miércoles, 8 de abril de 2015

El cerebro y sus vericuetos



El cerebro humano es pequeño. Representa apenas el dos por ciento del peso total del cuerpo pero, como todo un exigente maestro, acapara para sí mismo, él solo, el 20 por ciento del total de oxígeno que entra en el organismo.

Ya sabíamos que es un gran goloso. Pero no habíamos hablado de todos sus vericuetos y sus exigencias. Porque el cerebro sí es muy susceptible: si se le trata con amabilidad, se comporta muy bien. Pero, frente a cualquier maltrato, se disgusta y es capaz de mostrarse intransigente, colérico y hasta mal educado (casi grosero!!).

¿Cómo manifiesta su descontento? De muchas maneras. Entre otras, se retrae de interrumpe su desarrollo. Esto sucede cuando es el cerebro de un niño maltratado, al que le faltan cuidados y mimos. El cerebro del bebé al que le faltan caricias y amores se presenta con fallas en las conexiones que se dan normalmente entre las neuronas y esto se refleja en un estancamiento físico y mental del bebé.

¿Cómo trabaja el cerebro?

El cerebro humano, lo hemos visto en imágenes, es una masa gelatinosa conformada por más de diez mil millones de células nerviosas conocidas como neuronas. Cada una de estas  neuronas está conformada por fibras similares a raíces que llevan en su extremidad pequeñas protuberancias parecidas a bulbos. En forma continua, minúsculas sustancias químicas salen de estos bulbos y golpean las paredes de otras neuronas. Estas, a su vez, son incentivadas para proyectar sus propios químicos hacia más neuronas. Operación que se cumple millones de veces por minuto a lo largo de nuestras vidas.

El aprendizaje, la memoria, los estados de ánimo, el apetito y el comportamiento sexual, todos van controlados y modulados por estos químicos -o neurotransmisores. De hecho, ni siquiera podemos hacer cualquier gesto o movimiento sin éstos porque ellos, además, controlan la coordinación de nuestro músculos!

Pero aquí viene una curiosidad. Estos químicos-neurotransmisores son controlados, a su vez, por otras sustancias químicas. Y aquí es donde comienza a desempeñar su papel la nutrición: ella es la que maneja y controla tanto la producción como las cantidades de los neurotransmisores. Extraídos de las proteínas que consumimos a diario, los aminoácidos se convierten en protagonistas de todo el mecanismo. Van apoyados por las vitaminas y minerales que aportan los alimentos.

Todo se procesa mediante una serie de pasos bioquímicos. Aún no se sabe cuántos neurotransmisores trabajan en el cerebro. Se han detectado unos treinta pero seguramente son mucho más numerosos. Lo que sí se ha establecido es el papel esencial, fundamental, de las vitaminas y minerales Tanto así que se establecen diversas terapias para tratar trastornos mentales mediante dietas determinadas específicas y estrictamente individuales.

De allí se desprende la certeza de que cada uno de nosotros es bioquímicamente único. Lo que puede producir sueño en unos puede, por el contrario, producir insomnio en otros. No se trata de atiborrarse de aminoácidos, vitaminas y minerales. Hay que saberlos combinar según las características muy propias de cada persona.

Más que cualquier otra célula, las neuronas son particularmente frágiles. Su labor puede ser interrumpida o trastocada por un sinnúmero de sustancias tóxicas y/o por moléculas naturales, tales como algunos aminoácidos que se encuentran normalmente en el flujo sanguíneo pero cuyo acceso a la circulación privada del cerebro está restringido.

Es el caso, para dar un ejemplo, del ácido fólico o vitamina B9. Indispensable para la salud del cuerpo, pero que solo debe llegar al cerebro en una mínima cantidad. Una cantidad mayor puede producir convulsiones. Tanto así que una parte de los medicamentos para el tratamiento de la epilepsia son conocidos como antagonistas del ácido fólico.

A través de la evolución, una compleja barrera se fue tejiendo para aislar el cerebro de la circulación sanguínea del resto del organismo. Este selectivo filtro solo autoriza el paso del oxígeno, de la glucosa -de la que el cerebro es gran consumidor- y de algunos pocos nutrientes. Este conocimiento dio lugar a dos grandes capítulos. El primero, para diseñar varias de las drogas capaces de actuar en complejos neuronales específicos. El segundo, para definir los nutrientes que pueden beneficiar o, por el contrario, perjudicar en el cumplimiento de las funciones cerebrales.

Las investigaciones desarrolladas por sicobiólogos han permitido determinar que los efectos producidos por drogas, toxinas y moléculas extrañas o foráneas al cerebro se deben a su habilidad de interrumpir o modificar la transmisión química entre las neuronas. 

Se sabe igualmente que enfermedades mentales pueden ser ocasionadas por fallas en neuronas defectuosas, desequilibradas, en cantidades excesivas o, por el contrario, escasas. Y precisamente, todos los neurotransmisores son fabricados a partir de los componentes naturales de los alimentos que constituyen nuestra dieta cotidiana.

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