viernes, 29 de agosto de 2014

Obesidad infantil



Se podría decir que la obesidad infantil podría prevenirse en una inmensa mayoría de los casos. Durante el embarazo, cuando el feto está aún en el vientre de su madre. Sobre todo durante los meses en que se van conformando las células adiposas del futuro bebé, las mismas que determinarán en el futuro la conformación fisiológica del recién nacido.

Todo depende de los hábitos alimenticios de la madre. Se estima que, durante el embarazo, la mujer no debería ganar demasiado peso. Nueve kilos de más serían lo ideal. Sobre todo cuando la mujer tenía un peso adecuado antes de iniciar su embarazo. En caso contrario, se le recomendaría incrementar el consumo de alimentos y, a la vez, ganar dos o tres kilos adicionales a los que se presentan como ideales.

Pero cuando la madre se sobrepasa en la ganancia de peso, error bastante frecuente, condiciona a su futuro bebé a ser obeso tanto en sus primeros meses como en los primeros años de su vida. Y esto ocurre porque durante la formación y el desarrollo del feto, se van tejiendo los tejidos adiposos del futuro bebé. Cuando hay excesos en la alimentación materna, el número de células encargadas de la grasa crece de manera incontrolada, lo que deja huellas en el organismo del bebé y aún en los años de juventud, a veces de adultez. La persona adquiere la tendencia a la obesidad, lo que la obligará durante su vida a mantener una disciplina estricta en su alimentación y en los ejercicios.

Decíamos que es un error frecuente del que se culpa la famosa creencia de que la madre debe comer como dos... Cuando, en realidad, y si bien las necesidades de nutrientes se hacen mayores durante la gestación, se suplen esas necesidades con un incremento diario de apenas 350 calorías. Más, por supuesto, los suplementos que orden el ginecólogo los que, como se sabe, no aportan calorías.

La obesidad infantil y juvenil se ha convertido un problema de salud pública en el mundo. Países del tercer mundo, países industrializados, naciones pobres o ricas, todos deben enfrentar un problema serio que pone en riesgo el futuro de sus poblaciones.

Esa obesidad tiene mucho que ver con los hábitos alimenticios tanto de los padres como de los hijos, la falta de ejercicio, el exceso de horas pasadas frente a televisores o computadores... La alimentación hoy suele ser desequilibrada, con excesos de harinas y azúcares, más grasas, con pocas verduras y frutas. Y si a esto se le agrega el hecho de comer fuera de casa, en los restaurantes de comidas rápidas, más la falta de tiempo de los progenitores para ocuparse de sus hijos, obligados a estar, durante las horas cruciales de las comidas, fuera de casa, en sus actividades laborales, más las tentaciones tan frecuentes de los paquetes y demás golosinas para comer entre las comidas... Todo esto abona el terreno para que la obesidad invada las sociedades, desde la primera infancia hasta la adolescencia.

¿Cómo prevenir la obesidad infantil?

Mediante la educación, dicen los nutricionistas. Empezando por la educación que ha de recibir la madre en torno a los temas de la nutrición y la dietética. Siguiendo por la educación que se les ha de dar a los rectores de colegio y los encargados de los restaurantes escolares. Terminando con los mismos niños.

Por supuesto, durante los primeros años de vida, la responsabilidad recae sobre la madre de manera exclusiva. Y de los consejos y la orientación que ella reciba dependerá que el bebé crezca y se desarrolle de manera armoniosa, sin presentar exceso de peso. Debe aceptarse que ya no es motivo de admiración el bebé o el niño rollizo que tanto elogiaban las abuelas a mediados del siglo pasado. Por el contrario: todo exceso así como toda carencia redundarán en perjuicio para la salud del pequeño. Atención: se mencionan tanto los excesos como las carencias. Una dieta pobre pone al niño en el riesgo de sufrir de trastornos y altera su desarrollo integral, físico y mental.

Algunos ejemplos ayudan a mejor comprender lo que la madre debe o no debe hacer:

- Bueno, alimentar al bebé con leche materna hasta por lo menos los seis primeros años de su vida. A veces es necesario complementar el seno con leche de fórmula y ésta será recomendada por el pediatra tanto en cantidad como en calidad;
- Malo, agregar azúcar a los alimentos que se les ofrecen a los bebés y niños. Ni en la leche ni en las compotas se debería agregar azúcar. Es aumentar las calorías sin ninguna necesidad y más bien en perjuicio del bebé. Entre menos se le "enseñe" el gusto por el azúcar y el dulce, mejor será;
- Bueno, ofrecer jugos o compotas de frutas y verduras tan pronto el pediatra lo permita;
- Malo, abusar de cualquier tipo de comida, teteros, compotas o demás, y no acatar las cantidades recomendadas por el pediatra;
- Pésimo, utilizar el tetero a cualquier momento y hora para calmar el llanto del bebé o del niño;
- Pésimo, cuando el niño ya comprende lo que se le dice, jugar con los alimentos -cualquiera de ellos- como si fueran recompensas o castigos;
- Excelente, dar el ejemplo cuando el niño ha crecido y es capaz de captar lo que ocurre a su alrededor. Los hábitos alimenticios -por ejemplo comer o no verduras- son asimilados, así sea de manera inconsciente, por los niños;
- Malo, ofrecer golosinas y la llamada comida basura (paquetes, fritas, dulces, golosinas en general). Además de aportarles calorías vacías, que sí los engordan y no les dan nutrientes, le quitan a los alimentos saludables espacio en la capacidad en la capacidad estomacal;
- Excelente, ofrecerles todas las posibilidades y oportunidades para hacer ejercicios, ojalá al aire libre. Conviene, desde temprano, iniciarlos a deportes como la natación y la gimnasia, la bicicleta. Más adelante, se agregarán otros deportes como el fútbol y el tenis, el esquí y el patinaje.

En todo momento, es indispensable mantener una dieta equilibrada y completa. En la que se incluyan todos los nutrientes indispensables para el crecimiento y desarrollo, para la protección de la salud y la prevención de las enfermedades.  Lo dicen los expertos: la alimentación durante el primer año de vida y a lo largo de toda la infancia, edad escolar y adolescencia, desempeña un papel fundamental en la prevención y la promoción de la salud.

De allí que sea tan importante comenzar a inculcarle al niño hábitos saludables de vida y alimentación, a partir de los 3 años, cuando se encuentra listo a captar enseñanzas. Hábitos que incluyen tanto el ejercicio como el buen dormir, la alimentación como el juego. 

Quedan dos puntos importantes para relevar: el ejercicio y el juego. El primero para llegar, en un futuro, a convertirse en rutina cotidiana, el segundo como instrumento para aprender, desarrollar la mente, y para socializar. Sin olvidar que el juego no es una pérdida de tiempo sino una ocupación fundamental para el desarrollo feliz de un niño y el establecimiento de bases seguras para su porvenir.

No hay comentarios:

Publicar un comentario