miércoles, 16 de julio de 2014

A los niños su turno



Los tiempos han cambiado. Hasta hace poco -y aún hoy en muchas culturas- se admiraba al bebé gordo, de cachetes llenos y colorados, de piernas y brazos rollizos. Y se pensaba o, por decirlo mejor, esos rollos eran sinónimo de salud.

Ya no lo son. Al contrario: un niño rollizo dejó de ser ejemplo de bien estar para convertirse en motivo de atención. Las células grasas en los niños son presagio de problemas en su edad adulta. Entre ellos, uno de los principales, el riesgo de ser obeso.

Esto comienza durante el embarazo. La mujer gestante que gana más kilos que los recomendados asume varios riesgos para ella y para su futuro bebé. Ella puede tener dificultades durante el alumbramiento, complicaciones por su exceso de peso y mayor riesgo de sufrir de preclampsia. 

En cuanto a su futuro bebé, el exceso de kilos ganados por la madre repercuten en su desarrollo. No significan que el bebé será de mayor tamaño ni de desarrollo más completo. Pero en su organismo se formará un número muy superior al normal de células grasas, y esto es lo que lo predispondrá a ser obeso en sus años futuros, con los riesgos que esto involucra tanto para su corazón como para su salud en general.

En general, sea bebé o niño en edad preescolar, ninguno debe sobrepasar el peso que el pediatra recomienda y que es, en general, el indicado por la tablas elaboradas para tal fin. Por supuesto, existen márgenes, la constitución de cada niño difiere, influyen la herencia y la tendencia familiar. Pero existen pautas que conviene acatar en pro de la salud presente y futura del niño.

Otro punto muy importante tiene que ver con la formación de los hábitos alimenticios. Un bebé no nace conociendo lo que es el dulce. Esto lo aprende a través de la alimentación que se le da. Claro, la leche materna no es de sabor neutro pero tampoco es semejante a una bebida a la que se le agrega azúcar.

Lo mismo ha de decirse cuando se inicia la diversificación de sus alimentos. En ningún momento es necesario agregar azúcar a lo que se le va a ofrecer. Las primeras compotas, hechas en casa o ya listas, son de sabor suficientemente agradable como para que el bebé las reciba sin que se les haya modificado el sabor endulzándolo.

¿Cómo formar hábitos alimenticios saludables, que quedarán impresos y recordados a lo largo de la vida? Primero, y de manera primordial, dando el ejemplo. Si el papá o la mamá, o ambos, acostumbran comer verduras, los hijos seguirán el ejemplo. Pero si él o ella, o ambos, se instalan a comer "mecate", "junk food", si no aparece en la mesa cotidiana ni una verdura, tampoco el niño aprenderá lo que es una dieta balanceada y completa.

¿Es fácil enseñar a los hijos a comer bien? No, no lo es. Es una labor de cada día, realizada con amor y con mucha inteligencia más información acertada. Aquí van algunos consejos. Por supuesto, se tiene en cuenta que serán válidos para establecer las bases de una alimentación saludable. Pero bien se sabe que llegará una edad -generalmente la preadolescencia- en que todo lo enseñado será recluido en el cajón del olvido. Porque entonces tendrán otras inquietudes alimenticias llamadas perros calientes, hamburguesas, papas fritas etcétera.

Entre tanto, aquí van los consejos:

- Las células grasas del organismo infantil comienzan a disminuir durante los primeros cinco años de su vida, y de manera especial en los momentos en que se aceleran el crecimiento y el desarrollo. Aún si parece perder peso en esos momentos, no lo sobrealimente. Recuerde que ganar más peso que el adecuado le dejará huella para la vida. Evite en esos momentos atiborrarlo de alimentos dulces y grasosos.

- Procure no enseñarle el gusto del dulce ofreciéndole bebidas endulzadas y caramelos u otras golosinas. Tenga a la mano frutas, yogur, barras de avena y ponqués o galletas hechos con harina integral y sin excesos ni de dulce ni de grasas.

- Cuando le ofrezca un alimento, presénteselo con alternativas que sean similares: ¿quieres una pera o una manzana?; ¿quieres acompañar el pollo con zanahorias o arvejas?

- Ofrézcale variedad para sus comidas intermedias. Tenga siempre disponibles frutas frescas o secas. Por ejemplo, una taza de uvas, albaricoques secos, fresas bien rojas.

- Prepare platos con verduras crudas ya listas para ser consumidas: tajadas de zanahoria, hojas de lechuga, cocombros pelados, mazorcas pequeñas. Ubíquelas en una repisa de la nevera que se encuentre a la altura de sus ojos. Si les pone al lado una crema hecha con aguacate o con yogur o con queso, serán más apetitosas.

- Si se inclina por las golosinas, si permanentemente consume papas fritas, chocolates o galletas, muy probablemente su hijo o hija hará lo mismo.

- En la dieta cotidiana haga prevaler la variedad. Un mismo alimento día tras otro acaba aburriendo a cualquiera! Es además propicio a crear alergias. Con la variedad, y esta es otra ventaja, usted garantiza que el niño recibe todos los nutrientes que necesita. 

- Si es posible, proporcione al niño los elementos apropiados para que él mismo siembre una o más matas. Sean de tomate, zanahoria u otros. Además de distraerlo de manera sana y agradable, esto le animará a consumir las verduras con más entusiasmo.

- Y no olvide mantener a su alcance una jarra o botella de agua, o jugos de frutas recién exprimidos. Hidratarse es indispensable no solo para adultos sino también para niños.

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