lunes, 30 de junio de 2014

Alergias camufladas



Insisten  hoy, a través del mundo por un regreso a la naturaleza. Excelente y ojalá lo lográramos. Sin embargo, la misma vida, sobre todo en las grandes urbes, nos ha ido alejando cada día más de esa naturaleza que el hombre ha ido maltratando sistemáticamente.

Regresar a la naturaleza significaría volver a comer de manera sana y, aunque suene redundante, natural. ¿Es esto posible hoy cuando estamos bombardeados por toda clase de alimentos "maquillados", elaborados de manera industrial, llenos de productos químicos tanto en su momento de eclosión como en su elaboración, transformación y puesta en el mercado? Parece bastante difícil. Más aún cuando hemos adoptado hábitos alimenticios que nos son dictados por la misma velocidad con la que vivimos y la facilidad que buscamos, siempre por falta de tiempo y, por qué no reconocerlo, de paciencia.

Allí, dicen los nutricionistas toman sus raíces el sinnúmero de alergias alimenticias que se han convertido en mal cotidiano. Alergias que muchas veces pasan sin ser identificadas pero que, de todos modos, no dejan de manifestarse en el diario vivir.

Son, con frecuencia, alergias que se disfrazan detrás de trastornos o enfermedades como pueden serlo la artritis, los dolores de cabeza frecuentes, dolores abdominales y cambios en el estado de ánimo. Males que los médicos tratan de curar, muchas veces con paliativos, sin lograr realmente erradicar por cuanto no siempre son relacionados con su origen alérgico.

Consecuencia de lo que se ha denominado como una alergia crónica.

Entonces, esta puede ser una señal de alerta para quienes sufren de trastornos de origen no especificado. 

Comencemos por hablar de las alergias más frecuentes. O, por decirlo mejor, de los alimentos que, a través del mundo, son los que mayor número de alergias despiertan y, en consecuencia, culpables de provocar diversos síntomas de enfermedad.

Son ellos:

- Los cereales a base de trigo y de maíz
- Productos lácteos
- Cafeína (presente por demás en el chocolate y algunas bebidas)
- Levadura
- Cítricos y frutas como las fresas.

Por supuesto, cualquier alimento o sustancia puede despertar una alergia o, si acaso, una intolerancia, conocida igualmente como sensibilidad. En éste último caso, la reacción puede ser más sutil y de difícil detección. Puede no aparecer antes de algunas horas o días. Estas sensibilidades tardías a los alimentos no comprometen el sistema inmunitario, como sí lo hacen las alergias, pero sí son capaces de generar una serie de malestares como letargo, dolor de cabeza, cambios en los estados de ánimo, pérdida de la concentración, disturbios estomacales. Son así mismo capaces de producir enfermedades a largo plazo como la artritis reumatoidea y el síndrome del colon irritable. 

Pero volvamos a las alergias como tal. La reacción al alimento o la sustancia es inmediata Cuando la persona prueba un bocado inmediatamente y de manera brusca se producen cambios: ardor en la boca, prurito, un ataque de asma o, más grave, un choque anafiláctico (que requiere tratamiento de urgencia). 

En esos casos, el sistema inmunitario reacciona de manera exagerada y comienza a producir inmunoglobulina E o IgE, libera histaminas y otras sustancias químicas que provocan los síntomas de alergia. Por supuesto, la reacción del sistema inmunitario solo puede medirse y confirmarse mediante un examen de sangre. Le queda al alergólogo la tarea de detectar los alimentos o sustancias que perjudican y de señalar el tratamiento. Este, por lo general, se inicia con la suspensión del producto y, a largo plazo, con la insensibilización.

Mientras tanto, y si aún no hay sospecha de alergia, qué puede despertar en nosotros la sospecha o la necesidad de consultar con un alergólogo?

El hecho de sufrir de malestares, trastornos o enfermedades cuyo origen o causa no ha podido especificarse. El organismo puede estar en desacuerdo con ciertos alimentos y este conflicto se convertirá en la posible aparición de males colaterales tales como los ya citados: artritis, dolor de cabeza frecuente, dolor abdominal y trastornos digestivos, diarrea, cambios anímicos y cansancio. A ese momento, le corresponde a cada persona iniciar el trabajo del detective: estudiar los componentes de su dieta, tratar de detectar los que consumió el día en que sufre de migraña o malestar intestinal y, de acuerdo con ello, comenzar la tarea de eliminar posibles culpables.

1) Durante una semana elimine de la dieta el alimento sospechoso. Hágalo alimento por alimento ya que, al eliminar varios a la vez no podrá tener claridad en torno al verdadero culpable. Comience con los más comunes sospechosos como la leche y sus derivados, el trigo o el maíz.

2) Lea con detenimiento las etiquetas de los productos para descubrir la presencia de esos alimentos. Es muy común encontrar en los alimentos procesados productos como la caseína de la leche, el gluten del trigo, los edulcorantes de maíz.

3) Durante esa semana, fíjese bien si se siente mejor, si la diarrea o los dolores de cabeza disminuyeron, si se siente menos fatigado y puede concentrarse mejor. Si es así, siga el paso siguiente.

4) Que es la prueba de "provocación". Durante una semana, consuma cantidades importantes del alimento que había eliminado. Así, si la leche fue la sospechosa, consuma por lo menos tres veces al día leche baja en grasa, yogur sin dulce, requesón. Si es el trigo, incluya en su dieta pan, pasta, empanadas o tortillas. Con el trigo, busque alimentos como las hojuelas de maíz, pan de maíz, la misma mazorca. Si vuelve a tener los síntomas, la culpabilidad habrá sido confirmada. La reacción puede ser inmediata o al cabo de unas horas.

Será entonces el momento de consultar con el médico. Si no, inicie el proceso de nuevo con otros alimentos sospechosos. 

Pero, si le queda complicado hacerlo, diríjase de una vez adonde el especialista de las alergias y pídale consejo. El le hará las pruebas requeridas y esto le permitirá detectar las alergias crónicas que andaban camufladas con otros muchos disfraces.

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