Los científicos lo aseguran: uno de cada tres cánceres en el mundo tiene relación con los alimentos. Y hoy, la dieta cotidiana es considerada como una de las armas más privilegiadas para prevenir y combatir el cáncer.
Lo que se come y lo que no se come. Así podría resumirse la opinión de los investigadores. Todos alimentos contienen sustancias capaces de bloquear o eliminar las células cancerosas y quienes los consumen cuentan con una gran protección. Pero así mismo, quienes se abstienen de comer esos mismos alimentos, no solo pierden la oportunidad de estar protegidos contra el cáncer sino que se ven expuestos a contraer la enfermedad, en distintas de sus formas, porque carecen de las sustancias protectoras.
Entre los alimentos más poderosos en esa lucha contra los tumores, linfomas y demás se encuentran las verduras y las frutas. En cambio, entre aquellos productos que incrementan el riesgo de enfermar se citan las carnes -especialmente asadas al carbón o sobre parrilla-, las grasas saturadas y algunos aceites vegetales.
En ese mundo del cáncer no se puede hablar a la ligera, ni es oportuno mencionar los poderes mágicos o los milagrosos de los alimentos. Existen otros factores, importantes, capaces de desencadenar procesos cancerígenos que no pueden menospreciarse. Entre ellos, la higiene de vida, la herencia, el medio ambiente con sus contaminantes y, como ya mencionado, la malnutrición.
Sin embargo, incontables investigaciones en el mundo tienden a confirmar que la dieta es un factor primordial en la prevención de los cánceres, en la limitación de las metástasis, en la rapidez y gravedad de su expansión. Pero, al igual que siempre se ha dicho, se habla de una dieta cotidiana, de todos los días, todas las semanas y años. Y no de una ensalada de vez en cuando...
Los vegetales -u hortalizas-
Hablemos de los alimentos que son investigados por su poder para combatir el cáncer. Son ellos:
Ajo, repollo, regaliz, fríjoles de soya, jengibre, umbelíferas (zanahoria, apio, chirivía), cebolla, té (especialmente verde), batata, cítricos (naranja, mandarina, limones, toronja), trigo y arroz integrales, linaza, tomate, berenjena, pimentón, crucíferas (brócoli, coliflor, coles de Bruselas), avena, menta, orégano, pepino o cocombro, romero, salvia, cúrcuma, tomillo, papa, melón cantaloup, albahaca, estragón, cebada, bayas.
Y mencionemos ahora lo que los científicos ya han comprobado:
- Cáncer pulmonar: zanahoria y hortalizas de hojas verdes
- Cáncer de colon: verduras crucíferas y zanahorias
- Cáncer de esófago, oral y de faringe: todas las hortalizas
- Cáncer de laringe: frutas y verduras
- Cáncer de estómago: todas las frutas, lechuga verde oscura, cebolla, tomate, apio, ahuyama. Se recalca el beneficio de las hortalizas crudas
- Cáncer del páncreas: frutas y hortalizas en general
- Cáncer de la vejiga: todas las hortalizas con énfasis en la zanahoria. Todas las frutas
- Cáncer de tiroides: crucíferas.
Aunque no siempre se puede hablar con exactitud acerca del proceso mediante el cual las verduras y frutas actúan contra el cáncer, las investigaciones mencionan que la influencia benéfica se extiende a lo largo de todo el proceso. Comenzando con las primeras células precancerosas y concluyendo en el momento de la metástasis. Por supuesto, es en las primeras etapas en donde se hace evidente la eficacia: los alimentos crean ambientes favorables en el organismo para bloquear la diseminación de las células malignas. O, en caso contrario, pueden igualmente favorecer acciones negativas que contribuyen al incremento de las células enfermas que luego se convertirán en cáncer.
Este es el motivo por el cual los científicos insisten en la importancia de la dieta. Recomiendan consumir por lo menos cinco porciones de verduras y frutas al día. Una porción equivale a media taza o cien gramos del alimento. Otra recomendación es la de incluir verduras tanto crudas como cocinadas. Es cierto que algunos antioxidantes -como la vitamina C- se pierden con la cocción lo que queda compensado si se mezclan con verduras y frutas crudas que la contienen.
Aquí van algunos resultados de investigaciones desarrolladas en el Instituto Nacional de Cancerología (E.U.) y en la Universidad de Berkeley: el consumir verduras y hortalizas en cantidades suficientes hace que disminuyan notablemente las posibilidades de enfermar de cáncer de colon y estómago, de pulmón y seno, de próstata, cuello uterino y ovarios, vejiga, páncreas, cavidad oral.
Comparada con los riesgos que se presentan en personas que no consumen suficientes o no consumen del todo verduras y frutas, la protección que reciben los consumidores es de un 50 por ciento mayor. Algunos investigadores aseguran que comiendo dos porciones de frutas todos los días puede reducirse en un 75 por ciento el riesgo de un cáncer pulmonar.
Otras investigaciones, adelantadas en Gran Bretaña, indican que quienes registran bajos niveles de vitamina A y betacaroteno en la sangre, a consecuencia del poco consumo de verduras, tienen mayores probabilidades de morir de cáncer de cualquier tipo, en particular del pulmón. También se resalta la importancia en la protección del ácido fólico (presente en las verduras de hojas verdes), y del licopeno (tomate).
Ya mencionamos la importancia de incluir verduras tanto crudas como cocinadas. En relación con el tomate, es preciso recalcar que, consumido en cualquiera de sus formas, sigue guardando la totalidad de sus propiedades benéficas. Se le puede comer crudo, en salsa, enlatado, en concentrado, sus concentraciones de licopeno se mantienen intactas. Esta sustancia se encuentre, en menores cantidades, en la patilla y los albaricoques.
Entre tanto, otras verduras ven acrecentado su poder cuando son cocinadas. Es el caso de la zanahoria y su contenido en betacarotenos. Ligeramente cocinadas, se facilitará la asimilación de estas sustancias.
Esto no sucede en cambio con las verduras de hojas verdes en las cuales la cocción, sobre todo prolongada, merma los beneficios que deberían aportar. Se mencionan la lechuga, la espinaca, el brócoli y las crucíferas como el coliflor y el repollo. Conviene cocinarlas de manera muy rápida, en muy poca agua, u optar por asarlas en el horno o cocinarlas en el micro ondas.
Todas las verduras de hojas verdes, y entre más oscuras mejor, son poderosas protectoras contra las distintas formas de cáncer. Esto se debe a sustancias que aportan como la luteína, antioxidantes (betacaroteno, ácido fólico, vitamina C), y el glutatión.
Así mismo, se mencionan los cítricos, los que, según investigaciones, poseen 58 sustancias químicas anticancerosas. Sin embargo, para obtener pleno beneficio, se recomienda su consumo entero. Cuando se les prepara en jugo, pierden algunas de esas sustancias.
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