La sufren muchas personas. Pero de ellas, pocas consultan bien sea porque se malinterpreta como una situación pasajera sin gravedad, bien sea porque temen hablar con un sicólogo o, peor aún, con un siquiatra.
Sin embargo, la ansiedad sí merece atención. No es una enfermedad como lo es la depresión, pero cuando se descuida, puede hacerse crónica y, como tal, estar presente a lo largo de la vida, día tras día. Lo que altera la convivencia y el diario vivir.
La ansiedad es un trastorno que puede manifestarse de muy diversas maneras. En general, se caracteriza por ser un temor a un riesgo, peligro, situación adversa, persona desconocida... Temor que se basa en una certitud, real, o una sensación imaginaria, sin fundamento.
Una de las manifestaciones más complejas, quizá, es la del ataque de pánico. Puede durar unos minutos y hasta media hora. Se desata por el temor a un peligro inminente, algo grave como la muerte, se presenta sin previo aviso y deja a quien lo sufre absolutamente exhausto. Los ataques de pánico van acompañados de pulso acelerado y dificultad para respirar, dolor en el pecho, vértigo, sudoración intensa, temblor y unos deseos inmensos de salir corriendo para escapar del peligro supuesto.
La ansiedad la sufren todos: hombres y mujeres, jóvenes y a veces niños, o también adultos mayores. Y si bien no se deriva de una dieta desequilibrada o de errores cometidos en relación con la alimentación, sí tiene raíces en la nutrición. Se observa que la inmensa mayoría de las personas ansiosas presentan una deficiencia de magnesio.
Algunas de las causas de la aparición de las ansiedades son:
- Disbalance de la adrenalina o estados crónicos o agudos de estrés
- Alergias alimenticias
- Fallas en el control de la glicemia en la sangre
- Uso de estimulantes: cafeína, alcohol, nicotina, drogas
- Deficiencias nutricionales
- Hipertiroidismo
- Depresión
La alimentación puede no jugar un papel fundamental exclusivo en la aparición de las ansiedades. Pero sí, mediante el consumo de algunos alimentos específicos, se puede lograr si bien no superarlas, por lo menos, reducir su incidencia. Aún así, es recomendable consultar con un médico -siquiatra- o con un sicólogo. Solo así se puede lograr una liberación completa.
¿Qué comer?
Su dieta cotidiana debe estar llena de alimentos que le ayuden a vencer el estrés. Se recomienda que haga varias comidas al día.Si le es posible, divida en seis los alimentos previstos para la jornada.
Además, consuma:
- Cereales integrales como arroz, avena, quinua. Proporcionan buenas cantidades de vitaminas de la familia B y magnesio. Cuando se sufre de estrés agudo, se agotan las reservas tanto de las vitaminas B como del magnesio. Este último es especialmente necesario para que tanto los músculos como los nervios se relajen.
- Incluya buenas cantidades de verduras verdes como chicoria, brócoli, repollo, espinacas.
- Consuma alimentos ricos en calcio y magnesio. Ambos ayudan a tranquilizarse. Incluya germen de trigo, productos hechos con soya, lentejas, nueces, apio, lechuga y otras verduras de hojas verdes, semillas de ajonjolí, almendras.
- Otros productos que ayudan a tranquilizar incluyen las batatas dulces, el yogur natural verduras cocinadas al vapor. El pudín de arroz ayuda también.
- Puede preparar tisanas con manzanilla, limoncillo y jengibre.
Evite:
- Cafeína, azúcar, alcohol, nicotina, sustancias aditivas que causan estrés hormonal y alteran el balance glicémico de la sangre.
- El trigo, sobre todo si sospecha que le produce alergia o intolerancia.
Se aconseja además:
- Dormir bien
- Seguir una rutina de ejercicios que, sin extenuar, le ayuden a relajarse
- Natación, caminatas y hasta baile durante por lo menos 20 minutos diarios
- Practicar ejercicios de relajación, yoga, meditación, tai chi. Ejercicios para aprender a respirar
- Escuche música que le sea relajante
- Use aceites que también le proporcionen sensación de relajamiento. La lavanda es especialmente recomendada.
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