viernes, 2 de enero de 2015

Propósitos y promesas



Dicen que el infierno está lleno de buenas intenciones. A eso deberíamos agregarle que los primeros días de enero están igualmente llenos de promesas y buenos propósitos. 

Que, una vez transcurrida la primera semana del nuevo año regresan al cajón de "las promesas no cumplidas" mientras se reinstalan las viejas y tan cómodas mañas.

Pero hagámonos la ilusión de que sí somos serios en nuestras intenciones de cambios, remodelaciones, nuevos hábitos... Y enumeremos cuáles suelen ser los más usuales propósitos enumerados como tarea -muy voluntaria y firme- para los días nuevos.

La primera, dejar de fumar. La segunda, limitar las bebidas alcohólicas. La tercera, emprender y mantener una rutina de ejercicios o la práctica de un deporte. La cuarta, mejorar la alimentación, dejar los hábitos poco sanos y hasta perder unos kilos. Sobre todo, los kilos ganados durante las fiestas. La quinta, curar enemistades y odios. La sexta dedicar unas horas de la semana a la lectura. La séptima, encontrar un pasatiempo que nos permita combatir el estrés. La octava, ya que estamos con el tema del estrés, organizar mejor las horas laborales para regresar más temprano a casa y disfrutar de la familia. La novena, entablar un diálogo sincero con los hijos y, por supuesto, con el cónyuge.  

¿Seguimos? No vale la pena porque, a estas alturas, y después de tantas promesas y buenas intenciones estamos tan agotados que necesitamos un cigarrillo y un traguito para ver las cosas más en claro... Además, los enunciados son tomados un poco al azar, y cada uno de nosotros habrá hecho su lista personal, la que, con toda seguridad, distará mucho de la arriba anotada.

Sin embargo, seleccionemos dos o tres de las promesas y tratemos de analizarlas.

Dejar de fumar

Para muchos, esto no deja de ser una utopía. Porque dejar de fumar es difícil, no lo neguemos. Muy difícil. Hay quienes aseguran que abandonar el cigarrillo es mucho más difícil que deshacerse de cualquier otra adicción. Sea la dependencia a la cocaína, al alcohol, a las pastillas... 

Que sea cierto o no, no es momento de discutirlo. Porque lo que nadie contradice es que el tabaquismo es un tirano que nos agarra y no nos deja alejarnos ni mucho menos abandonarlo. Porque el cigarrillo, droga ya no tan socialmente tolerada, encuentra justificación en todas las circunstancias. Veámoslo:

Si hace frío, un cigarrillo calienta, si hace calor, nos aliviamos con un cigarrillo, si hay hambre, qué mejor para distraerla que un cigarrillo, y si comimos demasiado, cómo no fumar para digerir... Si se está solo, qué mejor compañía, o en sociedad, qué mejor animador... Con dolor, con alegría, melancólico, concentrado en un problema, con pena de amor o en vísperas de conquistas... Siempre es bien venido el cigarrillo. Un amigo inseparable pero qué amigo tan venenoso!

Por lo tanto, es allí donde debe comenzar a quebrarse la dependencia. Cuando se comprende que el famoso amigo no es tan amigo, y que muy bien se puede funcionar, pensar, amar y divertirse sin su compañía.

Pero para lograr dejarlo, se requiere un propósito muy firme, convencimiento inquebrantable, alicientes certeros y tan fuertes que nos ayuden a sobrepasar la dependencia. Condiciones sin las cuales no es posible dejar de fumar.

Pida entonces la ayuda de una persona muy cercana y muy querida. Manténgase firme en su intención, convencido, no se deje quebrar (fácil de decir, difícil de lograr más no imposible), y encuentre alicientes. Su salud, los hijos, la pareja, la longevidad, dejar de toser, dormir mejor, lograr que los alimentos tengan un sabor agradable y los perfumes huelan bien...

Y si realmente siente que está por encima de sus capacidades, acuda a un especialista. Un médico le puede ayudar. Existen grupos de apoyo para luchar contra el tabaquismo. Funcionan y son muy recomendados.

Perder unos kilos

Que los lleve arrastrando desde meses atrás o que los haya "conquistado" durante las fiestas, son de todos modos kilos incómodos y muy "malvenidos". 

Entonces, si de verdad quiere perderlos, comience por analizar sus hábitos alimenticios. Con honestidad. Si puede no engañarse a sí mismo, se dará cuenta de que hay una infinidad de alimentos que, lejos de beneficiarlo, le causan perjuicio y le predisponen a ganar peso. 

Esos alimentos, los puede eliminar con la certeza de que su salud no se desmejorará. Al contrario. Hablamos, a manera de ejemplo, de los fritos, de todo lo que se come en paquetes (papas fritas, nachos, chicharrones, etcétera), de las grasa saturadas (cremas, mantequillas, mayonesa...), de los azúcares (comenzando por los caramelos y siguiendo por toda la gama de galletas, ponqués, helados...).

Si logra eliminarlos ya habrá dado un primer paso muy importante. Para luego instaurar nuevos hábitos e intercambiar productos. En vez de los fritos de paquete, seleccionar nueces y semillas sin abusar de ellas pues son ricas en calorías; en vez de los azúcares, buscar las frutas frescas o secas (como las ciruelas y albaricoques, dátiles, sin abusar tampoco de ellas). 

Luego, comenzar a comer verduras, todas las que quiera, crudas o cocinadas, carnes magras, pescado y frutos de mar, pollo y pavo (pechuga), cereales, leguminosas. Seleccionar los productos lácteos desgrasados o semi desgrasados, tomar mucha agua (abandonar las gaseosas), dejar de lado las bebidas alcohólicas que aportan tantas calorías, y aprender a cocinar con poca grasa, utilizando los aceites vegetales.

Sin olvidar los productos integrales: pan, arroz y otros.

Quizá en el primer momento, se le hará difícil cambiar sus hábitos. Pero, a medida que irá aceptando los cambios se sentirá más liviano y con la sensación muy agradable de ir perdiendo peso.

También en este terreno, si encuentra muchas dificultades, pida la ayuda de un médico nutricionista o dietista. Podrá entonces perder más peso sin tener que pasar hambre, lo que es bastante más alentador. Una dieta equilibrada se puede acatar con placer a sabiendas que le ayudará a no recuperar los kilos que habrá ya perdido.

¿Y el alcohol?

Este es otro de los temas recurrentes: el propósito de no volver a abusar de las bebidas alcohólicas.

Gran propósito. La dependencia del alcohol no se mide en el número de casos de embriaguez sino más bien en la necesidad permanente de tomar un trago. Puede usted caer en la adicción con solo tomar tres tragos al día si estos tres tragos los busca cada día.

Recuerde que una copa de vino rojo puede beneficiarle a su corazón. Un trago de whisky de regreso de la oficina puede infundirle una sensación placentera de serenidad. Pero trate de frenar sus impulsos para buscar mayores cantidades. 

Hoy las mujeres buscan el alcohol tanto -o quizá más- que los hombres. Para ellas, especialmente, va la recomendación. El organismo de las mujeres metaboliza mal el alcohol, soportan menores cantidades que los hombres y, por lo tanto, mayor daño les puede hacer el abuso. Con mayor razón cuando se habla de mujeres en edad de procrear o que están embarazadas.

Para los hombres, no está de más recordarles que el uso permanente del alcohol altera tanto su sexualidad como la fertilidad. 

Por supuesto, abandonar el alcohol es también difícil. Pero, lo dicho para el tabaco es válido: intente hacerlo. Si está convencido de que lo quiere dejar, lo puede lograr. Y si necesita, busque la ayuda de un médico. No es necesario jugar al súper hombre o a la súper mujer. Todos necesitamos ayuda.

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