Gloria Moanack©
Un carro, un camión, un avión. Los mismos barcos y trenes, las motocicletas. Todo motor necesita el aceite para funcionar.
Y así le sucede también al cuerpo humano: la grasa le es indispensable para andar. para que se cumpla una multiplicidad de funciones, desde la secreción de hormonas hasta la lubricación de la piel, desde el funcionamiento de los intestinos hasta el almacenamiento y eficacia de las vitaminas liposolubles, es decir las que solo se diluyen en la grasa. Entre éstas, todas las de la familia B.
Pero, así como cada medio de transporte cuenta con su aceite específico, así mismo el cuerpo humano necesita de un tipo preciso de grasas, las que le produzcan bienestar y salud, las que lo protejan contra las enfermedades. Es lógico: póngale a un carro unos galones de aceite de oliva. ¿Cree alguien que funcionará? ¿No será más bien que se le quemará el motor? O déle al cuerpo uno de esos engrases extra que se consiguen en las bombas de gasolina...
Las grasas y aceites: su consumo puede limitarse mas en ningún caso eliminarse. Ya lo vimos, son indispensables y, en algunos casos, la carencia o su ausencia pueden tener consecuencias desagradables. Pero, y esto también ya lo sabemos, se deben seleccionar las grasas. En la gran variedad de que dispone el hombre deben prevalecer los aceites de origen vegetal, los que nos vienen de la naturaleza.
Existen tres tipos de grasas/aceites:
- Las grasas saturadas que se reconocen por ser sólidas a temperatura ambiente. Aquí se encuentran las grasas que provienen de las carnes (partes gordas, tocino, jamones, embutidos y salchichas, la piel de las aves y la rabadilla). También se encuentran en la leche entera y los productos que de ella se derivan (quesos, yogures, mantequillas). Están las margarinas. Y, como excepción a la norma, del mundo vegetal provienen la grasa del coco y la de la palma.
- Las grasas monoinsaturadas o no saturadas.
- Grasas poliinsaturadas. A éstas y a las anteriores se les reconoce porque se mantienen líquidas a temperatura ambiente. Provienen de los productos de mar (siendo los pescados los principales proveedores), y del reino vegetal. Entre éstos se incluyen los aceites de oliva, maíz, soya, canola, el que se extrae de las semillas y nueces, y el que se encuentra en el aguacate. Aunque menos popular, se cita igualmente el aceite proveniente de las semillas de uva, cuyo uso es frecuente entre los franceses. La diferencia principal entre los aceites no saturados y los poliinsaturados está en su composición química y en la presencia, en los últimos, de Omega 3 y 6.
Las grasas saturadas, que deberían eliminarse o por lo menos limitarse en la dieta cotidiana, son culpables de varias enfermedades y trastornos Se citan: en primer lugar, el taponamiento de las paredes internas de las principales arterias lo que conduce a los infartos cardíacos, derrames y trombosis cerebrales, así como infartos a nivel intestinal, aparición de trombos. Más allá, se ha comprobado que el exceso de grasas saturadas llega a ser el disparador de ciertos cánceres como el de seno, estómago y colon.
De todos modos, las saturadas llevan al incremento de los niveles de colesterol en la sangre. El colesterol en sí es una sustancia benéfica, indispensable, siempre y cuando se mantenga en las tasas adecuadas. Pero, cuando se eleva y se mantiene alto, el colesterol se convierte en factor de riesgo para el corazón y el cerebro, siendo el iniciador de la aterosclerosis o taponamiento de las paredes internas de las arterias.
De todos modos, consumir en exceso aceites y grasas, cualquiera que sea su origen, no es del todo conveniente por su alto valor calórico: cada gramo de aceite produce 9 calorías frente a las 4 que dan los azúcares y las harinas! Así, este es el primer renglón que se ha de revisar en la lucha contra la obesidad, en la pelea contra el sobrepeso, o simplemente para quienes optan por mantener su peso adecuado.
Ya vimos que la fuente quizá principal de los poliinsaturados está en los pescados. Su gran beneficio está en el de ser proveedores de Omegas 3 y 6, ácidos grasos altamente benéficos. Estas grasas son protectoras de las arterias pues evitan la formación de las plaquetas al interior de las mismas. Entre sus otras bondades están la de reducir en algunas personas las crisis de asma; la de impedir o mejorar procesos inflamatorios; preservar y remodelar los huesos; intervenir en la función renal y en la modulación de la transmisión nerviosa.
Sin embargo, para que esto se haga realidad, es preciso consumir pescado por lo menos dos o tres veces por semana. Se recomienda de manera especial el salmón, el atún y la trucha. En cuanto a los crustáceos, camarones, langostinos, el mismo cangrejo, a pesar de su contenido alto en colesterol, su consumo ocasional es recomendado por sus aportes en sustancias marinas benéficas.
¿Qué decir de los Trans? Estas grasas se han convertido en la gran preocupación para los científicos y los médicos. Porque su efecto es aún más perjudicial que el de las grasas saturadas. Se trata de la sustancia que resulta de procesos industriales que buscan solidificar aceites vegetales para que su utilización sea más fácil y práctica. El proceso incluye la incorporación al aceite de hidrógeno.
Un consejo: lea las etiquetas que acompañan los empaques de los alimentos. Es posible que mencionen la inexistencia de colesterol. Pero atención: su mencionan grasas hidrogenadas, allí se encuentran los Trans. Evítelos, sus arterias se lo agradecerán!
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