Dicen que el azúcar conduce a la hiperactividad. Que los niños que consumen gran cantidad de alimentos dulces se vuelven superactivos. Y que esto, que acaba siendo un trastorno, les causa grandes inconvenientes. No solo en su comportamiento social y en el seno de sus familias sino también en su desempeño cotidiano como estudiantes.
Pero también dicen que el exceso de azúcar, tanto en niños como en adultos, se convierte en un excitante. Además de alterar los niveles de glucosa en la sangre y de predisponer a contraer una diabetes.
Pero detrás de la hiperactividad en los niños hay mucho más que el consumo de azúcar. Investigaciones adelantadas en distintos países concluyen que la contaminación ambiental así como aditivos que agregan a algunos alimentos -colorantes, sustancias para realzar el sabor y otros- son igualmente culpables del trastorno. Comienza como una reacción de alergia o intolerancia para degenerar en cambios del comportamiento.
Otro elemento que no debe descartarse es el factor hereditario. En general, se establece que los hijos -más que las hijas- son quienes reciben la predisposición a la intolerancia alimenticia. Y la reciben a través de la madre y no del padre.
Pero detectar y confirmar la hiperactividad no es asunto fácil. Con frecuencia se confunde con la tendencia, bien frecuente, de los niños a querer conocer todo, a evolucionar, a buscar e indagar, a ser activos. A veces demasiado!
¿Qué puede originar la hiperactividad? Una amplia gama de factores: estrés emocional, dificultades en el ambiente que rodea al niño, exceso de restricciones, abusos sicológicos o físicos. Estos factores deben ser diagnosticados por un médico. Sin embargo, otros pueden ser detectados por los mismos padres mediante una minuciosa observación. Tales como la exposición cada vez más común y frecuente a sustancias químicas -como los aditivos en los alimentos-, la intolerancia a algunos alimentos, la malnutrición y alergias que pueden ser desatadas por muy diversas sustancias.
El gran problema es que la hiperactividad no solo afecta el comportamiento cotidiano del niño sino que entraba, entorpece sus capacidades para aprender, concentrarse, ejecutar tareas. Y lo que es aún más penible es que son generalmente los niños más inteligentes los que sufren con mayor frecuencia de hiperactividad.
Una cosa es cierta: la hiperactividad se corrige. Pero requiere de atención y del concurso de médicos. Generalmente se busca la ayuda de un sicólogo o de un siquiatra. Pero no deja de necesitarse también la orientación de un alergólogo gracias a quien se podrán detectar reacciones o consecuencias de la intolerancia hacia uno o más alimentos o sustancias.
¿Qué síntomas acompañan el exceso de actividad y la agitación? Generalmente los niños suelen sufrir de muchas angustias o de depresión, y con frecuencia se les nota muy tensionados. En otros casos, no raros, los niños sufren de desánimo, tienden a dormir muchas horas más de las necesarias, o permanecen recostados durante largos ratos sin hacer nada. Cuando se reponen, pueden reaccionar de manera agresiva sin que medien razones válidas.
Hablemos de las sustancias que pueden desencadenar comportamientos agresivos y de hiperactividad.
Como anotado, las sustancias más incriminadas suelen ser los aditivos que se mezclan con una innumerable cantidad de alimentos. Tales como ponques, galletas, caramelos, platos cocinados listos para ser consumidos. Muchos niños son igualmente sensibles a un químico conocido como salicilato, ingrediente común que se encuentra en la aspirina. Este químico se encuentra de manera natural en algunas verduras y frutas. Entre éstas se incluyen las almendras, manzanas, albaricoques, moras, clavos, cocombros, encurtidos, frutos rojos, uvas, saborizantes de menta, duraznos nectarinas, naranjas, ciruelas, tomates y todos los tés.
De todos modos, la recomendación se extiende hasta la eliminación de la dieta cotidiana de todos los alimentos que conllevan colores químicos. Uno de los que más causan irritación es el color rojo.
La sospecha se extiende a muchas otras sustancias químicas utilizadas con gran frecuencia en los procesos industriales tales como los metales pesados, sustancias que aromatizan, el humo que se desprende de combustiones, etcétera. Se menciona la influencia perjudicial del exceso de cobre que se traduce en una deficiencia de zinc. El cobre tiende a excitar el sistema nervioso mientras que el zinc opera en sentido contrario, produciendo sosiego.
¿Cómo enfrentar la hiperactividad? Existen medicamentos que los médicos pueden formular. Sin embargo, la principal recomendación es la de buscar y detectar y por supuesto eliminar las causas de las intolerancias o alergias a los alimentos. Para ello es indispensable la intervención del alergista -o alergólogo-. El será quien determine las sustancias culpables y quien, además, adelantará una terapia de insensibilización.
De todos modos, no pueden descartarse los demás factores enunciados. Entre los cuales, las deficiencias nutricionales o la malnutrición, el estrés ambiental que rodea al niño o a la niña tanto en su hogar como en el colegio.
Así como se aconseja el tratamiento para el niño, se recomienda tomar medidas de precaución durante el embarazo para proteger a su bebé de futuras intolerancias o alergias que pueden derivarse en hiperactividad. Entre las medidas se incluyen:
- Mantener una dieta muy balanceada que incluya todo tipo de alimentos;
- Evitar comer con demasiada frecuencia un solo tipo de alimentos, sobre todo si no es de su total agrado;
- Es posible que la leche le cause intolerancia. Es cierto que durante el embarazo la futura madre requiere de mucho calcio. Puede encontrarlo en el yogur, quesos duros, algunas verduras y pescados. Es necesario pedir consejo al ginecólogo;
- Con frecuencia los antojos que se presentan durante el embarazo son derivados de una dieta en la que hay deficiencia de alguno (s) vitaminas o minerales;
- Recuerde que las verduras y frutas pierden muchos de sus nutrientes cuando son sometidos a mucha cocción o a procesos de licuadora. Es preferible consumirlos apenas cocinados o simplemente crudos.
Una vez que el bebé nace, es muy importante alimentarlo al seno. El primer líquido que se produce en el seno es un gran alimento y es indispensable para construir bacterias protectoras para el sistema digestivo del bebé.
Evite darle alimentos sólidos demasiado temprano. Prepare las compotas en casa para evitar darle las comercialmente elaboradas que suelen contener harina (trigo) como ingrediente para espesarlas. Las compotas hechas en casa se harán además sin agregarles azúcar ni sal y menos sustancias químicas como el glutamato. A partir de los 9 meses, su bebé tendrá las defensas más desarrolladas y podrá tolerar mejor alimentos como el huevo.
Manténgase atenta a las reacciones que se presentan cuando alimenta su bebé con leche de vaca, yogur, pudines y quesos. Solicite el consejo del pediatra. La leche de algunas nueces y semillas (como las almendras o la soya) así como jugos de verduras (entre ellas la zanahoria) son muy nutritivos. Puede igualmente ensayar con leche de cabra.
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