorganismo y demás. Aún así, engullendo medicamento tras otro, nunca se sienten tranquilas.

Mientras que otras personas asumen la actitud totalmente opuesta. No les creen a los médicos ("porque son unos charlatanes"), no les creen a los laboratorios ("que lo único que hacen es enriquecerse mientras nos envenenan"), no piensan que los medicamentos pueden curarlos y ni siquiera aceptan que necesitan cualquier tratamiento. Son los que prefieren que la naturaleza actúe y los salve o empeore...

Muchas otras personas están a la escucha. Lo que dicen los familiares, los vecinos, el colega, la esposa del conserje. En fin, cualquiera que le quiera recomendar un medicamento. Y ese mismo remedio, sin antes cuestionarse, lo compran y lo toman. O se lo aplican, o se lo inyectan. Porque se les olvida que cada persona es individual y única y que cada cual necesita de medicamentos específicos para su propio caso. Medicamentos, por demás, formulados por un médico profesional. No por un curandero ni un tegua, ni por el que se encuentra detrás del mostrador de la farmacia.

En cualquiera de esos casos, está el error. Por exceso u omisión, por credulidad o falta de criterio.

Regresemos a la relación entre el hecho de comprar y tomar cualquier medicamento, improvisado, y la nutrición.

Precisamente hay campos en los que más se registra la compra de medicamentos y la improvisación de los tratamientos. Uno de estos campos es el de los somníferos. Otro, los tranquilizantes. Otro más, los medicamentos contra la acidez y la indigestión. Y otro, las vitaminas y complejos de minerales y vitaminas.

Es en estos últimos en donde más se confirma el error. Porque se nos olvida que ni siquiera las vitaminas y los minerales son inocuos. Al igual que muchos otros medicamentos, la mayoría de hecho, pueden producir reacciones de intolerancia y hasta intoxicación. Es el caso, para citar uno, de las vitaminas que, como las del complejo B, se diluyen en la grasa. Su exceso es absolutamente contraproducente, lleva a reacciones adversas y hasta intoxicación.

Se nos olvida, además, que una persona que mantiene una dieta saludable y completa no necesita de suplementos vitamínicos ni de minerales. En los alimentos, en todos ellos, existen nutrientes suficientes para abastecer las necesidades de cualquier organismo. Y una persona que los consume de manera regular ve satisfechas sus necesidades. Abusar con más suplementos es absolutamente inocuo y, como visto, inapropiado.

Allí es donde hay una primera relación entre la automedicación y la nutrición. Salvo casos excepciones, como pueden serlo el embarazo, la edad de la menopausia, deportistas de alto rendimiento, convalecencias o recuperaciones de cirugías, enfermedades graves, salvo casos similares, las personas sanas, bien nutridas no requieren de más complejos.

Si vamos más allá de los complejos de vitaminas y minerales, encontramos casos como el insomnio y la depresión, el estrés y la fatiga.

Detrás de cada uno de ellos, y el médico con quien consulte se lo puede confirmar, existen errores que se derivan de una dieta desequilibrada, pobre en nutrientes, insuficiente bien sea en proteínas o carbohidratos o grasas. Claro está que este análisis se hace como primer enfoque. Y no son pocos los casos en los que el trastorno o la enfermedad se superan mediante un  cambio drástico en la dieta. Esto, por supuesto, no significa que ninguno de los que padecen insomnio o estrés excesivo necesiten de un tratamiento médico. Pero sí implica que, a la base, la nutrición -o la malnutrición- juegan un papel fundamental, que no puede despreciarse.

De por sí la automedicación acarrea graves riesgos no solo para quien se la aplica sino para las demás personas. Tomemos el caso de los antibióticos. El mundo científico está hoy enfrentado a un muy grave problema que consiste en que es necesario crear nuevos y más fuertes antibióticos para hacerles frente a enfermedades que ya no reaccionan ante los ya existentes.

Porque hemos abusado de los antibióticos. Bien sea tomándolos sin fórmula médica específica, bien sea no respetando las dosis citadas, bien sea por fórmulas dadas sin antes haber hecho un examen minucioso, o por haberlos tomado cuando no se necesitaban... Por muchos errores que todos hemos cometido y que han llevado a que las bacterias desarrollen sus propias defensas y se hayan vuelto inmunes al efecto de los antibióticos.

Pero este es otro tema. Que de todos modos, y aún si no se relaciona con la nutrición, queda como tema de reflexión. O sea que, antes de tomar un medicamento, aún el que pensamos más inocuo, que se encuentra en venta libre, antes de tomarlo, reflexionemos unos segundos. ¿Será que sí, de verdad, lo necesitamos?

Un amigo químico solía decir que tomar vitamina C cuando no se necesita no hacía daño. Simplemente enriquecía la orina...

No hay comentarios:

Publicar un comentario