Después de la lactancia y hasta los 10 ó 12 años, el apetito y las necesidades de niños y niñas disminuyen radicalmente. Para decirlo de una forma un poco folclórica, ya no se les ve comer como comejenes, a todas las horas del día, aunque sí necesitan recibir alimentos en cantidades suficientes y, sobre todo, de calidades superiores.
O sea, que todo lo que coman tenga como objetivo su desarrollo completo, su crecimiento y la construcción de un cuerpo fuerte y saludable para el futuro.
Ya a partir de los 6 años de edad, se puede considerar que la mayoría de los órganos y sistemas han alcanzado una madurez equiparable a la de los adultos. Y esto indica que están en capacidad de recibir toda la gama completa de alimentos, pudiendo tolerar todas las variaciones posibles.
Por supuesto, queda por comprobar que el niños o la niña no presenten alergias y/o no registren intolerancias a uno o más productos. Pero estos son casos, quizá frecuentes, muy probables, pero que no entran en el campo del común de los niños.
Esta es la época en que los padres suelen cometer los mayores errores en cuanto a hábitos alimenticios se trata. En consecuencia, son años durante los cuales se requiere una inmensa atención, disciplina y muchos conocimientos para que estos hábitos queden establecidos de manera sólida, como base para la vida.
Es cierto que, más adelante, en la adolescencia, habrá mucha defección a lo que se les ha enseñado, pero la base de estas enseñanzas quedará anclada. Bien se sabe que la adolescencia es la etapa de la rebelión, de los amigos, de las salidas fuera de casa, de las hamburguesas, perros calientes y otras comidas rápidas...
Durante esos diez o doce primeros años de vida el niño, o la niña, deberá aprender a comer de todo. Si bien podrán manifestar rechazo por un tipo de alimento, por una verdura específica o cualquier preparación, de todos modos se les presentarán sustitutos con los cuales será asegurara una nutrición completa, variada, y llena de nutrientes.
Un ejemplo muy común habla de las espinacas. Verdura que, en efecto, no siempre recibe la bienvenida. Si usted ha tratado de ofrecerlas en distintas presentaciones -en ensalada, con arroz, con salsa blanca o bechamel, en soufflé- y de todos modos su hijo (a) las rechaza, bien puede sustituirlas por verduras como la acelga. Diría que podría suplirla por el brócoli sin embargo éste puede no ser necesariamente tolerado.
Más grave es cuando el rechazo se da frente a la leche y a sus derivados. En este caso, urge solicitar el consejo del pediatra o de un nutricionista. La leche es absolutamente indispensable a cualquier edad de la vida -aún para los adultos mayores- y lo es aún más en la edad preescolar y escolar.
¿Qué necesitan los niños y niñas que están creciendo y se siguen desarrollando?
- Muchísimas vitaminas. Que se encuentran en las verduras y frutas. Que no falten en la mesa, ojalá tres o más veces al día, dos o tres porciones de verduras, dos o tres porciones de frutas. Estas pueden ofrecerse entre las principales comidas. Se aconseja darlas enteras, más que en jugo, a menos que éste sea preparado en el momento mismo en que lo van a tomar y que no sea colado sino que contenga todo el bagazo.
- Muchísimos minerales. Que se consiguen en las carnes rojas, blancas y de pescado, en los productos lácteos, en las leguminosas, en las nueces. También las verduras como precisamente las espinacas, o la alcachofa y la remolacha contienen minerales (hierro). Si la dieta es completa, el niño no necesitará de suplementos de vitaminas ni minerales.
- Cantidades suficientes de grasas. Productoras de energías, que aportan ácidos grasos indispensables para la marcha del organismo. Pueden ofrecerse en aceites de oliva o minerales. Para los niños, sobre todo cuando no hay problema de obesidad o exceso de peso, se les puede dar mantequilla y crema de leche, sin cometer excesos. Recuerde que el colesterol alto se está encontrando también en niños y adolescentes. Ya no es asunto de adultos.
- Como tampoco la diabetes es propia y exclusiva de los adultos. La falta de ejercicios y los excesos en dietas desequilibradas han llevado a los niños y adolescentes a sufrir del tipo de diabetes tipo II, el mismo que se llamaba del adulto. Así que sí, estos muchachitos necesitan recibir energías y se les pueden ofrecer alimentos dulces. Pero con mucha prudencia. El azúcar lo encuentran en las frutas, en las verduras, no solo en las golosinas, pasteles y helados. Hay que tener presente, por demás, que las golosinas, caramelos y demás, no solo afectan los niveles de glucosa sino que, además, producen caries dentales.
- Y tenemos los cereales. Los nutricionistas les atribuyen inmensas cualidades tanto por su aporte en minerales como por su contenido en fibras. También los niños necesitan de la fibra para evitar el estreñimiento. La avena, para una colada como alimento a la hora del desayuno o entre las comidas, mezclada por ejemplo con uvas pasas. La cebada en la sopa, el trigo, el maíz y el arroz. Todos los cereales, ojalá integrales que ayudarán a construir sus músculos y a equilibrar el funcionamiento de su aparato digestivo. Son apropiados, para dar un ejemplo, los sándwiches de pan integral con queso y verduras (tomate, lechuga), con una tajada de carne de res, con jamón de pollo o de pavo...
- Las proteínas. También absolutamente indispensables. Se les compara a los ladrillos en una construcción. Son ellas las encargadas de "construir" la masa muscular, cada una de las células del cuerpo tiene que ver con ellas. Se les encuentra, bien sabemos, en las carnes rojas, en las blancas o de pollo, pavo y demás, en los pescados, en los productos lácteos. Pero también están en las leguminosas, en forma de proteínas vegetales que, para ser completas, deben mezclarse con cereales. De allí el riesgo de someter a un menos de edad a una dieta vegetariana. A menos de contar con la minuciosa asesoría de un nutricionista, para que el niño reciba una nutrición completa. La cantidad de proteínas que necesita un niño en edad preescolar y escolar es similar a la del adulto.
Y finalmente llegamos a la leche y sus derivados. Ya lo dijimos y lo reiteramos, absolutamente indispensable. Almacenar calcio es la garantía para que en el futuro no se presente una osteoporosis. Pero también es una necesidad absoluta para la formación y fortalecimiento de los huesos y los dientes. El organismo es capaz de almacenar el calcio solo hasta cuando la persona llega a los 30 años de edad, momento a partir del cual se comienzan a utilizar el mineral que llega a través de la alimentación y, en su defecto, las reservas.
Y un punto adicional, que no puede recalcarse: las cantidades. Si bien la calidad de la alimentación debe ser óptima, las cantidades deben medirse con precaución. Todo dependerá de la actividad física que desempeñe el o la pequeña. Es importante evitarle el sobrepeso que solo puede acarrearle problemas físicos y sicológicos, y buscar el equilibrio adecuado para que reciba todas las energías que necesita sin caer en los excesos que le serán perjudiciales.
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