viernes, 31 de enero de 2014

¡SOS, Fuego!



 Gloria Moanack©

En los supermercados, a un lado de las cajas registradoras, y al lado de las gomas de mascar y las pastillas de menta, tabletas de chocolates y paquetes de maní, se encuentran las pastillas para calmar la acidez estomacal y el reflujo.

Bien significativa su ubicación: son tantas las personas que sufren de lo que comúnmente se denomina indigestión o acidez que las pastillas -que ni siquiera son vistas como remedios- ocupan un lugar privilegiado y muy al alcance de cualquiera. Se calcula que, en los Estados Unidos, el 10 por ciento de la población sufre de reflujo ácido. Y cosa extraña, sin que se sepa muy bien por qué, este malestar se asocia con profesionales, altos ejecutivos y personas de grandes responsabilidades.

Imagen distorsionada por cuanto la acidez se puede presentar a cualquier edad, en ambos sexos y sin importar el grado universitario o profesional!

Se presenta como una sensación de ardor en la boca del estómago. Va acompañada de dolores de variada intensidad y duración, de eructos y a veces de un sabor amargo en la boca. La población que con más frecuencia se ve afectada se sitúa entre los 20 y los 50 años de edad.

Contrariamente a lo que se podría suponer, los estados tensionales y el estrés no son los principales factores determinantes. En muchos casos, la acidez obedece a una propensión anatómica con la que cualquier persona puede nacer. Sin embargo, la causa primordial es la alimentación. Este es un factor determinante que obliga a una revisión no solo de los alimentos que se ingieren sino de los hábitos alimenticios tales como el afán que se tiene al comer o la puntualidad de los horarios. El alcohol, llamado malhechor silencioso, bebidas estimulantes y gaseosas son también frecuentes culpables del malestar.

Porque sí, la acidez o el reflujo es un trastorno y no una enfermedad. Del que la persona nunca se cura pero que sí se puede controlar. Se puede y debe porque, de lo contrario, se vuelve crónico y da lugar a lesiones en frágiles paredes del estómago que pueden incluir la aparición de una gastritis o de  una úlcera.

De allí que sea imprescindible consultar con un gastroenterólogo sin contentarse con mascar las famosas pastillas o antiácidos que se incluyen en los talegos del mercado semanal.

Cuando se come algún alimento o se toman bebidas, llegan al estómago en donde se van a mezclar con los jugos digestivos o gástricos encargados de procesarlos para que sigan su tránsito a través de los intestinos. Esta es la segunda fase de la digestión siendo la masticación la primera.

Entre el esófago y el estómago se encuentra un pequeño anillo muscular, conocido como esfínter, cuya misión es la de mantener en el estómago los bocados ya ingeridos. Por varias razones, ese esfínter se hace semejante a una banda vieja de caucho, se vuelve errático y pierde su tonicidad al punto de olvidar su misión. A ese momento, el contenido estomacal se devuelve hacia el esófago produciendo la sensación de ardor, el malestar y los dolores. Estos pueden ser tan fuertes que se llegan a confundir con una falla cardíaca o un infarto.

Muchas veces el esfínter no tiene la culpa de equivocarse en su labor de cierre automático. Algunos alimentos, como el chocolate, le hacen "perder la cabeza" y lo ponen errático. Son alimentos que contienen sustancias relajantes para los músculos. Si el reflujo es muy frecuente, el esófago se ve expuesto con más frecuencia a los jugos gástricos, se irrita e inflama mientras la acidez se hace recurrente. Es cuando se acrecientan los dolores.

Son muchos los culpables de los reflujos y la acidez estomacal. Varios de ellos son comunes a muchas personas mientras que otros afectan de manera individual a una persona que puede presentar una especial sensibilidad hacia un alimento determinado. Entre los mayores culpables se incluyen el chocolate, el alcohol, las grasas, el exceso de azúcar, fresas y tomates, cítricos, cebolla fresca, menta o hierbabuena, pimientas, leche y algunos de sus derivados. El café, el te y las gaseosas así como el fumar pueden abonar el terreno para que la acidez se presente.

Otro factor de gran impacto tiene que ver con la forma de comer. En efecto, comer demasiado rápido y/o en exceso sobrecarga el estómago haciendo que la llenura ejerza presión sobre el esfínter. Si éste se ha debilitado, puede desplazarse y abrir el regreso de la misma comida acompañada de jugos gástricos.

Con un poco de atención y asumiendo algunas fórmulas, el acidez estomacal puede llegar a evitarse. No debe sin embargo descuidarse la necesidad de consultar con un médico. Las fórmulas incluyen:

- Disminuir los alimentos grasosos, los que debe remplazar por cantidades moderadas de aceite de oliva
- Consuma más proteínas y carbohidratos complejos
- Limite o elimine el chocolate, la menta, el café, el alcohol y la cebolla cruda, alimentos que pueden relajar el esfínter
- Su estómago puede ser sensible a los cítricos y/o a los picantes. Si es el caso, evítelos. 
- Cuando comience a sentir acidez, tome agua o cualquier bebida que no sea ácida con lo que podrá sacar del esófago la comida ácida.
- Si tiene exceso de peso, trate de perder unos kilos. La presión sobre el esfínter se hará menor.
- No se acueste después de comer. Espere entre dos y tres horas antes de ir a la cama. Dormir con la cabeza elevada ayuda. Puede poner ladrillos debajo de la cama, en la parte correspondiente a la cabeza o utilizar una almohada alta.
- Acuéstese sobre el lado izquierdo y no sobre el derecho. El esófago entra en el estómago por el lado derecho y, al acostarse de ese lado, el esófago queda por debajo de la abertura del estómago.
- Evite acostarse al poco tiempo de haber ingerido alcohol. Puede o suele provocar acidez aún en personas que, por lo general, no la sufren.
- Cuando se presente la acidez, analice los alimentos que ingirió dos o tres horas antes. Así puede detectar alguno que le haga daño y que no necesariamente está incluido entre los mayores culpables.

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