Gloria Moanack©
Y pensar que este cerebro tan sabio y serio es un espantoso goloso! Que solo se alimenta de dulce, de azúcares! Que sin ellos comienza a desfallecer! ¿Quién habría podido imaginar semejante incongruencia?
Pero es la realidad. El cerebro necesita de glucosa para vivir y funcionar. No lo podemos evitar.
En torno al azúcar existe una disparidad de criterios y no pocas polémicas. Hay quienes afirman que el consumo de azúcar se debe limitar, cuando no eliminar porque, además de no aportar nutrientes, abre las puertas a más inconvenientes y trastornos que beneficios. Pero también hay quienes aseguran que el azúcar es necesario, casi indispensable.
De todos modos, no es posible hablar del azúcar, como uno. Es más acertado hablar de azúcares, y ya lo veremos más adelante.
Hablemos del azúcar ¿Qué es? Es sacarosa que se extrae de la caña o de la remolacha. Estas, sin embargo, n o son fuentes únicas porque el azúcar se encuentra también en muchos otros alimentos (frutas, verduras...) en donde tomará el nombre de glucosa.
Los azúcares se clasifican en dos grandes categorías, de acuerdo con la velocidad con la que son utilizados: están los simples o de rápida absorción, y los complejos o de lenta absorción. Los simples se consiguen en algunas pocas frutas, en caramelos, bizcochos, helados y bebidas/gaseosas, y en alimentos refinados como el pan blanco o la pasta. Este grupo no suele recomendarse porque, con altos consumos, altera los niveles de glucosa en la sangre y puede tener "efectos secundarios" como la hipoglicemia -o baja de glucosa en la sangre que podría ser vista como prediabetes-, o la sensación de estar necesitando cada vez mayores cantidades de azúcar y, en consecuencia, la invitación a consumir siempre más.
En cambio, el segundo grupo de lenta absorción es el que sí se recomienda. Estos azúcares se encuentran tanto en las féculas como en los alimentos integrales, en las leguminosas (garbanzos, fríjoles y otros), en los cereales, en la mayoría de las frutas y verduras. Entre las féculas se incluyen las papas siempre y cuando no sean fritas), y las batatas. Su consumo deja una sensación de saciedad altamente provechosa para quienes buscan perder peso. A la larga protegen el cerebro y el corazón.
Aquí va una aclaración saludable: el azúcar simple no es en sí perjudicial. Es una muy buena fuente de energías (4 calorías por cada gramo) que pueden ser utilizadas al instante o guardadas como reserva. Hay momentos en que se necesita consumirlo. Necesidad física y/o sicológica. Sucede, por ejemplo, cuando un deportista empieza su desempeño; o en mujeres durante los días previos a la menstruación; en momentos de tristeza o soledad. Se presenta igualmente en personas mayores que prefieren comer una galleta dulce que se derrite en la boca en vez de tener que masticar una manzana que les parece dura. Mientras el consumo sea ocasional, no hay riesgo si se come un caramelo, un bizcocho o una copa de helado.
Pero si se vuelve hábito y que el consumo se va incrementando, los riesgos aparecen y son serios: ganancia de kilos y posible obesidad; aparición más temprana de diabetes cuando hay predisposición a la enfermedad; daños en los dientes con caries y placa dentaria. Otro riesgo no despreciable es que la sacarosa es refinada mediante una serie de productos químicos: 46 cuando es azúcar blanca y 23 cuando es morena!
¿Cómo proteger en dulzura el cerebro y el corazón?
- Privilegiar en todas las comidas en consumo de glúcidos lentos;
- Evitar las bebidas tipo gaseosa/soda y los jugos de fruta;
- Moderar el consumo de purés y compotas;
- Combinar féculas con verduras. Las fibras de éstas hacen más lenta la absorción de los azúcares de la fécula;
- Limitar el tiempo de cocción;
- Cocinar las papas enteras, ojalá con su cáscara. En ésta, por demás, se concentra a vitamina C;
- Agregar aceite a las comidas: oliva, canola y demás aceites vegetales.
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