Varias veces hemos conversado acerca del corazón. Lo hacemos, e insistimos, porque las enfermedades cardiovasculares siguen siendo en el mundo los principales enemigos de la vida. Son las que más muertes ocasionan, aún más que el cáncer, y sin embargo, con unas medidas de prevención y algunas precauciones, podría evitarse un porcentaje de esas muertes.
Hay factores de riesgo, es cierto. Algunos son modificables, otros no lo son. Hay hábitos de vida, todos ellos modificables, hay situaciones de vida, muchas de ellas también modificables.
¡Por qué, entonces, no tratar de analizar esas situaciones, los hábitos, los riesgos, para buscar cambios reales que ayuden a su corazón a mejor vivir!
Sabemos que el colesterol alto, la tensión arterial elevada, la presencia de una diabetes, el sedentarismo y la obesidad son factores que ponen en peligro la integridad del corazón. En estos, como en varios otros casos, hay vías para el cambio. Y es lo que hoy le propongo.
Por supuesto, cada persona es un ser individual, con sus condiciones y características muy propias. Esto lo hemos dicho tantas veces. Pero aún así existen factores que se adaptan y aplican a la in mensa mayoría de las personas.
Entre ellos, están los factores de riesgo cuando se habla de enfermedades cardiovasculares.
Aquí van una serie de estos factores, todos ellos modificables.
- La hipertensión arterial y/o la diabetes. Ninguna de las dos pueden curarse pero sí ambas pueden y deben ser controladas con lo cual disminuyen considerablemente los riesgos cardíacos. Los tratamientos deben seguirse de por vida, a menos que el médico indique lo contrario.
- Tabaquismo
- Sedentarismo
- Estrés permanente y severo
- Niveles altos de colesterol, sobre todo el LDL, o colesterol malo. Que pueden corregirse mediante una dieta alimenticia, una rutina de ejercicios y, cuando el médico lo ordena, medicamentos. Esta disciplina debe mantenerse de por vida o mientras el médico ordene hacerlo.
- Bajos niveles de colesterol bueno o HDL. A través del consumo de ciertos alimentos, junto con la rutina de ejercicios, es posible incrementar esos niveles. El colesterol bueno actúa como camión recolector de desechos y de esta manera protege las arterias.
- Obesidad o sobrepeso.
- Grasa alojada a nivel del abdomen la que, se sabe, es especialmente perjudicial para el corazón. Este riesgo es más frecuente en hombres que en mujeres.
Por supuesto, el hablar de riesgo no implica que, obligatoriamente, se presentará un infarto u otra enfermedad cardiovascular. Pero sí significa que se debilitan las protecciones que su corazón debe tener para seguir funcionando a plenitud. En todo momento, la nutrición y una dieta adecuada se convierte en un imperativo para lograr el objetivo de un corazón sano.
Mencionamos tres factores de riesgo que pueden modificarse. Son ellos el colesterol, la diabetes y la hipertensión arterial. Vale la pena mencionar a grades rasgos las razones por las cuales causan perjuicio al corazón y al cerebro.
La diabetes:
Está el diabetes tipo juvenil y el diabetes tipo II o del adulto. En ambos casos, y a largo plazo, el exceso de glucosa en la sangre altera la salud de las arterias. De allí proviene su riesgo para el corazón.
El daño en las arterias se extiende igualmente a las arteriolas y pequeñas venas, de donde se desprenden con frecuencia casos de ceguera y/o daños severos en los ojos.
El control de la diabetes mediante una dieta apropiada, dictada por el médico, y los medicamentos que pueda ordenar es una garantía de que la enfermedad no alcanzará a dañar las arterias.
Se recuerda que, a través de la dieta, se da el primer paso para reducir los niveles de glucosa en la sangre. Evitar los azúcares de rápida absorción es una primera medida saludable. Entre estos azúcares se incluyen las harinas refinadas, las bebidas dulces y jugos de frutas, el helado, la compota de manzanas u otras frutas, los bizcochos y cereales del desayuno.
El colesterol:
Bajar los niveles del colesterol malo es posible siempre y cuando se sigan las tres recomendaciones: una dieta en la que se eliminen las grasas saturadas de origen animal, los alimentos fritos, las cremas, mayonesas y el exceso de salsas más las mantequillas, bizcochos, helados y ponqués, todos ellos hechos con grasas saturadas. La segunda recomendación tiene que ver con la composición misma de la dieta: mucha verdura, mucha fruta, carnes magras, pescado, carbohidratos complejos o de lenta absorción, con cereales integrales, leguminosas, soya, quinoa, semillas y nueces. Y la tercera es la de seguir la ordenanza del médico en lo que se relaciona con los medicamentos.
El colesterol LDL contribuye a la formación de las placas en la pared interior de las arterias -aterosclerosis- lo que, a la larga, acaba obstruyendo el paso de la sangre y abriendo el paso al infarto cardíaco o cerebral.
La hipertensión arterial:
Se habla del trastorno mediante el cual se mide la fuerza con la que la sangre atraviesa las arterias.
Cuando la tensión se eleva, y a medida que se registra a largo plazo, las arterias comienzan a fallar y dan lugar al derrame cerebral o cardíaco.
La primera medida de prevención es la de limitar o eliminar la sal con los alimentos, diseñar una dieta saludable con poca grasa, pescado mucha verdura, frutas, cereales y leguminosas, combatir la obesidad y aceptar tomar los medicamentos. Es frecuente que las personas abandonen sus tratamientos una vez que la tensión arterial se haya estabilizado. A menos que se lo autorice el médico, es un error por cuanto, en muchos casos, la hipertensión es de origen desconocido y, en consecuencia, no puede curarse sino controlarse.
Veamos ahora los factores de riesgo que usted no puede modificar. O sea, los inmodificables:
- El sexo: aunque la tendencia mundial ha ido cambiando, y que cada día se registran más enfermedades cardiovasculares en las mujeres, el sexo masculino es el más propenso a sufrir de un infarto.
- La edad. A partir de los 65 años el infarto y otras enfermedades cardíacas se incrementan. En las mujeres, la menopausia y la ausencia de hormonas contribuye a incrementar el riesgo. Debe anotarse sin embargo que, con la vida moderna, la edad de riesgo se ve sensiblemente disminuida. Un porcentaje alto de altos jóvenes llega a los servicios de urgencia por causa de un infarto.
- Antecedentes familiares. Si una persona de su familia directa sufrió, antes de cumplir los 60 años, de un accidente cardiovascular, de angina de pecho o de una enfermedad cerebro vascular, usted tiene mayores riesgos de sufrir de cualquier de ello. lo que implica de su parte una mayor atención para la prevención.
- Usted mismo sufrió de un problema cardiovascular. Este se puede repetir si no se toman las precauciones requeridas.
- Existen casos en los que se detectaron fallas cardíacas, que no llegaron a ser infarto, durante un examen de rutina. Hay personas, igualmente, que nacen con un problema congénito no detectado y que, en consecuencia, puede en un futuro traducirse en un infarto. Casos semejantes se ven en los estadios cuando un deportista sufre de muerte súbita. El examen de control anual con el internista y, si necesario, con un cardiólogo puede ayudar a detectar de manera temprana cualquier problema de este tipo.
No hay comentarios:
Publicar un comentario