viernes, 13 de marzo de 2015

Usted y la comida



Hay personas, y son muchas, para quienes el comer es apenas un acto de supervivencia. Significa esto que comen porque saben que lo necesitan para vivir. Mas no por ello le adjudican un significado mayor. 

Son estas personas las que llegan a casa, después de una ardua jornada de labor, abren la nevera o el congelador, sacan lo primero que les cae bajo la mano, lo calientan, lo engullen y ya. Terminada la cena. ¿La disfrutaron? No porque, mientras comían, estaban mirando tv., siguiendo las noticias, leyendo un informe de la oficina, traído a casa, y ya. 

¿Lavaron la losa, ordenaron la bandeja o la mesa de la comida? Sí, a toda velocidad porque a esas cosas no hay que darles mayor importancia. Entre más rápido se hagan, mejor. ¿Dejaron algo listo para el desayuno? ¡No más faltaba! El desayuno en casa es algo que no existe en su vocabulario. Si acaso, sí, si acaso, tomarán un vaso de jugo ya listo y saldrán corriendo para llegar a la oficina a tiempo.

Pero hay otras personas que sí le conceden a la comida un gran significado. Para ellas, el comer está rodeado de toda una simbología: significa hogar, calor, familia, alegría, protección. Comer hace parte de los placeres de la vida pero también va más allá. Es regresar al hogar familiar, recordar las reuniones con padres y hermanos. Es vivir un momento especial. 

Para ello, se preparan y también preparan los alimentos. Les ponen todo el esmero, son inventivos, originales, meticulosos y no escatiman esfuerzo alguno para que todo sea sabroso, caliente, fresco.

Estas personas son las que aman la convivencia, el compartir con los amigos, con los seres más queridos, cercanos. Es ofrecerles, y al mismo tiempo ellos disfrutarlo, un momento de intimidad que inspire confidencialidad, seguridad y amistad sincera.

Por ello, no permiten fallas. Y si algo no resulta tan bueno como lo desean, tan perfecto y elaborado, se disgustan como si hubieran fallado en algo muy grave, casi trascendental... Mejor dicho, no se lo perdonan y se ponen de muy mal humor.

¿A qué grupo de personas pertenece usted? ¿Qué actitud adopta frente a la comida, a los alimentos, a las novedades culinarias, a la elaboración de los platos? ¿Qué significado le otorga a la comida en sí? A los alimentos?

Los padres cometemos muchos errores cuando de educar a los hijos se trata. Es comprensible: nunca se nos enseñó a ser padres y, aparte del ejemplo que nos dieron en casa, pocas referencias tenemos al respecto.

Entre muchos aspectos, el de la comida es un campo en el que a menudo fallamos. Veamos cómo y por qué.

- Recompensa vs. castigo. Estos dos términos nunca deberían emplearse cuando estamos con los hijos. Por ejemplo: "Te doy un caramelo si estudias bien", o "solo cuando termines tu tarea tendrás unas galletas", "si no terminas lo que se te sirvió para la cena no podrás ver televisión".

El concepto del castigo o de la recompensa en relación con la comida abre las puertas para que el niño (a) se dedique a hacer chantajes. En vez de enseñarles que comer es una de las actividades indispensables para la salud y el bienestar, en vez de convertir el acto de comer en un momento de placer y diversión, éste se asimila a un medio de presión. Tanto por parte de los padres como por parte del hijo (a). Éste comprende que el comer o no es una forma de preocupar a sus padres y de llevar a que le concedan lo que les pide. Mientras que ellos ejercen una autoridad desplazada frente a sus hijos. El diálogo se rompe y solo se miden fuerzas.

- El ejemplo. Desde muy pequeños, los niños observan a sus padres y tratan de imitarlos. Allí es cuando comienza la educación de los hábitos alimenticios. Es cuando se les puede enseñar a comer de todo o, por el contrario, a rechazar alimentos tan indispensables como las verduras. El ejemplo clásico está en las espinacas.

Si usted como padre, o como madre, come de todo, programa las comidas incluyendo toda clase de alimentos, les muestra como combinarlos para recibir todos los nutrientes que su organismo necesita para crecer, desarrollarse y mantenerse sano, a ese momento habrá puesto los primeros ladrillos para un futuro saludable. En cambio si nunca trae a la mesa alimentos como las verduras, el pescado, los cereales integrales, y si usted limita las comidas a lo que son los fritos y platos listos, entonces creará en la mente del niño una tergiversación de lo que es comer bien y tener hábitos alimenticios adecuados.

Puede que usted piense que son aún pequeños para comprender o darse cuenta. No lo piense: dentro de las limitaciones propias a su desarrollo mental, de todos modos ellos son capaces de captar lo que está bien y lo que no. Y esa enseñanza, el ejemplo, les quedará para muchos años futuros. Hasta la edad adulta.

- La imposición. Este es otro de los errores que solemos cometer: obligarlos a comer cantidades inmensas de alimentos sin tener en cuenta si tienen o no hambre. 

El organismo de los pequeños es muy sabio: les dice qué necesitan, cuánto necesitan, hasta dónde pueden llegar. Engullirles comida no los hará feliz ni les ayudará a mejor crecer. Lo que puede suceder es que o bien desarrollan adversidad hacia los alimentos, o comienza a gestarse en ellos los primeros pasos hacia la obesidad.

Es muy frecuente ver a una madre preocupada porque su hijo (a) es muy flaco. Que se dedica entonces a correrle detrás con el plato en la mano y al cuchara en la otra hasta que logra que termine la ración que ella considera suficiente. Coméntele más bien al pediatra el tema de su preocupación y pregúntele si es correcto obligar al niño a comer muchos más de lo que le permite su capacidad. 

Como lo sabemos, la excesiva preocupación de una madre -o de un padre- no es buena consejera.

-Bulimia, anorexia. Todos estos errores que cometemos por exceso de amor pueden establecer las bases para que en un futuro no lejano el niños pero sobre todo la niña caiga en uno de los desórdenes más serios en cuanto a la alimentación como lo son la anorexia o la bulimia.

Simplemente porque el alimento perdió su verdadera misión de ser sustento de vida para convertirse en lo que ya dijimos: instrumento de chantaje, de venganza o de rebelión contra la autoridad, de proveedor de salud y también bienestar. 

Precisamente tanto la anorexia como la bulimia son trastornos mediante los cuales quien los sufre busca y logra hacerse daño. Entre más gorda se vuelve la joven bulímica, más come para castigarse a sí misma. Y entre más flaca se vuelve la anoréxica, menos feliz está con su propia figura y más kilos quiere perder para que sus huesos se destaquen mejor. 

De hecho, y cabe resaltarlo en estos momentos, el entregarse a dietas absurdamente rígidas es otra de las puertas tanto a la bulimia como a la anorexia. Quien ha sufrido de verdad para perder unos kilos busca su propia venganza -así sea contra ella misma- y cae con gran facilidad en la actitud contraria que es la de olvidarse de toda dieta para entregarse a las comilonas. Recuperando muy rápido los kilos perdidos, aumentados de muchos otros adicionales.

- Estudiar, aprender. Así como nunca se nos enseñó a ser padres, tampoco hemos aprendido a valorar los alimentos, a conocer sus cualidades, a saber lo que son los nutrientes que necesitamos y que cada alimento nos aporta.

Los medios de comunicación hablan cada vez más de la nutrición y de su importancia en la vida y la salud. Es bueno recordar lo que tantas veces se ha dicho: somos lo que comemos. Para sus hijos también se aplica. Con un detalle adicional bien importante: los padres somos responsables de que
nuestros hijos aprendan a comer bien. Que sepan distinguir entre un alimento saludable y otro clasificado como "junk food". Sin caer en excesos ni en fanatismos, mostrémosles el camino del bien vivir y el buen comer. Es así como les construimos un futuro de bienestar.

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